miércoles, 23 de abril de 2014

Carson y el mandato "haz obra de evangelista" (2 Timoteo 4:5)

He leído la editorial de Themelios escrita por D. A. Carson. Siempre es desafiante e instructivo leer lo que escribe el Dr. Carson. La editorial se enfoca en el mandato de Pablo a Timoteo “Haz obra de evangelista” (2 Timoteo 4:5). Se nos recuerda que el sustantivo εὐαγγελιστής aparece sólo tres veces en el NT (para designar a Felipe en Hechos 21:8, en la lista de los ministerios Efesios 4:11, y en 2 Timoteo 4:5). Carson sospecha que la mayoría de nosotros entendemos el mandato “Haz obra de evangelista” dado a Timoteo así: que en medio de todo el trabajo ministerial (predicar, enseñar, instruir, corregir, sufrir), Timoteo no debe olvidarse de hacer el trabajo de un evangelista que consiste en proclamar el evangelio, compartir la fe a los no creyentes, a los de afuera. Esto es lo que Carson llama el concepto moderno de evangelista: aquél que proclama el evangelio a los no creyentes.
Carson considera que es un excelente consejo, pero señala 4 factores que le llevan a redefinir el mandato.
  1. Para algunos cristianos “el evangelio” es algo que se predica sólo a las personas no convertidas. En cambio, la santificación se basa en el discipulado que es posterior a la evangelización. Carson señala que en los últimos años muchos predicadores y teólogos han argumentado convincentemente que “el evangelio” más amplia que abarca tanto el evangelismo como el discipulado. En resumen, en el NT el evangelio se predica a los no creyentes y también a los creyentes, el evangelio no está restringido sólo a los no creyentes. Personalmente coincido con Carson en cuanto al sustantivo εὐαγγέλιον, pues Cristo es el evangelio y la iglesia debe estar centrada en el evangelio, es decir, en Cristo. Sin embargo, Carson propone que el sustantivo εὐαγγελιστής (“evangelista”) también tiene un alcance más amplio. A mi juicio, εὐαγγελιστής tiene un rango semántico más específico designando primariamente a la persona que proclama el evangelio a los no creyentes.
  2. Según Carson, el contexto de 2 Ti. 4:5 sugiere que se tiene en mente una visión amplia del ministerio evangélico. Carson considera que el mandato está dentro de una serie de mandatos amplios, por tanto, “haz obra de evangelista” debe tener un sentido más amplio abarcando todo el ministerio. Para verificar si esto es así, tenemos que releer el texto: “Te encarezco delante de Dios y del Señor Jesucristo, que juzgará a los vivos y a los muertos en su manifestación y en su reino, que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina. Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias, y apartarán de la verdad el oído y se volverán a las fábulas. Pero tú sé sobrio en todo, soporta las aflicciones, haz obra de evangelista, cumple tu ministerio”. (2 Ti 4:1-5). Luego de releer el texto, difícilmente observo lo mismo que el Dr. Carson. “Predica/proclama la palabra” (κήρυξον τὸν λόγον) me parece un asunto específico, y se le ordena a ser persistente cuando fuere oportuno o no (ἐπίστηθι εὐκαίρως ἀκαίρως) lo cual podría estar calificando el primer imperativo o simplemente signifique estar listo para ministrar.[1] Los imperativos “redarguye, reprende, exhorta” (ἔλεγξον, ἐπιτίμησον, παρακάλεσον, cf. 2 Ti. 3:16) también me parecen específicos y con un orden lógico en el contexto de la confrontación de los falsos maestros mencionados en los vv. 3-4. Por eso, "haz obra de evangelista" probablemente también debe tener un sentido específico.
  3. Carson admite que existe la posibilidad de que εὐαγγελιστής pueda tener un uso más restringido (alguien que predica el evangelio a los no creyentes) y cita Hch. 21:8 en donde se designa a Felipe como εὐαγγελιστής. Carson considera posible que Lucas se refiera a Felipe como “el evangelista” debido a su labor de predicación del evangelio a no creyentes como en el caso del etíope. No obstante, Carson considera que es difícil saber si Lucas piensa en Felipe como un evangelista en el sentido moderno. En este punto creo que es oportuno anotar otros textos que describen la labor de Felipe con relación al evangelio: Hch. 8:4-5: "Pero los que fueron esparcidos iban por todas partes anunciando el evangelio. Entonces Felipe, descendiendo a la ciudad de Samaria, les predicaba a Cristo". Hch. 8:12: "Pero cuando creyeron a Felipe, que anunciaba el evangelio del reino de Dios y el nombre de Jesucristo, se bautizaban hombres y mujeres". Hch. 8:35 "Entonces Felipe, abriendo su boca, y comenzando desde esta escritura, le anunció el evangelio de Jesús". Hch. 8:40: "Pero Felipe se encontró en Azoto; y pasando, anunciaba el evangelio en todas las ciudades, hasta que llegó a Cesarea". Es muy claro que la labor primaria de Felipe fue proclamar el evangelio a los no creyentes. Pese a lo dicho por el Dr. Carson, la labor de Felipe no me parece tan alejada de la definición moderna de evangelista. Por otro lado, no veo muy difícil saber lo que Lucas tenía en mente cuando se refería a Felipe como εὐαγγελιστής.En Ef. 4:11, Carson considera que la palabra εὐαγγελιστής se encuentra ubicada en una serie de expresiones relacionadas con el ministerio de la palabra. Esto sugiere que εὐαγγελιστής es el tipo de ministerio que asociamos con el “evangelismo”. Crisóstomo y Teodoreto aunque difieren en cuanto al alcance geográfico del evangelista, coinciden en señalar que el deber del evangelista consistía específicamente en predicar el evangelio. Probablemente Markus Barth está en lo correcto cuando sostiene que εὐαγγελιστής fueron misioneros que llevaron el evangelio a nuevas regiones[2].
  4. Finalmente, Carson indica que hay inscripciones que usan εὐαγγελιστής para referirse a sacerdotes paganos sin incluir la idea de que esos sacerdotes estaban tratando de ganar adeptos (quizá se refiera a Inscriptiones Graecae XII, 1, 675). Tiene razón al reconocer que este argumento no tiene mucho peso, pues hasta donde conozco ¡es la única inscripción!
Aunque no me parece muy convincente la propuesta de atribuir a εὐαγγελιστής un rango semántico más amplio que el de predicar el evangelio a los no creyentes, sin embargo estoy de acuerdo en que el εὐαγγέλιον es Cristo, y Cristo siempre es central para la iglesia.
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[1] Cf. William D. Mounce, Pastoral Epistles (WBC 46; Dallas: Word, 2002), 573.
[2] Cf. Markus Barth, Ephesians: Introduction, Translation, and Commentary on Chapters 4-6 (Doubleday: Yale University Press, 1974), 438. Harold Hoehner es de la misma opinión, Ephesians: An Exegetical Commentary (BECNT; Grand Rapids: Baker Academic, 2002), 543; Thomas K. Abbott entiende que se trata de aquellos que predicaron el evangelio a los paganos, A Critical and Exegetical Commentary on the Epistles to the Ephesians and to the Colossians (New York: C. Scribner's sons, 1909), 118; F. F. Bruce es todavía más enfático al decir que los evangelistas ejercen su ministerio con los de afuera en el mundo, The Epistles to the Colossians, to Philemon, and to the Ephesians (NICNT; Grand Rapids: Eerdmans, 1984), 347; cf. Frank Thielman, Ephesians (Grand Rapids: Baker Academic, 2010), 274.

