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martes, 3 de febrero de 2009

Virkler: trasfondo histórico-cultural

La existencia humana es inseparable al espacio-tiempo, hay conexiones que no podemos pasar por alto. Nuestro tejido conceptual y textual está ligado a nuestro contexto histórico-cultural. El lenguaje, se asume, está relacionado al trasfondo histórico-cultural.
Debemos solicitar el auxilio de la historia y la comprensión cultural. Necesitamos disponer de una metodología. Virkler propone lo siguiente:
El análisis histórico-cultural y contextual puede realizarse al hacer tres preguntas, siendo cada una más específica que la anterior. Las tres preguntas son:
  1. ¿Cuál es el medio histórico general en el cual habla el escritor?
  2. ¿Cuál es el contexto histórico-cultural específico y el propósito de este libro?
  3. ¿Cuál es el contexto inmediato del pasaje bajo consideración?[1]
Con relación a la primera pregunta, Virkler amplía y detalla:

En segundo lugar, ¿cuáles son las costumbres cuyo conocimiento aclarará el significado de una acción determinada? En Marcos 7, por ejemplo, Jesús reprende a los fariseos con firmeza por sus conceptos sobre el corbán. En la práctica de corbán un hombre podía declarar que todos sus bienes irían al tesoro del templo cuando muriera, y que, debido a que su dinero le pertenecía a Dios, él ya no era responsable por el mantenimiento de sus padres ancianos. Jesús arguye que esos hombres están usando su tradición farisaica para invalidar la orden de Dios (el quinto mandamiento). Sin un conocimiento de las prácticas culturales del corbán, seríamos incapaces de entender este pasaje.
Es fácil encontrar otros ejemplos del significado adicional que una comprensión de las costumbres culturales pueden dar. La conocida parábola de las diez vírgenes (Mateo 25: 1-13) tenía el propósito de imprimir en los oyentes la importancia de la preparación cuidadosa, en contraste con la negligencia, para la venida del Señor. El descuido de las cinco vírgenes necias es más señalado aún al percatarnos de que la espera del novio generalmente tomaba varias horas, y que las lámparas que a menudo se usaban en esas horas de espera eran pequeñas (varias podían caber simultáneamente en la palma de la mano). La necedad de ir a la espera del novio con tales lámparas sin aceite adicional (v. 3) acentuó el punto que Cristo quería señalar.
De igual modo, cuando Cristo envió a dos de sus discípulos a buscar un lugar donde pudieran celebrar la Pascua la noche anterior a la crucifixión, les dio instrucciones inequívocas, un hecho que a menudo escapa a nuestra atención. La hostilidad de los fariseos era tan grande que el secreto era de suma importancia si Él quería terminar su cena con los discípulos sin interrupción. La orden de Cristo (Marcos 14: 12-14) era que encontrarían un hombre que llevaba un cántaro de agua y que siguieran a ese hombre al lugar donde celebrarían la Pascua. En la antigua Palestina, el cargar agua era un trabajo de la mujer; por lo general no se veía a ningún hombre cargando un cántaro de agua. Esa información no dejaría duda acerca de qué persona debían ellos seguir. Esa puede haber sido una señal arreglada de antemano, convenida en secreto, que nos da una vislumbre de la tensión y del peligro de esos días anteriores a su crucifixión. El conocimiento de detalles culturales nos alerta sobre la importancia de acciones que de otro modo pudiera escapársenos su comprensión.[2]
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[1] Henry Virkler, Hermenéutica: principios y procedimientos de interpretación bíblica (Miami: Vida, 1994), 68.
[2] Íd., 68-69.

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