miércoles, 1 de junio de 2022

La extensión de la expiación: Introducción (I)

La doctrina del alcance de la obra expiatoria de Cristo ha sido muy debatida entre los cristianos evangélicos. Aunque no es una doctrina fundamental, ha causado divisiones en las iglesias evangélicas. Especialmente como resultado de la popularidad de ciertos predicadores calvinistas de cinco puntos (TULIP), la doctrina del alcance de la expiación se torna recurrente. Respecto a la doctrina del alcance de la expiación se pregunta: ¿por quién/quiénes murió Jesucristo? (aunque para quienes creen en la redención particular ésta no es la pregunta correcta). Tradicionalmente ha habido dos respuestas evangélicas principales a esta pregunta.[1] Gran parte de estos estudios están basados en la excelente disertación doctoral de Gary Lee Shultz, “A Biblical and Theological Defense of a Multi-intentioned View of the Extent of the Atonement” (Southern Baptist Theological Seminary, 2008).

Existe otra posible respuesta a esta pregunta que es el universalismo, pero hasta hace poco se consideraba fuera del ámbito del cristianismo evangélico. El universalismo sostiene que Cristo murió por todas las personas y que su expiación aseguró la salvación de los elegidos, y ya que todas las personas y los elegidos son lo mismo entonces todos serán salvos. Un representante clásico de esta posición es el filósofo Friedrich Schleiermacher.[2] Aunque esta posición fue sostenida por algunos padres de la iglesia como Orígenes y Gregorio Nacianceno[3], y otros padres la rechazaron considerándola como herejía; por su parte los evangélicos generalmente la han considerado herética. Sin embargo, la posición ha penetrado recientemente el mundo evangélico, principalmente a través del trabajo de Thomas Talbott.[4] A la luz de la Biblia, el universalismo no es una doctrina ortodoxa y no constituye una respuesta evangélica viable a la pregunta sobre el alcance de la expiación.[5]

Con respecto a las dos respuestas evangélicas, la primera es que Cristo sólo murió por aquellos que serán salvos, o por los elegidos. Esta posición se conoce más comúnmente como “expiación limitada”, pero también se llama “expiación definitiva” o “redención particular”. Preferimos denominarla “redención particular” en lugar de “expiación limitada”. A muchos de los que sostienen esta posición les desagrada el término “expiación limitada” porque creen que el nombre ha puesto la posición en desventaja, porque ¿Quién quiere creer en una expiación que es limitada de alguna manera?[6]

La redención particular afirma que Dios ofreció a su Hijo como sacrificio expiatorio para salvar a un grupo particular de personas, a sus elegidos, y por lo tanto Cristo sólo pagó por los pecados de los elegidos. La redención particular se define como, según Packer,

…el sufrimiento sustitutivo de Cristo de la pena del pecado en lugar de ciertos pecadores específicos, a través de los cuales Dios se reconcilió con ellos, su responsabilidad de castigo fue para siempre destruida, y se les aseguró un título a la vida eterna.[7]

Esta posición se basa por una parte en versículos de las Escrituras que parecen restringir la expiación a aquellos que son salvos, como Mateo 1:21; Juan 6:37-40; 10:11,15; Hechos 20:28; Romanos 8:31-39; 2 Corintios 5:15; Efesios 5:25; Tito 2:14; y Apocalipsis 5:9. Los defensores de la redención particular también apelan a varios argumentos teológicos para presentar su caso. Los partidarios de la redención particular afirman:

(1) dado que Dios es completamente soberano y su voluntad nunca puede ser frustrada, todas las personas se salvarían si Cristo murió por todas las personas y, por lo tanto, la expiación ilimitada lógicamente resultaría en el universalismo.

(2) Si Cristo pagó por los pecados de todas las personas, entonces Dios sería injusto si enviara a alguien al infierno, porque entonces les estaría haciendo pagar por los pecados que ya habían sido pagados por Cristo (este es el argumento del doble pago). Si incluso Cristo pagó por el pecado de la incredulidad, entonces Dios sería injusto al castigar a los pecadores por su incredulidad.