sábado, 19 de abril de 2014

La resurrección de Jesucristo, la Historia y las presuposiciones filosóficas

Creo que N. T. Wright no necesita presentación entre los estudiantes de la Biblia. En su monumental obra acerca de la resurrección[1] Wright tocó temas de índole filosófica. Esto lo hizo al enfrentar el problema de la historicidad de la resurrección de Jesús el Mesías.
La filosofía no es muy popular en el mundo evangélico, para muchos un filósofo es “un hombre que está tratando de ganarse la vida pensando en cosas en que ningún otro puede pensar sin que le estalle la cabeza”[2]. Soy testigo del rechazo a la filosofía y, por ende, a los filósofos, pues se pregunta “¿quién los necesita?”. Paul Gould parece haber oído esta queja y ha respondido “La iglesia necesita de los filósofos y los filósofos necesitan de la iglesia” (The Church Needs Philosophers and Philosophers Need the Church).
Quizá alguien del gremio filosófico protestaría en que la filosofía no es un medio, sino un fin per se. Pero, ya sea que se le considere medio o fin, la reflexión filosófica resulta beneficiosa, al menos en este punto, con relación a la cuestión de la historicidad de la resurrección.
La toma de una posición evidenciará cierta postura filosófica, querámoslo o no. Cuando se trata de la resurrección de Jesucristo se desnudan las diversas cosmovisiones que se tienen, es inevitable. Al responder la pregunta ¿la resurrección es accesible a la investigación histórica? Wright encuentra diferentes respuestas que parten de presuposiciones filosóficas a las cuales repregunta: 
  • ¿No hay acceso? Los positivistas (positivistas lógicos, neopositivistas, post-positivistas) dicen que no hay acceso al acontecimiento de la resurrección, porque para ellos no es falsable. Como dice Wright “Negar la condición de ‘histórico’ a aquello a lo que no tenemos acceso directo es en realidad una manera de no hacer historia en absoluto”[3].
  • ¿No hay analogía? Hay quienes como Ernst Troeltsch consideran que como “en nuestra experiencia no se producen resurrecciones; por tanto, como historiadores, no podemos hablar de la resurrección”[4]. Pero, como objeta Wright, “Embutir este movimiento en categorías ya existentes, o negar su existencia alegando que carece de precedentes, no sería el trabajo de un historiador, sino el de un filósofo tipo Procrustes”[5].
  • ¿No hay verdaderas pruebas? Hay investigadores que consideran que las supuestas pruebas de la resurrección tienen otra explicación. Wright correctamente señala:
Pese a lo ingeniosas que son las muy diferentes soluciones de Lüdemann y Crossan, se muestran incapaces de responder a dicha cuestión desde una perspectiva que tenga sentido dentro de la historia real del siglo I. Lo mismo que las dos primeras objeciones al estudio de la Pascua cristiana como un fenómeno histórico, también ésta hace agua por todos lados.[6]

