Con respecto al debate en su totalidad, yo creo en lo personal, quizá ingenuamente, que la evidencia no es del todo ambigua –o para ponerlo con mayor precisión, que las ambigüedades en los datos son claramente solucionadas por medio de muchas declaraciones inequívocas de Pablo. Si por medio de pistis Christou (que de un modo aislado puede ciertamente significar una cantidad de cosas) el apóstol quería decir ya sea “fe de Cristo” o “fidelidad de Cristo”, hubiera sido ridículamente fácil para él hacer claro ese punto más allá de cualquier disputa. Entre las varias posibilidades, por ejemplo, él podría haber indicado –en los mismos contextos– una o dos maneras en las cuales Jesús creyó y cómo aquellos actos de fe fueron relevantes para el asunto en cuestión. O podría habernos dicho –otra vez, en los mismos contextos– que su mensaje de dikaiosynē (“justicia, justificación”) es verdadero a causa de que Christos pistos estin (“Cristo es fiel”). ¿Qué habría sido más sencillo? Y, considerando la importancia teológica de este problema, se podría pensar que él pudo haber hecho un esfuerzo especial para aclarar las cosas.
En cambio, si se ha de creer en algunos eruditos, Pablo no tenía suficiente sentido común para darse cuenta de que la frase pistis Christou es ambigua. Y para empeorar las cosas, sin querer, ¡engañó a sus lectores al usar el verbo pisteuō con Christos como objeto directo vez tras vez justo en los mismos pasajes que tienen la frase ambigua! Su torpeza resultó un éxito espectacular, ya que en el curso de casi dos milenios, prácticamente todos los lectores –incluidos los antiguos eruditos para los cuales el griego era su lengua materna– entendieron que la frase quiere decir “la fe en Cristo” y no dieron ninguna pista que podría significar otra cosa.
Merecen toda la atención estas palabras del profesor Moisés Silva.
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