(3) Dado que Cristo murió para asegurar la salvación de su pueblo (Ro. 5:10; Gá. 1:4, 3:13; Ef. 1:7), no pudo haber muerto por todas las personas porque no todas las personas son salvas.

(4) Las Escrituras parecen presentar la expiación e intercesión de Cristo como coextensivas (Juan 17), lo que significa es que Cristo sólo murió por aquellos por quienes intercede, es decir, los elegidos.

(5) La expiación ilimitada crearía conflicto dentro de la Trinidad porque tiene al Hijo obrando para salvar a todas las personas mientras que el Padre y el Espíritu obran para salvar sólo a los elegidos.

(6) La expiación ilimitada socavaría la unión con Cristo, porque si los creyentes están al presente unidos con Cristo, ciertamente lo estuvieron con Él en su muerte y resurrección.

La redención particular es la posición calvinista tradicional.[8]

La segunda respuesta que a menudo se da a la pregunta de por quién/quiénes murió Jesús es que Jesús murió por cada persona que ha vivido y que alguna vez vivirá. Esta posición se conoce más popularmente como “expiación ilimitada”, pero también se llama “expiación general”, “redención general” o “expiación universal”. Preferimos la expresión “expiación ilimitada”. La expiación ilimitada afirma que Dios ofreció a su Hijo como sacrificio expiatorio para pagar por los pecados de todos en el mundo entero. Esta expiación hace posible la salvación para todas las personas y se hace efectiva cuando es aceptada por el individuo a través de la fe.[9] La expiación ilimitada apela a textos como Isaías 53:6; Juan 3:16; Romanos 5:6-8; 2 Corintios 5:14-15, 19; 1 Timoteo 2:4-6; 4:10; 2 Pedro 2:1; 3:9; 1 Juan 2:2; y 4:14. Al igual que los defensores de la redención particular, los partidarios de la expiación ilimitada también usan varios argumentos teológicos para defender su posición.

Los partidarios de la expiación ilimitada afirman:

(1) Puesto que Dios ama a todas las personas, es inconcebible que enviara a Cristo a morir por sólo una parte de la raza humana.

(2) El deseo de Dios por la salvación de todas las personas se expresa en una expiación ilimitada (1 Ti. 2:4; 2 P. 3:9).

(3) La oferta universal del evangelio exige una expiación ilimitada.

(4) La expiación no salva automáticamente a los elegidos; los cristianos deben poner su fe en Cristo y Su obra expiatoria para que los salve, por lo tanto, la expiación ilimitada no necesariamente resulta en universalismo.

(5) Dios no es injusto al enviar al infierno a aquellos por quienes Cristo murió, siempre y cuando no estén en Cristo a través de la fe.

(6) Los pasajes de las Escrituras que describen la expiación para los creyentes no descartan necesariamente otros pasajes de las Escrituras que hablan de la expiación para todas las personas.

La expiación ilimitada es la posición tradicional arminiana, luterana y católica, aunque algunos calvinistas también la sostienen. La visión calvinista de la expiación ilimitada a menudo se conoce como amiraldianismo o universalismo hipotético, en honor al erudito Moïse Amyraut. El universalismo hipotético afirma que Cristo murió por todos sin excepción para que la salvación esté condicionalmente disponible para todos. Sin embargo, las personas están muertas en sus pecados e incapaces de creer y, por lo tanto, Dios también quiso enviar el Espíritu para aplicar la expiación sólo a los elegidos. En otras palabras, Dios quiere la salvación de todas las personas con la condición de que crean. Este punto de vista es una variante de la expiación ilimitada en el sentido de que la única intención de Dios en la expiación era hacer que la salvación estuviera disponible para todos, y se tratará como tal a lo largo de este estudio. Aunque el término “amiraldianismo” a menudo se usa como un término general para todas las propuestas calvinistas ilimitadas, la visión de Amyraut era compleja y la mayoría de los calvinistas contemporáneos que defienden la expiación ilimitada rechazan mucho de lo que él enseñó. Por lo tanto, este estudio se referirá a la expiación ilimitada desde una perspectiva calvinista como “calvinismo de cuatro puntos” o “universalismo hipotético”.[10]