Es crucial, que el investigador sea honesto y reconozca que no existe la objetividad pura, algo que Wright se ha encargado de recordarles a muchos historiadores escépticos de la resurrección.[7] Y, a la par el investigador debe ser plenamente consciente de las presuposiciones filosóficas. La introducción de los prejuicios filosóficos en la investigación histórica también fue advertida por G. E. Ladd:
Uno de los más destacados eruditos del Nuevo Testamento en Estados Unidos escribía: "¿No es acaso axiomático que, aparte de aceptar que hay un orden en el universo, la investigación crítica histórica no puede tolerar presuposiciones teóricas? [ ... ] La ciencia y la filosofía modernas no tienen cabida para los milagros y las providencias especiales. La historia es el resultado de la compleja interacción de las fuerzas naturales y sociales y las acciones y reacciones de los hombres. No hay ni demonios ni ángeles. Dios actúa únicamente a través de los hombres". Si bien esta declaración repudia toda presuposición teórica, de hecho afirma una presuposición básica: que no pueden ocurrir milagros. Este concepto positivista o naturalista de la historia no es un elemento de la tradición cristiana, sino producto del racionalismo del renacimiento filosófico del siglo XVIII. Es el resultado de intentar usar la historia como si fuera una de las ciencias naturales. Conviene tener en cuenta que esta historiografía no es producto de la fe cristiana ni del estudio inductivo de la Biblia, sino del razonamiento secular.[8]
J. Warwick Montgomery quien contó una parábola para ilustrar cómo las presuposiciones afectan la percepción de la realidad:
Había una vez un hombre que pensaba que estaba muerto. Su preocupada esposa y sus amigos le enviaron al amistoso psiquiatra del barrio. El psiquiatra decidió curarlo convenciéndole de un hecho que contradijera su creencia de que estaba muerto, y para ello decidió emplear la sencilla verdad de que los muertos no sangran. Puso a trabajar a su paciente haciéndole leer textos médicos, observando autopsias, etc. Después de semanas de esfuerzos, el paciente dijo, finalmente: “¡Vale!, ¡vale! Me ha convencido. Los muertos no sangran.” Entonces el psiquiatra le pinchó el brazo con una aguja, y salió la sangre. El paciente contempló aquello con una cara distorsionada y cenicienta, y gritó: “¡Señor! ¡Pues, después de todo, resulta que los muertos sangran!”
Montgomery comenta:
Esta parábola ilustra que si uno mantiene presuposiciones falsas con la suficiente tenacidad, los hechos no servirán para nada, y uno podrá montarse un universo totalmente propio, totalmente carente de relación con la realidad, y totalmente incapaz de ser tocado por la realidad. Esta condición (que los filósofos llaman solipsística, los psiquiatras autismo psicópata, y los abogados demencia) es equivalente a la muerte, porque la relación con el mundo de la realidad queda cortada. El hombre de esta parábola no sólo creía estar muerto, sino que en un sentido muy real estaba muerto, por cuanto los hechos habían dejado de tener ningún significado para él.[9]
Hay mucho que agradecer a Wright por su enorme trabajo y su perspicacia al tratar temas filosóficos a los cuales no rehuye. Precisamente Wright aborda los problemas filosóficos del conocimiento en otro trabajo. Opuesto al positivismo y fenomenalismo, Wright propone una forma de realismo crítico, que consiste en reconocer la realidad de la cosa conocida, como algo diferente del sujeto cognoscente (‘realismo’), y a la vez reconoce totalmente que el único acceso a esta realidad es por medio de un camino de diálogo o conversación entre el sujeto cognoscente y la cosa conocida (‘crítico’). El conocimiento, aunque en principio se refiere a realidades independientes del sujeto cognoscente, nunca es en sí mismo independiente del sujeto cognoscente.[10] Esta propuesta de realismo crítico es saludable para abordar la historicidad de la resurrección.
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[1] N. T. Wright, La resurrección del Hijo de Dios: Los orígenes cristianos y la cuestión de Dios (Madrid: Verbo Divino, 2008).
[2] Esta divertida semblanza del filósofo la propuso un tal Sr. Dooley citado por Warren C. Young, Enfoque cristiano a la filosofía (2ª ed.; El Paso: CBP, 1965), 13.
[3] Wright, op. cit., 43, negritas mías.
[4] Ibíd., 44.
[5] Ibíd., 45, negritas mías.
[6] Ibíd., 48, negritas mías.
[7] Ibíd., 59.
[8] George E. Ladd, Creo en la resurrección de Jesús (Miami: Caribe, 1977), 31, negritas mías.
[9] Citado por Josh McDowell, Evidencia que exige un veredicto II (Terrasa: CLIE, 1988), 32-33.
[10] Wright, The New Testament and the People of God (London: SPCK, 1992), 35, negritas mías.

viernes, 18 de abril de 2014

"Consumado es" τετέλεσται (Juan 19:30)

