domingo, 24 de abril de 2011

La resurrección de Cristo y la regeneración

De acuerdo a Wayne Grudem, la resurrección de Cristo asegura la regeneración del creyente:

Pedro dice que “por su gran misericordia, nos ha hecho nacer de nuevo mediante la resurrección de Jesucristo, para que tengamos una esperanza viva” (1 P 1:3). Aquí se relaciona explícitamente la resurrección de Jesús con nuestra regeneración o nuevo nacimiento. Cuando Jesús se levantó de entre los muertos tenía una nueva calidad de vida, una “vida de resurrección” en un cuerpo y espíritu humanos que eran perfectamente apropiados para obediencia y compañerismo con Dios para siempre. En su resurrección, Jesús ganó para nosotros una vida nueva como la suya. No recibimos todo lo de esa nueva “vida de resurrección” cuando nos hacemos cristianos, porque nuestros cuerpos permanecen como eran, sujetos todavía a la debilidad, el envejecimiento y la muerte. Pero en nuestro espíritu somos vivificados con el nuevo poder de la resurrección. De manera que es por medio de su resurrección que Jesús ganó para nosotros la nueva clase de vida que recibimos cuando “nacemos de nuevo”. Esta es la razón por la que Pablo puede decir que Dios “nos dio vida con Cristo, aun cuando estábamos muertos en pecados. ¡Por gracia ustedes han sido salvados! Y en unión con Cristo Jesús, Dios nos resucitó” (Ef 2:5-6; cf. Col 3:1). Cuando Dios resucitó a Cristo de entre los muertos, nos consideró en cierta forma resucitados “con Cristo” y, por tanto, merecedores de los méritos de la resurrección de Cristo. Pablo dice que su meta en la vida es “conocer a Cristo, experimentar el poder que se manifestó en su resurrección...” (Fil 3:10). Pablo sabía que aun en esta vida la resurrección de Cristo le daba un poder nuevo para el ministerio cristiano y la obediencia a Dios.[1]
En nuestra congregación, la iglesia bautista de Fe, disfrutamos de un hermoso tiempo celebrando a Jesucristo. Tuvimos ocho hermanos obedeciendo a Cristo pasando por las aguas del bautismo que ilustra  oportunamente la verdad de la relación entre resurrección y regeneración (cf. Romanos 6.1-11). ¡Espero que hayan tenido un Feliz Domingo de Resurrección 2011!
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[1] Wayne Grudem, Teología Sistemática (Miami: Vida, 2007), 645-646.

sábado, 23 de abril de 2011

John Piper: Cincuenta razones del porqué Jesús vino a morir

En su libro La Pasión de Jesucristo (en inglés Fifty Reasons Why Jesus Came to Die]), el pastor John Piper nos recuerda 50 razones por las cuales Jesucristo vino a morir en una cruz:

1 Para absorber la ira de Dios
2 Para complacer a su Padre celestial
3 Para aprender obediencia y ser perfeccionado
4 Para lograr su propia resurrección de entre los muertos
5 Para mostrar la riqueza del amor y la gracia de Dios por los pecadores
6 Para mostrar su propio amor por nosotros
7 Para cancelar las demandas de la Ley contra nosotros
8 Para convertirse en rescate por muchos
9 Para el perdón de nuestros pecados
10 Para proveer la base de nuestra justificación
11 Para completar la obediencia que se convierte en nuestra justificación
12 Para cancelar nuestra condenación
13 Para abolir la circuncisión y todos los rituales como base de la salvación
14 Para llevarnos a la fe y mantenernos fieles
15 Para hacernos santos, intachables y perfectos
16 Para darnos una clara conciencia
17 Para obtener todas las cosas que son buenas para nosotros
18 Para sanamos de enfermedades morales y físicas
19 Para dar vida eterna a todo el que cree en Él
20 Para redimirnos del presente siglo malo
21 Para reconciliarnos con Dios
22 Para llevarnos a Dios
23 Para que podamos pertenecer a Él
24 Para darnos seguro acceso al Lugar Santísimo
25 Para convertirse para nosotros el lugar donde nos reunimos con Dios
26 Para poner fin al sacerdocio del Antiguo Testamento y convertirse en el Sumo Sacerdote eterno
27 Para ser un sacerdote compasivo y competente
28 Para librarnos de la futilidad de nuestro linaje
29 Para librarnos de la esclavitud del pecado
30 Para que pudiéramos morir al pecado y vivir a la justicia
31 Para que muriésemos a la Ley y llevemos frutos para Dios
32 Para que podamos vivir para Cristo y no para nosotros
33 Para hacer de su cruz la base sobre la cual nos gloriamos
34 Para que podamos vivir por fe en Él
35 Para dar al matrimonio su más profundo significado
36 Para crear un pueblo celoso de buenas obras
37 Para llamarnos a seguir su ejemplo de humildad y valioso amor
38 Para crear una legión de seguidores crucificados
39 Para librarnos de la esclavitud del miedo a la muerte
40 Para que estuviésemos con Él inmediatamente después de la muerte
41 Para asegurar nuestra resurrección de entre los muertos
42 Para desarmar a los principados y a las potestades
43 Para desatar el poder de dios en el evangelio
44 Para destruir la hostilidad entre las razas
45 Para rescatar a las personas de todo linaje, lengua, pueblo y nación
46 Para reunir a sus ovejas dispersas por mundo
47 Para rescatarnos del juicio final
48 Para alcanzar su gozo y el nuestro
49 Para que seamos coronados con gloria y honor
50 Para mostrarnos que el peor mal Dios lo encamina a bien

jueves, 21 de abril de 2011

"...resucitado para [διά ] nuestra justificación" Romanos 4.25

Esta cláusula está construida como un parallelismus membrorum:

ὃς
παρεδόθη   διὰ       τὰ        παραπτώματα     ἡμῶν
καὶ
ἠγέρθη       διὰ      τὴν        δικαίωσιν           ἡμῶν.

El paralelismo podría sugerir prima facie que la preposición διά en ambas cláusulas debería tener el mismo sentido. Sin embargo, debido a que en la segunda cláusula el sentido causal difícilmente encaja con la expresión, debe haber otra forma de entender el uso de las preposiciones. De acuerdo al Dr. Murray J. Harris habría tres probables soluciones: (1) διά tiene un sentido final en ambas cláusulas; (2) διά es causal en la primera cláusula y final en la segunda; (3) διά es causal en ambas cláusulas: v. 25a “a causa de (la necesidad de expiar)” y v. 25b “a causa de (la necesidad de lograr o confirmar)”.[1] A mi juicio, este paralelismo contiene ideas contrapuestas. Hay un contraste entre los pasivos (1) παρεδόθη implica muerte y (2) ἠγέρθη implica vida; entre los sustantivos en acusativo (1) παραπτώματα, en plural, implica culpabilidad y (2) δικαίωσιν, en singular, implica inocencia. Si es así, entonces habría distinción en el uso de διά en cada una de las frases preposicionales. Esto no quiere decir que διά tenga varios significados, sino que el contexto nos ayuda a determinar la dirección causal de esta preposición. Si esto es correcto, διά en la primera cláusula es restrospectivo pudiéndose traducir como “a causa de”, y διά en la segunda cláusula es prospectivo pudiéndose traducir como “para”.[2] La resurrección es el sello de la aprobación divina de la obra de Cristo.[3]

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[1] Cf. Murray J. Harris. “Appendix: Prepositions and Theology in the Greek New Testament”, en NIDNTT, 1184.
[2] Cf. E. H. Gifford, The Epistle of St. Paul to the Romans (Londres: John Murray, 1886), 109; Sanday-Headlam, 116.
[3] Cf. Harris, op. cit., 1184.

martes, 19 de abril de 2011

Importancia de la resurrección de Cristo

Al acercarnos al Domingo de Resurrección, estoy releyendo los siempre emocionantes relatos bíblicos de la resurrección del Señor Jesús. También, estoy revisando principalmente dos estudios dedicados a ello. El trabajo de George E. Ladd y el voluminoso estudio de N. T. Wright. 
El apóstol Pablo destaca la relevancia del hecho de la resurrección de Jesucristo en los siguientes términos:
14 y si Cristo no ha resucitado, vana es entonces nuestra predicación, y vana también vuestra fe. 15 Aún más, somos hallados testigos falsos de Dios, porque hemos testificado contra Dios que Él resucitó a Cristo, a quien no resucitó, si en verdad los muertos no resucitan. 16 Pues si los muertos no resucitan, entonces ni siquiera Cristo ha resucitado; 17 y si Cristo no ha resucitado, vuestra fe es falsa; todavía estáis en vuestros pecados. 18 Entonces también los que han dormido en Cristo han perecido.
1 Corintios 15:14-18 (LBLA)