Al tratar de determinar por quién murió Cristo en la cruz, tanto la redención particular como la expiación ilimitada en realidad están tratando de explicar el propósito o la intención que Dios tuvo en la expiación. En palabras de Turretin:

Por lo tanto, la pregunta depende de esto: no cuál es la naturaleza y el poder de la muerte de Cristo en sí misma, sino cuál fue el propósito del Padre al designarla y la intención de Cristo al sufrirla.[11]

Uno puede ver esto incluso en las breves explicaciones de las dos posiciones ofrecidas anteriormente. La redención particular sostiene que la intención de Dios era efectivamente traer la salvación para un grupo específico de personas, y por lo tanto Cristo murió sólo por esas personas. La expiación ilimitada sostiene que la intención de Dios en la expiación era proporcionar un pago por los pecados de todas las personas, un pago que se hace efectivo en el momento de la fe salvadora, y por lo tanto no hay nadie por quien Cristo no murió. La cuestión no es si las personas son o no son salvadas sobre la base de la expiación, ni es la suficiencia de la muerte expiatoria de Cristo, porque ambas posiciones generalmente están de acuerdo en que la muerte de Cristo es suficiente para todo pecado y es eficaz para todos los que realmente creen. Como aclara Grudem:

Todos están de acuerdo en que la muerte de Cristo en sí misma, por ser el Hijo infinito de Dios, tiene un mérito infinito y es suficiente en sí misma para pagar la pena de los pecados de tantos o tan pocos como el Padre y el Hijo decretaron. La pregunta no es sobre los méritos intrínsecos de los sufrimientos y la muerte de Cristo, sino sobre el número de personas para quienes el Padre y el Hijo pensaron que la muerte de Cristo era pago suficiente en el momento en que Cristo murió.[12]

El debate sobre el alcance de la expiación se centra en el diseño o propósito de la expiación.[13] ¿Es la expiación absolutamente eficaz, o es meramente provisional?[14]



[1] Walter A. Elwell, “Atonement, Extent of”, en EDT, ed. Walter A. Elwell (Grand Rapids: Baker, 2001), 115.

[2] The Christian Faith, ed. H. R. Mackintosh y J. S. Stewart, 2da ed. (Edinburgh: T&T Clark, 1928), 62-68, 560-565.

[3] Cf. la doctrina de ἀποκατάστασις, por apocatástasis ("restauración") se entiende la última restitución de todas las cosas, incluida la doctrina de que finalmente todos los hombres serán salvos. Cf. “Apocatastasis” en New Schaff-Herzog Encyclopedia of Religious Knowledge: Aachen - Basilians, 1:210-212.

[4] Cf. Thomas Talbott, “Towards a Better Understanding of Universalism”, en Universal Salvation? The Current Debate, ed. Robin A. Parry y Christopher H. Partridge (Grand Rapids: Eerdmans, 2003), 6-11. Otro predicador universalista es Rob Bell, cf. Robert H. Bell Jr., Love Wins, a Book about Heaven, Hell and the Fate of Every Person Who Ever Lived (New York: HarperOne, 2011).

[5] Para saber el porqué, remito al lector a revisar las respuestas al ensayo de Talbott en Universal Salvation? The Current Debate.

[6] Cf. Robert Letham, The Work of Christ, Contours of Christian Theology (Downers Grove, IL: InterVarsity, 1993), 228-29; y Roger Nicole, “Particular Redemption”, en Our Savior God: Studies on Man, Christ, and the Atonement, ed. James Montgomery Boice (Grand Rapids: Baker, 1980), 168-169.

[7] J. I. Packer, “Introductory Essay”, en John Owen, The Death of Death in the Death of Christ (Carlisle, PA: Banner of Truth, 1959), 7. A propósito, recomiendo leer este libro de Owen que expone la posición de la redención particular de una manera exhaustiva.

