Una mejor explicación la ofrece Nahum Sarna
Aquí Él [Dios] asigna al hombre el rol de nombrar animales terrestres, que… es otra forma de expresar el otorgamiento de autoridad y dominio sobre ellos, la idea contenida en 1:28.[1]Con respecto a la relación entre nombrar y el señorío, el rabino Umberto Cassuto, quien fuera uno de los más importantes eruditos bíblicos, escribe:
El nombramiento de algo o alguien es una señal de señorío (cf. Números 32:38; 2 Reyes 23:34; 24:17; 2 Crónicas 36:4). El Señor del universo nombró las partes del universo y sus divisiones de tiempo (1:5, 8, 10), y dejó que el hombre determinara los nombres de aquellas criaturas sobre las que le había dado el dominio.[2]Los animales no corresponden con el ser humano. Gordon J. Wenham lo expone en los siguientes términos:
Una vez más, la narrativa está sentando las bases para el capítulo. 3, estableciendo el lugar del hombre en el mundo, un poco más bajo que los ángeles y un poco más alto que los animales... Pero, se mencionan [los animales] especialmente en el v. 20 porque son los candidatos más probables para el compañero del hombre y, sin embargo, son tristemente inadecuados.[3]El compañerismo con otro ser humano (incluido el compañerismo matrimonial) no puede ni debe sustituirse con la compañía de los animales.
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[1] Nahum M. Sarna, Genesis (Philadelphia: Jewish Publication Society, 1989), 22.
[2] U. Cassuto, A Commentary on the Book of Genesis: Part I, From Adam to Noah (Genesis I-VI 8; trad. Israel Abrahams; Jerusalem: The Magnes Press, The Hebrew University, 1998), 130.
[3] Gordon J. Wenham, Genesis 1-15 (WBC 1; Dallas: Word, Incorporated, 2002), 68.
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