La redención particular afirma que Dios ofreció a su Hijo como sacrificio expiatorio para salvar a un grupo particular de personas, a sus elegidos, y por lo tanto Cristo sólo pagó por los pecados de los elegidos. La redención particular se define como, según Packer,
…el sufrimiento sustitutivo de Cristo de la pena del pecado en lugar de ciertos pecadores específicos, a través de los cuales Dios se reconcilió con ellos, su responsabilidad de castigo fue para siempre destruida, y se les aseguró un título a la vida eterna.[7]
(2) Si Cristo pagó por los pecados de todas las personas, entonces Dios sería injusto si enviara a alguien al infierno, porque entonces les estaría haciendo pagar por los pecados que ya habían sido pagados por Cristo (este es el argumento del doble pago). Si incluso Cristo pagó por el pecado de la incredulidad, entonces Dios sería injusto al castigar a los pecadores por su incredulidad.
(3) Dado que Cristo murió para asegurar la salvación de su pueblo (Ro. 5:10; Gá. 1:4, 3:13; Ef. 1:7), no pudo haber muerto por todas las personas porque no todas las personas son salvas.
(4) Las Escrituras parecen presentar la expiación e intercesión de Cristo como coextensivas (Juan 17), lo que significa es que Cristo sólo murió por aquellos por quienes intercede, es decir, los elegidos.
(5) La expiación ilimitada crearía conflicto dentro de la Trinidad porque tiene al Hijo obrando para salvar a todas las personas mientras que el Padre y el Espíritu obran para salvar sólo a los elegidos.
(6) La expiación ilimitada socavaría la unión con Cristo, porque si los creyentes están al presente unidos con Cristo, ciertamente lo estuvieron con Él en su muerte y resurrección.
La redención particular es la posición calvinista tradicional.[8]
Los partidarios de la expiación ilimitada afirman:
(1) Puesto que Dios ama a todas las personas, es inconcebible que enviara a Cristo a morir por sólo una parte de la raza humana.
(2) El deseo de Dios por la salvación de todas las personas se expresa en una expiación ilimitada (1 Ti. 2:4; 2 P. 3:9).
(3) La oferta universal del evangelio exige una expiación ilimitada.
(4) La expiación no salva automáticamente a los elegidos; los cristianos deben poner su fe en Cristo y Su obra expiatoria para que los salve, por lo tanto, la expiación ilimitada no necesariamente resulta en universalismo.
(5) Dios no es injusto al enviar al infierno a aquellos por quienes Cristo murió, siempre y cuando no estén en Cristo a través de la fe.
(6) Los pasajes de las Escrituras que describen la expiación para los creyentes no descartan necesariamente otros pasajes de las Escrituras que hablan de la expiación para todas las personas.
La expiación ilimitada es la posición tradicional arminiana, luterana y católica, aunque algunos calvinistas también la sostienen. La visión calvinista de la expiación ilimitada a menudo se conoce como amiraldianismo o universalismo hipotético, en honor al erudito Moïse Amyraut. El universalismo hipotético afirma que Cristo murió por todos sin excepción para que la salvación esté condicionalmente disponible para todos. Sin embargo, las personas están muertas en sus pecados e incapaces de creer y, por lo tanto, Dios también quiso enviar el Espíritu para aplicar la expiación sólo a los elegidos. En otras palabras, Dios quiere la salvación de todas las personas con la condición de que crean. Este punto de vista es una variante de la expiación ilimitada en el sentido de que la única intención de Dios en la expiación era hacer que la salvación estuviera disponible para todos, y se tratará como tal a lo largo de este estudio. Aunque el término “amiraldianismo” a menudo se usa como un término general para todas las propuestas calvinistas ilimitadas, la visión de Amyraut era compleja y la mayoría de los calvinistas contemporáneos que defienden la expiación ilimitada rechazan mucho de lo que él enseñó. Por lo tanto, este estudio se referirá a la expiación ilimitada desde una perspectiva calvinista como “calvinismo de cuatro puntos” o “universalismo hipotético”.[10]
Por lo tanto, la pregunta depende de esto: no cuál es la naturaleza y el poder de la muerte de Cristo en sí misma, sino cuál fue el propósito del Padre al designarla y la intención de Cristo al sufrirla.[11]
Todos están de acuerdo en que la muerte de Cristo en sí misma, por ser el Hijo infinito de Dios, tiene un mérito infinito y es suficiente en sí misma para pagar la pena de los pecados de tantos o tan pocos como el Padre y el Hijo decretaron. La pregunta no es sobre los méritos intrínsecos de los sufrimientos y la muerte de Cristo, sino sobre el número de personas para quienes el Padre y el Hijo pensaron que la muerte de Cristo era pago suficiente en el momento en que Cristo murió.[12]
[1] Walter A. Elwell, “Atonement,
Extent of”, en EDT, ed. Walter A. Elwell (Grand Rapids: Baker, 2001),
115.