[8] Para un argumento representativo para la redención particular, ver John Owen, The Death of Death in the Death of Christ (Carlisle, PA: Banner of Truth, 1959), junto con el ensayo introductorio de ese libro de J. I. Packer. Otras explicaciones evangélicas representativas de la redención limitada incluyen a Louis Berkhof, Systematic Theology (Grand Rapids: Eerdmans, 1941), 392-399; Loraine Boettner, The Reformed Doctrine of Grace (Grand Rapids: Eerdmans, 1932), 150-161; Arthur Custance, The Sovereignty of Grace (Grand Rapids: Baker, 1979), 149-174; Wayne E. Grudem, Systematic Theology, 2da ed. (Grand Rapids: Zondervan, 2000), 594-603; A. A. Hodge, The Atonement (Grand Rapids: Eerdmans, 1950), 347-429; Charles Hodge, Systematic Theology (New York: Scribner's, 1872-1873; reimpreso, Grand Rapids: Eerdmans, 1946), 2:544-562; R. B. Kuiper, For Whom Did Christ Die? (Grand Rapids: Eerdmans, 1959); Letham, Work of Christ, 225-247; Gary D. Long, Definite Atonement, 3ra ed. (Frederick, MD: New Covenant Media, 2006); Robert A. Morey, Studies in the Atonement (Shermans Dale, PA: Christian Scholars, 1989), 57-74; John Murray, Redemption Accomplished and Applied (Grand Rapids: Eerdmans, 1955), 59-75; Roger Nicole, “The Case for Definite Atonement”, BETS 10 (1967): 199-207; John Reisinger, Limited Atonement (Frederick, MD: New Covenant Media, 2002); y Sam Waldron, “The Biblical Confirmation of Particular Redemption”, en A Southern Baptist Dialogue: Calvinism, ed. E. Ray Clendenen y Brad J. Waggoner (Nashville: B&H, 2008), 139-152.

[9] Cf. Millard J. Erickson, Christian Theology, 2da ed. (Grand Rapids: Baker, 1998), 846.

[10] Las explicaciones representativas de la expiación ilimitada desde una perspectiva evangélica (tanto calvinista como arminiana) incluyen Lewis Sperry Chafer, Systematic Theology, vol. 3, Soteriology (Dallas: Dallas Seminary Press, 1948), 183-205; Bruce Demarest, The Cross and Salvation: The Doctrine of Salvation, Foundations of Evangelical Theology (Wheaton, IL: Crossway, 1997), 189-193; Norman F. Douty, The Death of Christ: Did Christ Die Only for the Elect? (Irving, TX: William & Watrous, 1978); Erickson, Christian Theology, 842-852; Norman Geisler, Systematic Theology, vol. 3, Sin, Salvation (Minneapolis: Bethany House, 2004), 347-409; Donald Lake, “He Died for All: The Universal Dimensions of the Atonement”, en Grace Unlimited, ed. Clark H. Pinnock (Minneapolis: Bethany House, 1975), 31-50; Robert P. Lightner, The Death Christ Died: A Biblical Case for Unlimited Atonement, 2a ed. (Grand Rapids: Kregel, 1998); I. Howard Marshall, “For All, for All My Savior Died”, en Semper Reformandum: Studies in Honor of Clark H. Pinnock, ed. Stanley P. Porter y Anthony Ricross (Carlisle, UK: Paternoster, 2003), 322-46; Terry L. Miethe, “The Universal Power of the Atonement”, en The Grace of God and the Will of Man, ed. Clark H. Pinnock (Minneapolis: Bethany House, 1989), 78-85; Robert E. Picirilli, Grace, Faith, Free Will: Contrasting Views of Salvation: Calvinism and Arminianism (Nashville: Randall House, 2002), 85-138; David P. Nelson, “The Design, Nature, and Extent of the Atonement”, en A Southern Baptist Dialogue: Calvinism, ed. E. Ray Clendenen y Brad J. Waggoner (Nashville: B&H, 2008), 115-138; William S. Sailer, “The Nature and Extent of the Atonement: A Wesleyan View”, BETS 10 (1964):189-198; Augustus H. Strong, Systematic Theology (Valley Forge, PA: Judson, 1907), 771-773; H. Orton Wiley, Christian Theology (Kansas City, MO: Beacon Hill, 1941), 2:295-300. Más recientemente el Dr. David L. Allen ha escrito dos obras monumentales sobre la expiación ilimitada The Extent of the Atonement: A Historical and Critical Review (Nashville, TN: B&H Publishing Group, 2016) y The Atonement: A Biblical, Theological, and Historical Study of the Cross of Christ (Nashville, TN: B&H Academic, 2019).

