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lunes, 25 de agosto de 2014

Dios abrió el corazón de Lidia (Hechos 16:14)

Entonces una mujer llamada Lidia, vendedora de púrpura, de la ciudad de Tiatira, que adoraba a Dios, estaba oyendo; y el Señor abrió el corazón de ella para que estuviese atenta a lo que Pablo decía. (Hch. 16:14) 
Este texto me ha hecho reflexionar. El texto griego usa la palabra διανοίγω que significa "abrir". En Lc. 24:31 se les abre los ojos a los discípulos, es decir, entienden y comprenden que se trata de Jesucristo. En este texto lo que es abierto es el corazón de Lidia. El corazón era visto como el centro de la afectividad, la volición, los valores y los pensamientos. Esta apertura a la palabra es un acto Divino, qué duda cabe. El significado de esta apertura interior no es solo la recepción de la palabra de Dios, sino la asimilación del evangelio. La palabra de Cristo viene al ser humano, es recibida, es encarnada en el ser humano. En la primera parte se dice que ella estaba oyendo, pero para que se reciba la palabra Dios tiene que intervenir. Es un acto inmediato de Dios, no hay mediación, no hay intermediarios. Pablo, su voz, los textos citados, el argumento, el tono, la elocuencia, el tiempo, la motivación, capturan los oídos de Lidia, pero solo Dios abre el corazón. ¡Agradezco a Dios por abrir mi corazón!

domingo, 13 de abril de 2014

Pedro, la iglesia en Jerusalén, la iglesia en Antioquía, el etnocentrismo y la Misión Integral-Transcultural

El etnocentrismo es la “tendencia emocional que hace de la cultura propia el criterio exclusivo para interpretar los comportamientos de otros grupos, razas o sociedades” (DRAE). Aunque el uso del término “etnocentrismo” dentro de la antropología data de fines del s. XIX e inicios del s. XX (con William Graham Sumner), eso no significa que dicho fenómeno estaba ausente en las sociedades del pasado. La tensión entre el endo-grupo y el exo-grupo se ha producido a lo largo de la historia de las etnias. El judaísmo tenía un elemento peculiar: su elección como pueblo de Dios. El judaísmo del Segundo Templo vivía una especie de nominalismo del pacto, es decir, su pertenencia al pacto se expresaba en una observancia irrestricta a la Ley mosaica. Eso les proporcionaba identidad. Con la llegada del cristianismo, esa clase de etnocentrismo del pacto seguía vigente entre los miembros de la comunidad mesiánica los cuales eran judíos étnicos. Pedro nos sirve como ejemplo de este problema en la iglesia apostólica:
Y les dijo: Vosotros sabéis cuán abominable es para un varón judío juntarse o acercarse a un extranjero; pero a mí me ha mostrado Dios que a ningún hombre llame común o inmundo; por lo cual, al ser llamado, vine sin replicar. (Hch. 10:28-29)
Entonces Pedro, abriendo la boca, dijo: En verdad comprendo que Dios no hace acepción de personas, sino que en toda nación se agrada del que le teme y hace justicia. (Hch. 10:34-35)
Generalmente somos apresurados en juzgar a Pedro y a los primeros cristianos de etnocentristas, y hasta discriminatorios. Sin embargo, bien podríamos invitar a que tire la primera piedra a quienes estén libres del etnocentrismo. Todos tenemos en alguna medida esa clase de tendencia.
La misión integral que el Cristo resucitado ordenó a sus discípulos muchas veces se cumple en su extensión geográfica, pero hay dificultad al llevarla a cabo en su extensión socio-cultural y étinca. Vamos a otros grupos étnicos, pero les imponemos nuestra cultura.
Por otro lado, la misión transcultural es muy personalista, es decir, es tarea únicamente del misionero “profesional” el cual tiene que aprender/adoptar la lengua y las costumbres de la etnia que se quiere alcanzar. La iglesia local generalmente es una espectadora y alentadora de esto, la iglesia envía a quienes cumplirán con esta misión transcultural y esperará las noticias para luego enviar fondos. No somos muy conscientes de la internacionalidad de la iglesia. Si la iglesia es la misionera, entonces deberíamos todos los cristianos ser transculturales. Lo lamentable es que quienes son enviados a evangelizar a pueblos lejanos son etnocentristas. C. René Padilla comenta cómo esto sucedió en la evangelización en Hispanoamérica:
No menos nociva para la causa del evangelio que el "cristianismo secular" es la identificación del cristianismo con una cultura o expresión cultural determinada. En el siglo XVI América Latina fue conquistada en nombre de los reyes Católicos de España. Se trataba no solamente de una conquista militar, sino también de una conquista religiosa. Se trataba de implantar no solamente la cultura ibérica, sino también una "cultura cristiana." Es sólo en los últimos años que Roma ha tomado conciencia de que el cristianismo de los pueblos latinoamericanos es casi completamente nominal. En el siglo XIX la extensión misionera cristiana estada tan estrechamente vinculada con el colonialismo europeo que el cristianismo llegada a identificarse en Asia y África como la religión del hombre blanco.