"Consumado es" τετέλεσται (Juan 19:30) es el perfecto indicativo pasivo de τελέω que significa “completar una actividad o proceso, llevar a su fin, finalizar, completar”[1]. Este verbo se usa con frecuencia en el NT (28 veces: Mt. 7:28; 10:23; 11:1; 13:53; 17:24; 19:1; 26:1; Lc. 2:39; 12:50; 18:31; 22:37; Jn. 19:28,30; Hch. 13:29; Ro. 2:27; 13:6; 2 Co. 12:9; Gl. 5:16; 2 Ti. 4:7; Stg. 2:8; Ap. 10:7; 11:7; 15:1,8; 17:17; 20:3,5,7). Éste es generalmente el significado con que se usaba en la literatura griega.[2] 
Desde una perspectiva humana, un crucificado estaba muriendo de la manera más horrenda y cruel, era una persona totalmente derrotada. La cruz era el abismo más hondo en la vida. En cambio, para Jesús y Su ministerio la cruz es la cima, el climax, la cúspide, el cumplimiento... el éxito. τετέλεσται no es expresión de fracaso, es un grito de gozo y victoria, de logro. ¡Debió ser absolutamente sorprendente escuchar al Crucificado decir τετέλεσται! La cruz no es derrota para Cristo, es Su triunfo. ¡Y, nosotros nos gozamos en el triunfo del Crucificado! 
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[1] W. Bauer et al., A Greek-English Lexicon of the New Testament and Other Early Christian Literature (3a ed.; Chicago: University of Chicago Press, 2000), 997. 
[2] Cf. τελέω en Henry George Liddell et al., A Greek-English Lexicon (Oxford; New York: Clarendon Press; Oxford University Press, 1996), 1771-1772. Ver también Theological Dictionary of the New Testament (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 1964), 8:57-58.

jueves, 17 de abril de 2014

La Gran Comisión (Mt. 28:19) y el participio πορευθέντες (“id”), una vez más

En este artículo estoy reexaminando la traducción y la gramática de la Gran Comisión. La versión Reina-Valera traduce correctamente el participio aoristo pasivo plural πορευθέντες como el imperativo plural “id”. Pero, me llama la atención la existencia de una interpretación muy difundida la cual sostiene que el participio πορευθέντες debe traducirse como el gerundio “yendo” y que tiene la idea casual de “mientras estéis yendo”. Con esta perspectiva, toda la iglesia no tendría que obedecer al supuesto mandato de “id”, pues no sería un mandato sino una situación casual.
La versión revisada de la Gran Comisión sería “si es que estáis yendo” y circunstancialmente se referiría los misioneros que cruzan fronteras. Bajo este criterio, no es necesario que toda la iglesia vaya, pero es posible que vaya en alguna forma.
Es cierto que la palabra griega πορευθέντες en su forma es un participio aoristo pasivo plural. Pero, en su función tiene sentido imperativo porque es una circunstancia acompañante. El participio de circunstancia acompañante se usa para comunicar una acción que está coordinada con el verbo finito y recoge el modo del verbo principal.[1] πορευθέντες es un participio aoristo que está antes del verbo principal, y el verbo principal está en modo imperativo aoristo. En el evangelio de Mateo, todas las veces que aparece el participio aoristo de πορεύομαι precediendo a un verbo imperativo aoristo tiene el sentido imperativo.
y enviándolos a Belén, dijo: Id (participio aoristo πορευθέντες) allá y averiguad (imperativo aoristo ἐξετάσατε) con diligencia acerca del niño; y cuando le halléis, hacédmelo saber, para que yo también vaya y le adore. (Mt. 2:8).
Id (participio aoristo πορευθέντες), pues, y aprended (imperativo aoristo μάθετε) lo que significa: Misericordia quiero, y no sacrificio. Porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores, al arrepentimiento. (Mt. 9:13).
Respondiendo Jesús, les dijo: Id (participio aoristo πορευθέντες), y haced saber (imperativo aoristo ἀπαγγείλατε) a Juan las cosas que oís y veis. (Mt. 11:4).
Sin embargo, para no ofenderles, ve (participio aoristo πορευθεὶς) al mar, y echa (imperativo aoristo βάλε) el anzuelo, y el primer pez que saques, tómalo, y al abrirle la boca, hallarás un estatero; tómalo, y dáselo por mí y por ti. (Mt. 17:27).
E id (participio aoristo πορευθεῖσαι) pronto y decid (imperativo aoristo εἴπατε) a sus discípulos que ha resucitado de los muertos, y he aquí va delante de vosotros a Galilea; allí le veréis. He aquí, os lo he dicho. (Mt. 28:7).
Si el participio πορευθέντες tiene un sentido imperativo, entonces este mandato sí es vinculante a toda la iglesia y a cada creyente. Por tanto, la iglesia es la llamada a ser la misionera, cada creyente debe ser un misionero. Entonces, surge la pregunta: ¿cómo es que toda la iglesia puede cumplir este mandato? Para algunos, en la práctica es imposible. El problema es la forma como se ha entendido el resto del texto. Así, la expresión “todas las naciones” se ha entendido sólo en su extensión geográfica, pero la palabra griega ἔθνος tiene un sentido principalmente social y cultural, se refiere a “un cuerpo de personas unidas por parentesco, cultura y tradiciones comunes”[2]. La iglesia no sólo cumple el mandato de ir al cruzar una frontera geográfica de un Estado, sino principalmente al cruzar las fronteras socio-culturales, económicas, políticas y religiosas. Es decir, el mandato de “id” demanda el abandono del etnocentrismo que es la “tendencia emocional que hace de la cultura propia el criterio exclusivo para interpretar los comportamientos de otros grupos, razas o sociedades” (DRAE), para ir y hacer discípulos a todos los grupos de personas.
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[1] Cf. Daniel B. Wallace, Greek Grammar Beyond the Basics: Exegetical Syntax of the New Testament (Grand Rapids: Zondervan, 1996), 640,645.
[2] W. Bauer et al., A Greek-English Lexicon of the New Testament and Other Early Christian Literature (3a ed.; Chicago: University of Chicago Press, 2000), 276.