[11] Francis Turretin, Institutes of Elenctic Theology, ed. James T. Dennison, Jr., trad. George Musgrave Giger (Phillipsburg, NJ: P&R, 1994), 2:459. Cf. William Cunningham, Historical Theology: A Review of the Principal Doctrinal Discussions in the Christian Church Since the Apostolic Age (1862; reimpreso, Carlisle, PA: Banner of Truth Trust, 1960), 2:326-327.

[12] Grudem, Systematic Theology, 597. Ver también Berkhof, Systematic Theology 393-394; Erickson, Christian Theology, 842; y Nicole, “Particular Redemption”, 166. Hay algunos defensores de la redención particular que niegan la suficiencia de la expiación de Cristo para todas las personas (como Theodore Beza y John Gill) pero esta es ciertamente una posición minoritaria y rechazada por los credos reformados como los Cánones de Dort (1619) y la Confesión de Westminster (1646). Para un representante contemporáneo de esta posición, cf. Thomas J. Nettles, By His Grace and For His Glory, 2a ed. (Lake Charles, LA: Cor Meum Tibi, 2002), 305-322.

[13] Esto ha sido formulado célebremente por Berkhof, Systematic Theology, 393-394. Los defensores tanto de la expiación ilimitada como de la redención particular están de acuerdo con esta declaración. Véase Demarest, Cross and Salvation, 193; Letham, Work of Christ, 225-226; Lightner, Death Christ Died, 33; Nicole, “Definite Atonement”, 200; Picirilli, Grace, Faith, and Free Will, 103-104; y Paul Wells, Cross Words: The Biblical Doctrine of the Atonement (Fearn, Escocia: Christian Focus, 2006), 236-239. Grudem, sin embargo, no está de acuerdo con este enfoque. Él cree que es sólo otra forma de la disputa más grande entre calvinistas y arminianos. En cambio, se enfoca en la pregunta de si Cristo pagó o no por los pecados de aquellos que están eternamente condenados, y responde que no, cf. Grudem, Systematic Theology, 601. Esta es una pregunta importante que se debe hacer, pero también es una pregunta que sólo se puede responder considerando los propósitos de la expiación.

[14] Cuando en este estudio hablamos de la expiación de Cristo, o de su sacrificio expiatorio, nos referimos a la sustitución penal, en la cual Dios se dio a sí mismo en la persona de Jesucristo para sufrir el castigo de muerte justamente por causa de los pecadores caídos como consecuencia del pecado. Cristo sufrió la ira de Dios contra el pecado en lugar de la humanidad, satisfaciendo la justicia y santidad de Dios y manifestando Su amor, para que todo el que cree en Cristo por la fe sea salvo de su pecado y tenga una relación eterna con Dios. La sustitución penal es el fundamento de todas las demás dimensiones de la expiación, como la conquista del mal y la manifestación del amor de Dios hacia la humanidad y el odio hacia el pecado. Para explicaciones y defensa de este punto de vista, véase Steve Jeffrey, Michael Ovey y Andrew Sach, Pierced for Our Transgressions: Rediscovering the Glory of Penal Substitution (Wheaton, IL: Crossway, 2007); Thomas R. Schreiner, “Penal Substitution View”, en The Nature of the Atonement: Four Views, ed. James Beilby y Paul R. Eddy (Downers Grove, IL: InterVarsity, 2006), 67-98; y John R. W. Stott, The Cross of Christ, 2da ed. (Downers Grove, IL: InterVarsity, 2006).