No cabe duda que la resurrección está en el centro de nuestra fe. Y, como dice el profesor Ladd:
Empero si Jesús no resucitó, la historia de la redención termina en el callejón sin salida de una tumba palestina. Entonces resulta que Dios no es el Dios vivo, ni es el Dios de los que viven, como dijo Jesús (Mr. 12:27). La muerte es más poderosa que Dios; la muerte es más poderosa que la palabra de Dios. Se demuestra que los actos de Dios son vanos ante el mayor enemigo del hombre: la muerte. No se puede descartar la resurrección y al tiempo aceptar el testimonio de la Biblia tocante a la historia de la redención.[1]
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[1] George E. Ladd, Creo en la resurrección de Jesús (Miami: Caribe, 1977), 189.

Otros breves artículos que publiqué sobre la resurrección son:
Las mujeres y la resurrección
Martin Hengel y la resurrección de Jesús

Testigos de la resurrección

Es evidente que la palabra “testigo” (μάρτυς) en el libro de los Hechos retiene la carga semántica de trasfondo legal. El testigo es alguien que certifica la ocurrencia de un hecho, y lo único que cuenta es su palabra. La prueba del testimonio es que la palabra dada corresponda con la realidad. Pero, ante un hecho irrepetible y pretérito, el testimonio cristiano firma su declaración con la sangre. El testigo está frente a todos nosotros trayéndonos el bendito mensaje del Jesús resucitado. Me llama muchísimo la atención que en el libro de los Hechos el sustantivo μάρτυς está íntimamente relacionado con la proclamación del Cristo vivo: Hch 1.3 cf. 1.8; 1.22; 2:32; 3:15; 5:32; 10:39,41; 13:31.
El Dr. George E. Ladd, en su refinado estilo, lo expresa así:
El hecho de que la resurrección continuó siendo el punto central de la proclamación de los cristianos se comprueba por las reseñas de sermones posteriores. Cuando el evangelio fue llevado a los gentiles por vez primera, Pedro hizo a Cornelio una brevísima declaración tocante a la vida y la muerte de Jesús. Luego afirmó: "A éste levantó Dios al tercer día, e hizo que se manifestase; no a todo el pueblo, sino a los testigos que Dios había ordenado de antemano, a nosotros que comimos y bebimos con él después que resucitó de los muertos". (Hch. 10: 40-41). Pedro dio testimonio, no sólo de la resurrección, sino de la reanudación de su propia experiencia de comunión con el Señor resucitado.[1]

Celebremos la resurrección de Nuestro Salvador, y agradezcamos a Dios por el testimonio apostólico que tiene la impronta de la sangre.


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[1] George E. Ladd, Creo en la resurrección de Jesús (Miami: Caribe, 1977), 54.

lunes, 18 de abril de 2011

"Griego del Espíritu Santo"

Eruditos de antaño consideraban que el griego del Nuevo Testamento era un griego inspirado especialmente por el Espíritu Santo. El teólogo luterano alemán Ricard Rothe afirmó esto en su obra Zur Dogmatik:
Man kann in der That mit gutem Fug von einer „Sprache des heiligen Geistes" reden.[Podemos hablar con propiedad de un idioma del Espíritu Santo][1]. Otro teólogo alemán, Hermann Cremer, asumió esa tesis en su obra Biblico-Theological Lexicon of the New Testament Greek.[2]
La discusión acerca de este tema tiene una larga historia. No obstante, no podemos despojar al Nuevo Testamento de su génesis en el tiempo y el espacio. El Nuevo Testamento emergió en un contexto específico con un idioma muy humano sin dejar de ser el Libro de Dios.