miércoles, 16 de abril de 2014

Oraciones por la salud del Dr. Rodney Decker

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La salud del Dr. Rodney Decker es delicada, según la información en su página. El hermano Rodney es para mí un διδάσκαλος, pues al publicar sus estudios en internet pude tener acceso a un tesoro de bendiciones. Es muy generoso de su parte haber puesto a disposición de todos tal preciosa información para nuestra edificación.
Mi manera de apreciar los estudios bíblicos cambió radicalmente al tener contacto con el trabajo del Dr. Decker. Mi forma de entender la gramática griega (sintaxis, semántica), y por ende, la exégesis del Nuevo Testamento fue influida considerablemente por medio del trabajo del Dr. Decker. 
Es mi oración que Nuestro Dios siga siendo glorificado en la vida de nuestro querido hermano Rodney Decker y en la de toda su familia.
Porque de él, y por él, y para él, son todas las cosas. A él sea la gloria por los siglos. Amén. (Ro. 11:36)  
Soli Deo Gloria

domingo, 13 de abril de 2014

Pedro, la iglesia en Jerusalén, la iglesia en Antioquía, el etnocentrismo y la Misión Integral-Transcultural

El etnocentrismo es la “tendencia emocional que hace de la cultura propia el criterio exclusivo para interpretar los comportamientos de otros grupos, razas o sociedades” (DRAE). Aunque el uso del término “etnocentrismo” dentro de la antropología data de fines del s. XIX e inicios del s. XX (con William Graham Sumner), eso no significa que dicho fenómeno estaba ausente en las sociedades del pasado. La tensión entre el endo-grupo y el exo-grupo se ha producido a lo largo de la historia de las etnias. El judaísmo tenía un elemento peculiar: su elección como pueblo de Dios. El judaísmo del Segundo Templo vivía una especie de nominalismo del pacto, es decir, su pertenencia al pacto se expresaba en una observancia irrestricta a la Ley mosaica. Eso les proporcionaba identidad. Con la llegada del cristianismo, esa clase de etnocentrismo del pacto seguía vigente entre los miembros de la comunidad mesiánica los cuales eran judíos étnicos. Pedro nos sirve como ejemplo de este problema en la iglesia apostólica:
Y les dijo: Vosotros sabéis cuán abominable es para un varón judío juntarse o acercarse a un extranjero; pero a mí me ha mostrado Dios que a ningún hombre llame común o inmundo; por lo cual, al ser llamado, vine sin replicar. (Hch. 10:28-29)
Entonces Pedro, abriendo la boca, dijo: En verdad comprendo que Dios no hace acepción de personas, sino que en toda nación se agrada del que le teme y hace justicia. (Hch. 10:34-35)
Generalmente somos apresurados en juzgar a Pedro y a los primeros cristianos de etnocentristas, y hasta discriminatorios. Sin embargo, bien podríamos invitar a que tire la primera piedra a quienes estén libres del etnocentrismo. Todos tenemos en alguna medida esa clase de tendencia.
La misión integral que el Cristo resucitado ordenó a sus discípulos muchas veces se cumple en su extensión geográfica, pero hay dificultad al llevarla a cabo en su extensión socio-cultural y étinca. Vamos a otros grupos étnicos, pero les imponemos nuestra cultura.
Por otro lado, la misión transcultural es muy personalista, es decir, es tarea únicamente del misionero “profesional” el cual tiene que aprender/adoptar la lengua y las costumbres de la etnia que se quiere alcanzar. La iglesia local generalmente es una espectadora y alentadora de esto, la iglesia envía a quienes cumplirán con esta misión transcultural y esperará las noticias para luego enviar fondos. No somos muy conscientes de la internacionalidad de la iglesia. Si la iglesia es la misionera, entonces deberíamos todos los cristianos ser transculturales. Lo lamentable es que quienes son enviados a evangelizar a pueblos lejanos son etnocentristas. C. René Padilla comenta cómo esto sucedió en la evangelización en Hispanoamérica:
No menos nociva para la causa del evangelio que el "cristianismo secular" es la identificación del cristianismo con una cultura o expresión cultural determinada. En el siglo XVI América Latina fue conquistada en nombre de los reyes Católicos de España. Se trataba no solamente de una conquista militar, sino también de una conquista religiosa. Se trataba de implantar no solamente la cultura ibérica, sino también una "cultura cristiana." Es sólo en los últimos años que Roma ha tomado conciencia de que el cristianismo de los pueblos latinoamericanos es casi completamente nominal. En el siglo XIX la extensión misionera cristiana estada tan estrechamente vinculada con el colonialismo europeo que el cristianismo llegada a identificarse en Asia y África como la religión del hombre blanco.