viernes, 10 de septiembre de 2021

Estructura del salmo 48


 1 שׁיר מזמור לבני־קרח׃2 גדול יהוה ומהלל מאד בעיר אלהינו הר־קדשׁו׃

 3 יפה נוף משׂושׂ כל־הארץ הר־ציון ירכתי צפון קרית מלך רב׃

 4 אלהים בארמנותיה נודע למשׂגב׃

 5 כי־הנה המלכים נועדו עברו יחדו׃

 6 המה ראו כן תמהו נבהלו נחפזו׃

 7 רעדה אחזתם שׁם חיל כיולדה׃

 8 ברוח קדים תשׁבר אניות תרשׁישׁ׃

 9 כאשׁר שׁמענו כן ראינו בעיר־יהוה צבאות בעיר אלהינו אלהים יכוננה עד־עולם סלה׃

 10 דמינו אלהים חסדך בקרב היכלך׃

 11 כשׁמך אלהים כן תהלתך על־קצוי־ארץ צדק מלאה ימינך׃

 12 ישׂמח הר־ציון תגלנה בנות יהודה למען משׁפטיך׃

 13 סבו ציון והקיפוה ספרו מגדליה׃

 14 שׁיתו לבכם לחילה פסגו ארמנותיה למען תספרו לדור אחרון׃

 15 כי זה אלהים אלהינו עולם ועד הוא ינהגנו על־מות׃

 

Samuel Pagán en su Comentario de los Salmos (Miami, FL: Editorial Patmos, 2007), 323 afirma de la estructura de este salmo: “La estructura literaria del salmo no es compleja”. Pagán procede a darnos su propuesta de estructura:

         I.            La ciudad del gran rey: vv. 1–3

       II.            Dios y sus enemigos: vv. 4–7

     III.            Alabanzas a Dios: vv. 8–11

    IV.            La procesión: vv. 12–14

Me gustaría ser tan optimista como el Dr. Pagán, pero la poesía hebrea sí que es desafiante. No es muy sabido, pero en el mundo académico en realidad existe poco consenso con respecto a la estructura de este salmo y de ¡todos los salmos! Una cuota de humildad no nos viene mal a la hora de estructurar las estrofas de los salmos. Aquí proporciono una muestra de las propuestas de estructura de sólo este salmo 48:

Wocher (1834):

         I.            vv. 2–4.

       II.            vv. 5–8.

     III.            v. 9.

    IV.            vv. 10–12.

      V.            vv. 13–15.

Köster (1837):

         I.            vv. 2–4.

       II.            vv. 5–7.

     III.            v. 8.

    IV.            v. 9.

      V.            vv. 10–12.

    VI.            vv. 13–15.

De Wette (1856); Montgomery (1945); Pannier/Renard (1950); cf. Podechard (1949):

         I.            vv. 2–4.

       II.            vv. 5–9.

     III.            vv. 10–12.

    IV.            vv. 13–15.

Ewald (1866):

         I.            vv. 2–4.

       II.            vv. 5–9.

     III.            vv. 10–15.

Delitzsch (1894):

         I.            vv. 2–3,4–8,9.

       II.            vv. 10–12.

     III.            vv. 13–15

Grimme (1902):

         I.            vv. 2–8.

       II.            v. 9 (estribillo).

     III.            vv. 10–15.

Zenner (1906):

         I.            vv. 2–3.

       II.            vv. 4–6

     III.            |vv. 7–9| estrofa media

    IV.            vv. 10–12.

      V.            vv. 13–15.

Von Faulhaber (1913):

         I.            vv. 10–12.

       II.            vv. 13–15.

Gunkel (1926), Duhm (1922) y Mowinckel (1957):

         I.            vv. 2–3a.

       II.            vv. 3b–4

     III.            vv. 5-8

A.      |5–6.

B.      7–8|

    IV.            v. 9.

      V.            vv. 10–11b.

    VI.            vv. 11c–12.

   VII.            vv. 13–14b.

 VIII.            vv. 14c–15.

Calès (1936), Krinetzki (1960), Schildenberger (1960), Palmer (1965), Beaucamp (1976); cf. Wocher (1834) y Kittel (1929):

         I.            vv. 2–4.

       II.            vv. 5–8

     III.            v. |9| estrofa media

    IV.            vv. 10–12.

      V.            vv. 13–15.

Herkenne (1936):