[2] The Christian Faith, ed. H. R. Mackintosh y J. S. Stewart, 2da ed. (Edinburgh: T&T
Clark, 1928), 62-68, 560-565.
[3]
Cf. la doctrina de ἀποκατάστασις,
por apocatástasis ("restauración") se entiende la última restitución
de todas las cosas, incluida la doctrina de que finalmente todos los hombres
serán salvos. Cf. “Apocatastasis”
en New Schaff-Herzog Encyclopedia of
Religious Knowledge: Aachen - Basilians, 1:210-212.
[4] Cf. Thomas Talbott, “Towards
a Better Understanding of Universalism”, en Universal Salvation? The Current
Debate, ed. Robin A. Parry y Christopher H. Partridge (Grand Rapids:
Eerdmans, 2003), 6-11. Otro predicador universalista es Rob Bell, cf. Robert H.
Bell Jr., Love Wins, a Book about Heaven, Hell and the Fate of Every Person
Who Ever Lived (New York: HarperOne, 2011).
[5]
Para saber el porqué, remito al lector a revisar las respuestas al ensayo de
Talbott en Universal Salvation? The Current Debate.
[6] Cf. Robert Letham, The
Work of Christ, Contours of Christian Theology (Downers Grove, IL:
InterVarsity, 1993), 228-29; y Roger Nicole, “Particular Redemption”, en Our
Savior God: Studies on Man, Christ, and the Atonement, ed. James Montgomery
Boice (Grand Rapids: Baker, 1980), 168-169.
[7] J. I. Packer, “Introductory
Essay”, en John Owen, The Death of Death in the Death of Christ (Carlisle,
PA: Banner of Truth, 1959), 7. A propósito, recomiendo leer este libro de Owen que expone la posición de la redención particular de una manera exhaustiva.
[8] Para un argumento
representativo para la redención particular, ver John Owen, The Death of
Death in the Death of Christ (Carlisle, PA: Banner of Truth, 1959), junto
con el ensayo introductorio de ese libro de J. I. Packer. Otras explicaciones
evangélicas representativas de la redención limitada incluyen a Louis Berkhof, Systematic
Theology (Grand Rapids: Eerdmans, 1941), 392-399; Loraine Boettner, The
Reformed Doctrine of Grace (Grand Rapids: Eerdmans, 1932), 150-161; Arthur
Custance, The Sovereignty of Grace (Grand Rapids: Baker, 1979), 149-174;
Wayne E. Grudem, Systematic Theology, 2da ed. (Grand Rapids: Zondervan,
2000), 594-603; A. A. Hodge, The Atonement (Grand Rapids: Eerdmans,
1950), 347-429; Charles Hodge, Systematic Theology (New York:
Scribner's, 1872-1873; reimpreso, Grand Rapids: Eerdmans, 1946), 2:544-562; R.
B. Kuiper, For Whom Did Christ Die? (Grand Rapids: Eerdmans, 1959);
Letham, Work of Christ, 225-247; Gary D. Long, Definite Atonement,
3ra ed. (Frederick, MD: New Covenant Media, 2006); Robert A. Morey, Studies
in the Atonement (Shermans Dale, PA: Christian Scholars, 1989), 57-74; John
Murray, Redemption Accomplished and Applied (Grand Rapids: Eerdmans,
1955), 59-75; Roger Nicole, “The Case for Definite Atonement”, BETS 10
(1967): 199-207; John Reisinger, Limited Atonement (Frederick, MD: New
Covenant Media, 2002); y Sam Waldron, “The Biblical Confirmation of Particular
Redemption”, en A Southern Baptist Dialogue: Calvinism, ed. E. Ray
Clendenen y Brad J. Waggoner (Nashville: B&H, 2008), 139-152.
[9] Cf. Millard J. Erickson, Christian
Theology, 2da ed. (Grand Rapids: Baker, 1998), 846.