Hoy en día, sin embargo, hay otra forma de "cristianismo-cultura" que ha venido a dominar el escenario mundial: el "American Way of Life." El fenómeno es descrito por un autor evangélico norteamericano en los siguientes términos: "Hemos equiparado el 'americanismo' con el cristianismo hasta el punto que estamos tentados a creer que la gente en otras culturas al convertirse debe adoptar los patrones institucionales estadounidenses. A través de procesos psicológicos naturales se nos conduce a creer inconscientemente que la esencia de nuestro 'American Way of Life' es básica, si no totalmente cristiana".[1]
Lo mismo podríamos decir de nosotros al hacer misión en Estados Unidos, que sería nocivo imponer nuestro “estilo de vida peruano” (o latinoamericano) a los estadounidenses. A decir verdad, somos igualmente tentados en pensar que nuestra cultura es “mejor” en algunos sentidos como para llevarla a otros pueblos. Esa no es la forma como se hace la misión integral en el Nuevo Testamento. La misión integral neotestamentaria no tiene la idea de establecer iglesias autóctonas (como si las hubiera) allá en los pueblos alejados del mundo, de ellos, por ellos y para ellos sin contacto con nosotros. La iglesia neotestamentaria es local y a la vez internacional. Los de allá pertenecen ahora a los de acá y viceversa. Cualquiera que recibe el glorioso evangelio es parte de nuestra familia y nosotros de la suya. "Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús" (Gl. 3:28). La transculturación no debe ser solamente tarea de la persona que cruzará los mares, toda la iglesia necesita ser entrenada en la transculturación. La transculturación no era tarea de Pedro, sino que toda la iglesia tuvo que ser entrenada y eso trajo más gloria a Dios. La iglesia en Jerusalén no estaba cómoda con lo sucedido con Pedro y Cornelio, había un etnocentrismo eclesial.
Oyeron los apóstoles y los hermanos que estaban en Judea, que también los gentiles habían recibido la palabra de Dios. Y cuando Pedro subió a Jerusalén, disputaban con él los que eran de la circuncisión, diciendo: ¿Por qué has entrado en casa de hombres incircuncisos, y has comido con ellos? (Hch. 11:1-3)
Pero, esta crisis fue una oportunidad que Pedro aprovechó para cumplir su función pedagógica con el pueblo de Dios:
Si Dios, pues, les concedió también el mismo don que a nosotros que hemos creído en el Señor Jesucristo, ¿quién era yo que pudiese estorbar a Dios? Entonces, oídas estas cosas, callaron, y glorificaron a Dios, diciendo: ¡De manera que también a los gentiles ha dado Dios arrepentimiento para vida! (Hch. 11:17-18)
Finalmente, esto se tenía que llevar a la realidad. Y, esto se cristaliza en Antioquía recibiendo el respaldo de la iglesia en Jerusalén:
Pero había entre ellos unos varones de Chipre y de Cirene, los cuales, cuando entraron en Antioquía, hablaron también a los griegos, anunciando el evangelio del Señor Jesús. Y la mano del Señor estaba con ellos, y gran número creyó y se convirtió al Señor. Llegó la noticia de estas cosas a oídos de la iglesia que estaba en Jerusalén; y enviaron a Bernabé que fuese hasta Antioquía. Éste, cuando llegó, y vio la gracia de Dios, se regocijó, y exhortó a todos a que con propósito de corazón permaneciesen fieles al Señor. Porque era varón bueno, y lleno del Espíritu Santo y de fe. Y una gran multitud fue agregada al Señor. (Hch. 11:20-24)
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[1] C. René Padilla, Misión Integral: Ensayos sobre el Reino y la iglesia (Grand Rapids/Bs. As.: Nueva Creación/Eerdmans, 1986), 14-15.