         I.            vv. 2–3.

       II.            vv. 4–8.

     III.            vv. 9–12.

    IV.            vv. 13–15

Kissane (1953):

         I.            vv. 2–4+9d.

       II.            vv. 5–8.

     III.            vv. 9*–12.

    IV.            vv. 13–15.

Böhl (1947):

         I.            vv. 2–4.

       II.            vv. 5–8

     III.            vv. |9.10–12|

    IV.            vv. 13–15; cf. Calès (1936)

Van der Ploeg (1971), Kraus (1978):

         I.            vv. 2–4.

       II.            vv. 5–8.

     III.            vv. 9–12.

    IV.            vv. 13–15.

Ridderbos (1973):

         I.            2–4.

       II.            5–8.

     III.            |9–11.

    IV.            12–15.

Jacquet (1977) cf. Gunkel (1926):

         I.            Eloge de Sion

A.      vv. 2–3a.

B.      vv. 3b–4.

C.      vv. 5–6.

D.      vv. 7–8.

E.       v. 9

       II.            Action de grâces |10–11b.

A.      vv. 11c–12.

B.      vv. 13–14b.

C.      vv. 14c–15

Craigie (1983):

         I.            2a.

       II.            2b–9.

     III.            10–12.

    IV.            13–15

Ravasi (1985):

         I.            v. 2. Estribillo.

       II.            Estrofa

A.      vv. |3–4.

B.      vv. 5–8|

     III.            v. 9. Estribillo.

    IV.            Estrofa

A.      vv. |10–12.

B.      vv. 13–14|

      V.            v. 15. Estribillo.

Smith (1989):

         I.            vv. 2–4.

       II.            vv. 5–9|10–12.

     III.            vv. 13–15.

VanGemeren (1991):

         I.            vv. 2-4.

       II.            vv. 5-12.

     III.            vv. 13-15.

Schökel (1992):

         I.            2-4.

       II.            5-8.

     III.            9. Puente.

    IV.            10-12.

      V.            13-15.

[Hossfeld]/Zenger (1993), cf. Böhl (1947) y Gerstenberger (1988):

         I.            vv. 2–4.

       II.            vv. 5–8.

     III.            v. 9.

    IV.            vv. 10–12.

      V.            vv. 13–15

Girard (1996):

         I.            vv. 2-9.

A.      vv. 2–3.

B.      vv. 4–9

       II.            vv. |10-15

A.      vv. 10–12.

B.      vv. 13–15.

Seybold (1996), cf. Zenger (1993):

         I.            vv. 2–4.

       II.            vv. 5–8.

     III.            v. 9.

    IV.            vv. 10–12.

      V.            vv. 13–15.

Fokkelman (2000), cf. Gunkel (1926) y Calès (1936):

         I.            vv. 2–3a.

       II.            vv. 3b–4

     III.            vv. |5-8.

A.      vv. 5–6.

B.      vv. 7–8|

    IV.            v. 9

      V.            vv. |10-12

A.      vv. 10–11b.

B.      vv. 11c–12|

    VI.            vv. 13–14b.

   VII.            vv. 14c–15.

Weber (2001), cf. Ridderbos (1973):

         I.            vv. 2–4.

       II.            vv. 5–8.

     III.            vv. 9–11.

    IV.            vv. 12–14.

      V.            v. 15.

Auffret (2003):

         I.            vv. 2–3.

       II.            vv. 4–9.

     III.            vv. 10–11.

    IV.            vv. 12–14.

      V.            v. 15

Terrien (2003):

         I.            vv. 2–4.

       II.            vv. 5–7.

     III.            vv. 8–9.

    IV.            vv. 10–12.

      V.            vv. 13–15.

Goldingay (2007):

         I.            vv. 2-3.

       II.            vv. 4-9.

A.      vv. 4-7.

B.      vv. 8-9.

     III.            vv. 10-12.

    IV.            vv. 13-15.

Ross (2013):

         I.            vv. 2-4.

       II.            vv. 5-9.

     III.            vv. 10-15.

DeClaissé-Walford (2014):

         I.            vv. 2-4.

       II.            vv. 5-9.

     III.            vv. 10-12.

    IV.            vv. 13-15.