Existe abundante evidencia, tanto en el helenismo como en el judaísmo, que equipara el atavío glamoroso con la provocación sexual y la insubordinación de la casada. Efectivamente, para una mujer casada vestirse así en público era equivalente a la infidelidad conyugal (ver, e.g., Sentencias de Sexto 513: “Una esposa a quien le gusta adornarse no es fiel”).[1]
Sí que la vestimenta en aquellos días tenía un significado lo suficientemente claro. El modo de vestir actual también dice más de lo que a veces suponemos.
__________________
[1] Gordon D. Fee, 1 and 2 Timothy, Titus (NIBC; Peabody: Hendrickson, 1988), 71.
No hay comentarios:
Publicar un comentario