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[1] Richard Rothe, Zur Dogmatik (Gotha: F. A. Perthes, 1863), 238.
[2] Hermann Cremer, Biblico-Theological Lexicon of the New Testament Greek (3a edic.; Edinburgh: T&T Clark, 1886), iv.

sábado, 16 de abril de 2011

Uso y abuso del aoristo

"Este verbo, en griego, está en aoristo lo cual significa que la acción se produce una vez y para siempre".
Afirmaciones de este tipo son comunes entre nosotros. La misma palabra "aoristo" es asociada con cierto conocimiento esotérico e inaccesible, que sólo las almas iluminadas pueden acceder a él.
Una obra seminal que ha ayudado a la desmitologización del aoristo es el artículo del profesor Frank Stagg publicado en 1972 (¡!). El artículo está disponible en internet, se intitula "The abused aorist".

Por ejemplo, en Marcos 1.11 leemos "Tú eres mi Hijo amado; en ti tengo complacencia [εδκησα indicativo aoristo de εδοκω “tener complacencia”]". Obviamente no entendemos que Dios tuvo complacencia en Su Hijo sólo una vez en algún punto de la eternidad.
Me parece acertado lo que dice el profesor Stephen Levinsohn:
"Termino con una advertencia final. Si al hacer la exégesis de un pasaje, se tienen en cuenta los rasgos discursivos del texto griego, por lo general el resultado NO será una nueva interpretación del pasaje. Pero el hecho de haber tenido en cuenta tales rasgos permitirá al exegeta poder escoger entre las diversas interpretaciones existentes".

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viernes, 15 de abril de 2011

¿Cuál es el antecedente del pronombre demostrativo neutro singular τοῦτο (“esto”) en Efesios 2.8?

Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios
Τῇ γὰρ χάριτί ἐστε σεσῳσμένοι διὰ πίστεως· καὶ τοῦτο οὐκ ἐξ ὑμῶν, θεοῦ τὸ δῶρον
Efesios 2.8


De acuerdo al Dr. Daniel B. Wallace hay 4 alternativas: (1) “gracia”; (2) “fe”; (3) el concepto de salvación por gracia por medio de la fe; (4) y καὶ τοῦτο teniendo una fuerza adverbial sin tener antecedente, siendo equivalente a “y especialmente”.[1]

El problema con las alternativas (1) y (2) es que χάριτί (“gracia”) y πίστεως (“fe”) son sustantivos femeninos, mientras que el pronombre τοῦτο es neutro.
Hasta donde sé, Agustín de Hipona fue uno de los primeros en proponer la alternativa (2). Con respecto a si la fe es un don de acuerdo a Efesios 2:8, en el nivel gramatical podemos concluir que las palabras "fe" y "gracia" probablemente no son los antecedentes del pronombre neutro. Mientras es verdad que en raras ocasiones, cuando un pronombre aparece entre dos sustantivos, el pronombre no coincide en género con el sustantivo antecedente porque es atraído por el sustantivo consecuente. Sin embargo, el caso de Efesios 2:8 no tiene paralelo.

Puesto que "don" (δῶρον) está en neutro singular nominativo algunos han considerado que τοῦτο está relacionado con δῶρον. El problema es que no es el predicado nominal de τοῦτο. Es por ello que la probabilidad gramatical y el contexto indicarían que el concepto de salvación por gracia por medio de la fe sería el antecedente de τοῦτο. A. T. Robertson se inclina por esta interpretación, que es la alternativa (3).
El Dr. Wallace defiende la alternativa (4), que la expresión καὶ τοῦτο cumple una función adverbial sin tener antecedente, enfocándose en el participio perfectoo σεσῳσμένοι, siendo equivalente a “y especialmente”[3]. De acuerdo a Wallace, el texto podría traducirse "por gracia habéis sido salvados a través de la fe, y especialmente no de vosotros, es don de Dios". Esta interpretación, hasta donde tengo información, no es muy difundida entre los comentaristas.


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[1] Daniel B.Wallace, Greek Grammar Beyond the Basics: An Exegetical Syntax of the New Testament (Grand Rapids: Zondervan, 1996), 334.

[2] A. T. Robertson, A Grammar of the Greek New Testament in the Light of Historical Research, 704.

[3] Wallace, op. cit., 335.