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lunes, 1 de septiembre de 2008

ὡς σεαυτόν (Mt. 22.39) y la autoestima

Mt. 22.39 dice simplemente:
δευτέρα δὲ ὁμοία αὐτῇ, ἀγαπήσεις τὸν πλησίον σου ὡς σεαυτόν.
"Amarás a tu prójimo como a ti mismo"
Antes de revisar acerca de este texto, creo que merece atención lo que David G. Myers dice respecto de la autoestima:

Se cree ampliamente que la mayoría de nosotros sufre del problema de baja autoestima “Yo no estoy bien, tú estás bien”. Hace una generación, el psicólogo humanista Carl Rogers (1958) concluyó que la mayoría de las personas que él conocía “se menosprecian a sí mismas, se consideran a sí mismas como despreciables y antipáticas”. Muchos divulgadores de la psicología humanista están de acuerdo con él. “Todos nosotros tenemos complejos de inferioridad”, afirma John Powell (1989), “Aquellos que parecen no tener dicho complejo sólo están fingiendo”. O como lo planteó Groucho Marx: “Nunca ingresaría a ningún club que aceptara a una persona como yo”.
En realidad, la mayoría de nosotros tenemos una buena reputación ante nosotros mismos. En estudios sobre autoestima, aun las personas de puntuaciones bajas responden en el rango medio de las puntuaciones posibles. (Una persona con autoestima “baja” responde a enunciado tales como “Tengo buenas ideas” con un adjetivo calificativo, tal como “algo” o “en ocasiones”.) Más aún, en una de las conclusiones más provocadoras y firmemente establecidas de la psicología social, se refiere a la potencia del sesgo de autoservicio.[1]

No pretendo polemizar acerca de este tema, pero creo que necesita evaluarse exegéticamente la evidencia bíblica presentada. A mi juicio, por lo menos en el texto de Mt. 22.39, se ha cometido una falacia exegética. Lo que sigue es gran parte del ensayo de Daniel B. Wallace sobre este texto:
Nuestro objetivo en este breve ensayo no es trazar la historia de esta interpretación, sino argüir que es una falacia. Desentrañando el significado del verso resulta la siguiente traducción ampliada: “Amarás a tu prójimo como ya te amas a ti mismo”. De este modo, el amor propio es asumido en este texto, no mandado.
Hay dos razones para argüir que este es el significado del texto aquí. Primero, una comparación establece normalmente un estándar o una norma contra la que alguna posición se presente. La partícula griega ὡς es el primer medio usado para sugerir tal comparación en el Nuevo Testamento (y se usa en Mt. 22.39). Por ejemplo, en Mt. 12.13, Jesús sanó una mano de un hombre, “haciéndola íntegra, como la otra”. La mano íntegra fue el estándar contra el cual la mano ya sanada fue medida. En Mt. 17.2, el rostro de Jesús “resplandeció como (ὡς) el sol”. Obviamente, sol es el estándar por medio del cual la comparación sería hecha. En Mt. 28.4, los soldados vigilando la tumba de Jesús se “volvieron como muertos” cuando ellos vieron al ángel. En Ro. 9.27, el número de hijos de Israel serían “como (ὡς) las arenas del mar”. En 2Ti. 2.9 Pablo dice que él está llevando cadenas “como (ὡς) un criminal”. 1P. 1.24 dice que “toda carne es como (ὡς) la hierba”. En todos estos textos (y resultados de otros textos en el NT) una comparación es hecha. En cada uno, la comparación comienza con un estándar o norma. Pero si Mt. 22.39 implica dos mandatos, entonces no hay estándar de comparación. Argüir que debemos amar a nuestro prójimo tanto como nosotros debemos amarnos a nosotros mismos no establece ni un estándar o norma.
Segundo, y más específicamente, ὡς se halla a veces a continuación de un mandato. Cuando es así, ¿cuál verbo sería implicado en la cláusula ὡς? En todas las veces, se debería leer el indicativo.[2] Esto es, la comparación no es de mandato con mandato, sino de un mandato con un estándar que ya está siendo seguido. Note los siguientes ejemplos.[3]
Mt. 6.5 –“Cuando oréis, no seáis como [son] los hipócritas”
Mt. 6.10 –“hágase tu voluntad en la tierra como [es] en el cielo”
Mt. 6.16 –“Cuando ayunéis, no pongáis cara triste como [hacen] los hipócritas”
Mt. 10.16 –“sed sabios como [son] las serpientes y sencillos como [son] las palomas”
Mt. 18.3 –“vuelvan como [son] los niños”
Lc. 15.19 –“trátame como [si fuera] uno de tus jornaleros”
Lc. 22.26 –“sea el mayor entre vosotros como el más joven”
Gá. 4.12 –“Volveos como [soy yo]”
2Ts. 3.15 –“No lo tengáis como [si fuera] un enemigo, sino amonestadle como a hermano”
1Ti. 5.1 –“Reprende a un anciano como [si fuera] un padre”
Flm. 17 –“Recíbele como [si me recibieras] a mí”
En conclusión, ¿el amor propio es bíblico? Realmente, sí. Es bíblico en que se asume ser verdad (cf. Ef. 5.29). Pero ¿se ordena el amor propio? Difícilmente. El primario texto de prueba para ello es Mt. 22.39.[4] Y, como hemos intentado demostrar, que el texto significa que el amor propio es asumido, no mandado. Además, hay numerosos textos que sugieren que nuestras vidas necesitan ser orientadas a los demás. El significado llano del pasaje en Flp. 2.3 (“estimando cada uno a los demás como más importantes que vosotros mismos”) debería contrapesar cualquier noción de que nuestro enfoque en la vida debería estar en uno mismo. El ejemplo del Señor Jesús sigue esta declaración programática en Flp. 2.3. En vv. 6-11 Jesús es visto como el ejemplo supremo de auto sacrificio. El versículo 5 vincula la actitud de Jesús a lo que debería ser la nuestra: “Haya en vosotros mismos esta mentalidad que hubo también en Cristo Jesús”. También, nosotros deberíamos seguir los pasos del maestro y dirigir nuestras vidas hacia afuera y hacia arriba.
Tal absorción con el sí mismo es endémica a la naturaleza humana y, en particular, está convirtiéndose en el sello distintivo de Occidente. Estamos impulsándonos rápidamente hacia el narcisismo y la anarquía a causa de tales actitudes. En contra de esto, la Biblia habla con claridad.
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[1] David G. Myers, Psicología Social (2ª ed.; México: McGraw-Hill), 88.
[2] No sin frecuencia, el verbo es afirmado realmente. El indicativo es el modo hallado. Cf. Mt. 5.48 (“sed perfectos como vuestro Padre en los cielos es perfecto”); 6.12 (“perdónanos nuestras deudas, así como nosotros hemos perdonado a nuestros deudores”); 8.13; 15.28; 18.33; 27.65; Col. 3.18; Ap. 18.6; etc.
[3] Aún os gustaríais examinar estos ejemplos por medio de suplir un imperativo o un subjuntivo en la cláusula ὡς. Por ejemplo Mt. 6.5, “Cuando ores no seas como los hipócritas”. Obviamente, esto tiene poco sentido.
[4] Efesios 5.33 tiene una construcción similar y debería ser interpretado similarmente. “Maridos, amad a vuestras esposas como a vosotros mismos” no significa “amad a vuestras esposas como deberíais amaros a vosotros mismos”, sino “como vosotros ya os amáis a vosotros mismos”.

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