[10] Las explicaciones representativas de la expiación ilimitada desde una perspectiva evangélica (tanto calvinista como arminiana) incluyen Lewis Sperry Chafer, Systematic Theology, vol. 3, Soteriology (Dallas: Dallas Seminary Press, 1948), 183-205; Bruce Demarest, The Cross and Salvation: The Doctrine of Salvation, Foundations of Evangelical Theology (Wheaton, IL: Crossway, 1997), 189-193; Norman F. Douty, The Death of Christ: Did Christ Die Only for the Elect? (Irving, TX: William & Watrous, 1978); Erickson, Christian Theology, 842-852; Norman Geisler, Systematic Theology, vol. 3, Sin, Salvation (Minneapolis: Bethany House, 2004), 347-409; Donald Lake, “He Died for All: The Universal Dimensions of the Atonement”, en Grace Unlimited, ed. Clark H. Pinnock (Minneapolis: Bethany House, 1975), 31-50; Robert P. Lightner, The Death Christ Died: A Biblical Case for Unlimited Atonement, 2a ed. (Grand Rapids: Kregel, 1998); I. Howard Marshall, “For All, for All My Savior Died”, en Semper Reformandum: Studies in Honor of Clark H. Pinnock, ed. Stanley P. Porter y Anthony Ricross (Carlisle, UK: Paternoster, 2003), 322-46; Terry L. Miethe, “The Universal Power of the Atonement”, en The Grace of God and the Will of Man, ed. Clark H. Pinnock (Minneapolis: Bethany House, 1989), 78-85; Robert E. Picirilli, Grace, Faith, Free Will: Contrasting Views of Salvation: Calvinism and Arminianism (Nashville: Randall House, 2002), 85-138; David P. Nelson, “The Design, Nature, and Extent of the Atonement”, en A Southern Baptist Dialogue: Calvinism, ed. E. Ray Clendenen y Brad J. Waggoner (Nashville: B&H, 2008), 115-138; William S. Sailer, “The Nature and Extent of the Atonement: A Wesleyan View”, BETS 10 (1964):189-198; Augustus H. Strong, Systematic Theology (Valley Forge, PA: Judson, 1907), 771-773; H. Orton Wiley, Christian Theology (Kansas City, MO: Beacon Hill, 1941), 2:295-300. Más recientemente el Dr. David L. Allen ha escrito dos obras monumentales sobre la expiación ilimitada The Extent of the Atonement: A Historical and Critical Review (Nashville, TN: B&H Publishing Group, 2016) y The Atonement: A Biblical, Theological, and Historical Study of the Cross of Christ (Nashville, TN: B&H Academic, 2019).
[11] Francis Turretin, Institutes
of Elenctic Theology, ed. James T. Dennison, Jr., trad. George Musgrave
Giger (Phillipsburg, NJ: P&R, 1994), 2:459. Cf. William Cunningham, Historical
Theology: A Review of the Principal Doctrinal Discussions in the Christian
Church Since the Apostolic Age (1862; reimpreso, Carlisle, PA: Banner of
Truth Trust, 1960), 2:326-327.
[12]
Grudem, Systematic Theology,
597. Ver también Berkhof, Systematic Theology 393-394; Erickson, Christian
Theology, 842; y Nicole, “Particular Redemption”, 166. Hay algunos
defensores de la redención particular que niegan la suficiencia de la expiación
de Cristo para todas las personas (como Theodore Beza y John Gill) pero esta es
ciertamente una posición minoritaria y rechazada por los credos reformados como
los Cánones de Dort (1619) y la Confesión de Westminster (1646). Para un
representante contemporáneo de esta posición, cf. Thomas J. Nettles, By His
Grace and For His Glory, 2a ed. (Lake Charles, LA: Cor Meum Tibi, 2002),
305-322.
[13]
Esto ha sido formulado célebremente por Berkhof, Systematic Theology,
393-394. Los defensores tanto de la expiación ilimitada como de la redención
particular están de acuerdo con esta declaración. Véase Demarest, Cross and Salvation,
193; Letham, Work of Christ, 225-226; Lightner, Death Christ Died,
33; Nicole, “Definite Atonement”, 200; Picirilli, Grace, Faith, and Free
Will, 103-104; y Paul Wells, Cross Words: The Biblical Doctrine of the
Atonement (Fearn, Escocia: Christian Focus, 2006), 236-239. Grudem,
sin embargo, no está de acuerdo con este enfoque. Él cree que es sólo otra
forma de la disputa más grande entre calvinistas y arminianos. En cambio, se
enfoca en la pregunta de si Cristo pagó o no por los pecados de aquellos que
están eternamente condenados, y responde que no, cf. Grudem, Systematic
Theology, 601. Esta es una pregunta importante que se debe hacer, pero
también es una pregunta que sólo se puede responder considerando los propósitos
de la expiación.
[14] Cuando en este estudio hablamos de la expiación de Cristo, o de su sacrificio expiatorio, nos referimos a la sustitución penal, en la cual Dios se dio a sí mismo en la persona de Jesucristo para sufrir el castigo de muerte justamente por causa de los pecadores caídos como consecuencia del pecado. Cristo sufrió la ira de Dios contra el pecado en lugar de la humanidad, satisfaciendo la justicia y santidad de Dios y manifestando Su amor, para que todo el que cree en Cristo por la fe sea salvo de su pecado y tenga una relación eterna con Dios. La sustitución penal es el fundamento de todas las demás dimensiones de la expiación, como la conquista del mal y la manifestación del amor de Dios hacia la humanidad y el odio hacia el pecado. Para explicaciones y defensa de este punto de vista, véase Steve Jeffrey, Michael Ovey y Andrew Sach, Pierced for Our
Transgressions: Rediscovering the Glory of Penal Substitution (Wheaton, IL:
Crossway, 2007); Thomas R. Schreiner, “Penal Substitution View”, en The
Nature of the Atonement: Four Views, ed. James Beilby y Paul R. Eddy
(Downers Grove, IL: InterVarsity, 2006), 67-98; y John R. W. Stott, The
Cross of Christ, 2da ed. (Downers Grove, IL: InterVarsity, 2006).
Excelente interesante exposición.
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