lunes, 7 de abril de 2014

Dorcas y la Misión Integral

La misión integral no es algo novedoso, es sencillamente la misión encargada por Cristo a sus discípulos conocida como la Gran Comisión, de hacer discípulos que obedecen lo mandado por Cristo (Mat 28:20). Al imitar a Cristo en el predicar y en el hacer, se cumple la Gran Comisión. Es cumplirla como lo hacía Jesucristo “haciendo bienes y sanando a todos los oprimidos por el diablo” (Hch. 10:38). El relato de Tabita/Dorcas puede ilustrarnos esto. El texto lucano dice:
Había entonces en Jope una discípula llamada Tabita, que traducido quiere decir, Dorcas. Esta abundaba en buenas obras y en limosnas que hacía.Y aconteció que en aquellos días enfermó y murió. Después de lavada, la pusieron en una sala. Y como Lida estaba cerca de Jope, los discípulos, oyendo que Pedro estaba allí, le enviaron dos hombres, a rogarle: No tardes en venir a nosotros. Levantándose entonces Pedro, fue con ellos; y cuando llegó, le llevaron a la sala, donde le rodearon todas las viudas, llorando y mostrando las túnicas y los vestidos que Dorcas hacía cuando estaba con ellas. Entonces, sacando a todos, Pedro se puso de rodillas y oró; y volviéndose al cuerpo, dijo: Tabita, levántate. Y ella abrió los ojos, y al ver a Pedro, se incorporó. Y él, dándole la mano, la levantó; entonces, llamando a los santos y a las viudas, la presentó viva. Esto fue notorio en toda Jope, y muchos creyeron en el Señor. (Hch. 9:36-42)
Generalmente se resalta el milagro de la resurrección de Tabita/Dorcas (“gacela” o “cierva”), pero ahora quiero destacar otros detalles de este relato. Se nos dice que la mujer ἦν πλήρης “estaba llena”, tenía plenitud/riqueza ¿en qué, o de qué? La llenura de Tabita era ἔργων ἀγαθῶν καὶ ἐλεημοσυνῶν ὧν ἐποίει “buenas obras y acciones de caridad”, ἐλεημοσυνῶν las "acciones de caridad" se refieren a las limosnas. La generosidad hacia los necesitados no es una característica peculiar del cristianismo, la Ley contenía normas para proteger a los necesitados (Dt. 10:18; 24:17-21; 26:12-13; 27:19). Jehová siempre cuidó de los desamparados. Tabita era una creyente con un corazón generoso hacia los desamparados, específicamente a las viudas. Sabemos que las viudas generalmente eran mujeres que estaban en el desamparo. Lo distintivamente cristiano consistía en la Persona de Jesucristo mostrada a través de la vida de Tabita. Al mirar a Tabita, aquellas viudas veían un ejemplo vivo de lo que significa ser un discípulo de Cristo resumido en dos palabras: fe y amor. Un detalle importante es que sólo aquí se usa la palabra μαθήτρια “discípula”, seguidora de Jesucristo. El relato nos informa que Tabita enfermó y murió. Si bien es cierto que la muerte del creyente es estimada a Jehová (Sal. 116:15) y es ganancia (Flp. 1:21), en este caso aunque para Tabita sea ganancia, no lo era para aquellas viudas desamparadas. Alguien podría haber protestado diciéndoles a las viudas “dejen de llorar y permitan que Tabita descanse en paz, ella está en mejor vida”. Las viudas lloran porque el amor de Tabita hacia ellas había cosechado el amor desde ellas. Y, sí, lloran no por el desamparo, sino porque aman a alguien que les mostró amor concreto. Por eso, cuando llega Pedro le muestran llorando las túnicas que Tabita les hacía. El amor de Tabita era abundantemente visible.
A Pedro lo mandan a llamar con urgencia. Es probable que haya habido en el corazón de los hermanos y los desamparados de Jope esperanza en el poder de Dios sobre la muerte. Se conservaba el cadáver por tres días porque se creía que después de tres días el alma se iba definitivamente (m. Yebamot 16.3; Levítico Rabbah 18.1; Eclesiatés Rabbah 12.6). La distancia entre Jope y Lida era alrededor de 16 km, por ello no sorprende que haya llegado pronto la noticia de la presencia de Pedro en Lida. Con la prisa con que fueron enviados aquellos dos creyentes probablemente hicieron el viaje aproximadamente en 2 horas y media (si fueron a pie). La frase μὴ οκνήσῃς “no tardes” es un hapax del cual se conjetura que se trataba sólo de una petición formal o indicaba que tenían temor de que Pedro no accediera a la petición. A mi juicio, debido al contexto esta expresión revela la urgencia que hay en el pedido. La respuesta de Pedro también merece nuestra consideración. Para Pedro, atender al pedido de aquellos hermanos de Jope no era una alteración de su agenda apostólica, más bien esta era su agenda y la de Cristo. Lo demás lo conocemos perfectamente. Pedro llega, recibe el informe del testimonio de Tabita y se produce el milagro, ¡un extraordinario milagro!
Juan Calvino observa que Dios pudo haber mantenido viva a Dorcas para seguir cuidando a las viudas. Pero al levantarla de entre los muertos, Dios le dio dos vidas. Al mismo tiempo, mostró a las viudas el poder de su Hijo, quien es el autor de la vida.[1]
Ciertamente, Tabita no sólo fue devuelta a la vida para mostrar caridad a las viudas, sino que aquellas viudas debían conocer que el Señor de Tabita trasciende al poder tan temido de la muerte. Las viudas seguirán siendo ayudadas en lo temporal, con su mirada puesta en lo intemporal. Ellas comprendieron que Jesucristo es el Sustentador y el Dador de la Vida.
El texto termina informándonos que muchos creyeron al conocerse esto. La misión integral no comete el error del evangelio social en donde se suplanta la necesidad trascendente por la inmanente. Es decir, sólo da el pan físico olvidando al Pan de Vida. Pero, inversamente la misión integral evita la dualidad platónica de sólo preocuparse por el “espíritu” y el “más allá” cerrando los ojos a las necesidades temporales del “cuerpo” y del “más acá”. La misión integral es eso, integral, teniendo como mensaje y contenido central al Señor Jesucristo, “para que en todo tenga la preeminencia” (Col. 1:18).
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[1] Simon J. Kistemaker, Hechos (Grand Rapids, MI: Libros Desafío, 2007), 386.

viernes, 21 de marzo de 2014

Sugel Michelén y Eduardo Saladín: ¿Pastores o Depredadores?

