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sábado, 10 de septiembre de 2011

“Bienaventurado el que lee…” (Ap 1:3)


Μακάριος ὁ ἀναγινώσκων καὶ οἱ ἀκούοντες τοὺς λόγους τῆς προφητείας καὶ τηροῦντες τὰ ἐν αὐτῇ γεγραμμένα, ὁ γὰρ καιρὸς ἐγγύς. (Ap 1:3 NA27)
Bienaventurado el que lee, y los que oyen las palabras de esta profecía, y guardan las cosas en ella escritas; porque el tiempo está cerca. (Ap. 1:3 R60)
Esta es la primera de las siete bienaventuranzas que aparecen en el texto del libro del Apocalipsis (Ap 14:13; 16:15; 19:9; 20:6; 22:7,14). La bienaventuranza tal como aparece en este texto no tiene aplicación individual. No se refiere a la lectura privada de esta profecía. El contexto milita claramente en contra de esta forma de entender la lectura, pues se nos habla de un lector y los oyentes. Se debe precisar que en la antigüedad sí se conocía la forma de leer silenciosamente. Pero, esta forma de lectura silenciosa no era una práctica muy común en el mundo antiguo, y las referencias a la misma son escasas.[1] Un ejemplo de lectura silenciosa aparece en el famoso relato de Agustín cuando estaba en la casa de Alipio, cuando oyó la voz infantil que le decía: tolle lege, tolle lege “toma y lee, toma y lee”, el Obispo de Hipona afirma aperui et legi in silentio “abrí y leí en silencio” refiriéndose al códice de la Sagrada Escritura.[2]
Es evidente que la palabra griega ἀναγινώσκω se refiere a la lectura que normalmente se hacía en voz alta, es “leer en voz alta para un auditorio público”[3]. Este texto se refiere fundamentalmente a la lectura comunitaria de la profecía. Resulta obvio que al considerarse que el texto de esta profecía se tenía que leer comunitariamente se está dando por sentado que el autor y los lectores entenderían que esta profecía es palabra de Dios autoritativa. Por otro lado, podemos comprender la centralidad de la Palabra de Dios en la adoración durante las reuniones de la iglesia apostólica. El estudio personal de las Escrituras tiene su lugar y resulta ser muy edificante, pero realmente es fabuloso poder disfrutar de la bienaventuranza expresada aquí cuando se lee-oye la Palabra de Dios en el seno de la communio sanctorum (comunión de los santos) siendo desafiados a la obediencia como un pueblo.


[1] Cf. David E. Aune, Revelation 1-5:14 (WBC 52A; Dallas: Word, 2002), 20. Plutarco (De Alex., 340A) afirma que Alejandro leía en silencio: “σιωπῇ πρὸς ἑαυτὸν ἀναγινώσκοντος” (nótese el uso del verbo σῐωπάω “guardar silencio”).
[2] Conf., 8.12.
[3] BDAG, 60.

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