Interesante conversación entre Sugel Michelén y Eduardo Saladín, no sólo para pastores y quienes aspiran serlo, sino para todos los miembros de nuestras iglesias.

martes, 18 de marzo de 2014

"Y Daniel propuso en su corazón no contaminarse..." (Daniel 1:8)

Y Daniel propuso en su corazón no contaminarse con la porción de la comida del rey, ni con el vino que él bebía; pidió, por tanto, al jefe de los eunucos que no se le obligase a contaminarse. (Dn. 1:8).
Este es probablemente uno de los versículos más querido del libro de Daniel. De niño lo aprendí de memoria y sigue siendo tan desafiante e inspirador como en aquella etapa de mi vida. Anoche, en nuestras clases de estudio bíblico, John Jairo Paredes llamó mi atención a este texto al citar la opinión de Christopher J. H. Wright acerca de Dn. 1:8 en su libro Probados por el fuego. Mi interés en este artículo es repasar una de las explicaciones que se han dado sobre la decisión de Daniel, y es la siguiente:
El participar de la comida traída de la mesa de rey era para ellos contaminador, porque estaba prohibido por la ley: no tanto porque la comida no hubiese sido preparada según la ordenanza levítica, sino que tal vez consistía en animales que para los Israelitas eran inmundos, ya que en dicho case los jóvenes no estaban bajo la necesidad de abstenerse del vino. Pero la razón de su abstención era que los paganos en sus fiestas ofrecían en sacrificio a sus dioses parte de la comida y la bebida y de este modo consagraban sus comidas mediante un rito religioso; por lo tanto, no sólo aquel que participaba en tal comida participaba en la adoración a ídolos, sino que la comida y el vino como un todo eran la comida y el vino del sacrificio a un ídolo y participar de éste, según lo escrito por el apóstol (1 Co. 10:20) es lo mismo que sacrificar a los demonios. El abstenerse de tal comida y bebida no manifiesta ningún rigorismo que exceda la ley mosaica, tendencia que se manifestó en tiempos de los macabeos.[1]
Esto es citado con aprobación por E. L. Carballosa[2]. Esta interpretación es muy popular entre los comentaristas, pero presenta un obstáculo infranqueable. Es verdad que los babilonios ofrecían diariamente a sus dioses la comida y la bebida, pero no sólo ofrecían la carne y el vino, también ofrecían a sus dioses los vegetales y hasta el agua.[3] Virtualmente toda la comida babilónica era inmunda (cf. Ez. 4:13).[4] Por otro lado, Nehemías era un creyente que compartía la copa con el rey, pero no leemos ninguna objeción al respecto, y en el libro de Ester se guarda silencio al respecto. Un detalle que me llama la atención es que la alimentación con agua y vegetales era común entre los pobres quienes sólo comían carne roja durante los festivales[5]. Es evidente que la explicación de no contaminarse debe ser otra. Por tanto, a mi juicio, la explicación más probable es esta:
La contaminación no está tanto en algo relacionado con la comida en sí, sino en el programa total de asimilación. En ese momento, el gobierno babilonio ejerce control sobre todos los aspectos de sus vidas. Cuentan con pocos medios con los cuales resistirse a las fuerzas de asimilación que los controlan. Echan mano de una de las pocas áreas en las que aún pueden ejercer su decisión, como una oportunidad de conservar su identidad propia.[6]
Quizá, también subyace en la decisión de Daniel una identificación de él, un príncipe de Judá, con su pueblo que está en cautiverio y pobreza. De esta manera se libera de la contaminación que representa la injusticia de comer abundantemente en el palacio babilónico, teniendo un pueblo que sólo disfrutaría de ello sólo en situaciones excepcionales.

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[1] C. F. Keil y F. Delitzsch, Commentary on the Old Testament (Peabody, MA: Hendrickson, 2002), 9:539-540.
[2] Cf. Evis L. Carballosa, Daniel y el reino mesiánico (ed. rev.; Grand Rapids, MI: Portavoz, 1999), 47.
[3] Cf. Julye Bidmead, The Akitu Festival: Religious Continuity and Royal Legitimation in Mesopotamia (Gorgias Press LLC, 2004), 114. Cf. H. W. F. Saggs, Everyday Life in Babylonia and Assyria (Dorset Press, 1987), 174; A. Leo Oppenheim, Ancient Mesopotamia: Portrait of a Dead Civilization (ed. rev.; Chicago/London: University of Chicago, 1977), 193; John E. Goldingay, Daniel (WBC 30; Dallas: Word, Incorporated, 2002), 18-19; John H. Walton, Victor H. Matthews y Mark W. Chavalas, Comentario del contexto cultural de la Biblia: Antiguo Testamento (El Paso: Mundo Hispano, 2004), 830.
[4] Cf. Joyce G. Baldwin, Daniel: An Introduction and Commentary (TOTC 23; Nottingham, England: Inter-Varsity Press, 1978), 92.
[5] Cf. Saggs, op. cit., 175. La carne era cara, los dioses y el rey recibían grandes cantidades de carne (cf. Karen Rhea Nemet-Nejat, Daily Life in Ancient Mesopotamia [Greenwood Publishing Group, 1998], 159).
[6] Walton et al., op. cit., 830.