Hoy en día, sin embargo, hay otra forma de "cristianismo-cultura" que ha venido a dominar el escenario mundial: el "American Way of Life." El fenómeno es descrito por un autor evangélico norteamericano en los siguientes términos: "Hemos equiparado el 'americanismo' con el cristianismo hasta el punto que estamos tentados a creer que la gente en otras culturas al convertirse debe adoptar los patrones institucionales estadounidenses. A través de procesos psicológicos naturales se nos conduce a creer inconscientemente que la esencia de nuestro 'American Way of Life' es básica, si no totalmente cristiana".[1]
Lo mismo podríamos decir de nosotros al hacer misión en Estados Unidos, que sería nocivo imponer nuestro “estilo de vida peruano” (o latinoamericano) a los estadounidenses. A decir verdad, somos igualmente tentados en pensar que nuestra cultura es “mejor” en algunos sentidos como para llevarla a otros pueblos. Esa no es la forma como se hace la misión integral en el Nuevo Testamento. La misión integral neotestamentaria no tiene la idea de establecer iglesias autóctonas (como si las hubiera) allá en los pueblos alejados del mundo, de ellos, por ellos y para ellos sin contacto con nosotros. La iglesia neotestamentaria es local y a la vez internacional. Los de allá pertenecen ahora a los de acá y viceversa. Cualquiera que recibe el glorioso evangelio es parte de nuestra familia y nosotros de la suya. "Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús" (Gl. 3:28). La transculturación no debe ser solamente tarea de la persona que cruzará los mares, toda la iglesia necesita ser entrenada en la transculturación. La transculturación no era tarea de Pedro, sino que toda la iglesia tuvo que ser entrenada y eso trajo más gloria a Dios. La iglesia en Jerusalén no estaba cómoda con lo sucedido con Pedro y Cornelio, había un etnocentrismo eclesial.
Oyeron los apóstoles y los hermanos que estaban en Judea, que también los gentiles habían recibido la palabra de Dios. Y cuando Pedro subió a Jerusalén, disputaban con él los que eran de la circuncisión, diciendo: ¿Por qué has entrado en casa de hombres incircuncisos, y has comido con ellos? (Hch. 11:1-3)
Pero, esta crisis fue una oportunidad que Pedro aprovechó para cumplir su función pedagógica con el pueblo de Dios:
Si Dios, pues, les concedió también el mismo don que a nosotros que hemos creído en el Señor Jesucristo, ¿quién era yo que pudiese estorbar a Dios? Entonces, oídas estas cosas, callaron, y glorificaron a Dios, diciendo: ¡De manera que también a los gentiles ha dado Dios arrepentimiento para vida! (Hch. 11:17-18)
Finalmente, esto se tenía que llevar a la realidad. Y, esto se cristaliza en Antioquía recibiendo el respaldo de la iglesia en Jerusalén:
Pero había entre ellos unos varones de Chipre y de Cirene, los cuales, cuando entraron en Antioquía, hablaron también a los griegos, anunciando el evangelio del Señor Jesús. Y la mano del Señor estaba con ellos, y gran número creyó y se convirtió al Señor. Llegó la noticia de estas cosas a oídos de la iglesia que estaba en Jerusalén; y enviaron a Bernabé que fuese hasta Antioquía. Éste, cuando llegó, y vio la gracia de Dios, se regocijó, y exhortó a todos a que con propósito de corazón permaneciesen fieles al Señor. Porque era varón bueno, y lleno del Espíritu Santo y de fe. Y una gran multitud fue agregada al Señor. (Hch. 11:20-24)
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[1] C. René Padilla, Misión Integral: Ensayos sobre el Reino y la iglesia (Grand Rapids/Bs. As.: Nueva Creación/Eerdmans, 1986), 14-15.

jueves, 27 de febrero de 2014

Felipe y el etíope: evangelismo personal y alcance de la misión

Quiero compartir mi relectura del relato registrado en Hechos acerca del encuentro de Felipe con el etíope. 
ἀνὴρ Αἰθίοψ lit. “(un) hombre etíope”. Hasta este punto en el relato lucano la proclamación del evangelio ha sido pública hacia una audiencia colectiva. En Pentecostés, Pedro habló a una multitud (Hch. 2:1); en el pórtico de Salomón, Pedro y Juan hablaron a “todo el pueblo” (Hch. 3:11); Dios por medio de un ángel les ordena a Pedro y Juan que predicasen públicamente al pueblo en el Templo (Hch. 5:20); el ministerio de Esteban se realizaba “entre el pueblo” (ἐν τῷ λαῷ Hch. 6:8); Felipe predicaba a la “ciudad de Samaria” (Hch. 8:5); los apóstoles predicaron en diferentes aldeas de samaritanos (Hch. 8:25). Todos estos casos son ejemplos de una evangelización masiva. Pero, ahora se nos reporta un caso de evangelización personal. No es personal por la cantidad de oyentes (en este caso es una persona), sino por la aproximación que hay. “Y el Espíritu dijo a Felipe: Acércate y júntate a ese carro” (Hch. 8:29), la proclamación masiva no necesariamente implica un acercamiento personal. Por el contrario, la evangelización personal requiere aproximación, el juntarse. No hay contradicción entre la predicación masiva y la personal, la primera encuentra su complemento en la segunda. La predicación masiva muchas veces corre el riesgo de tornarse estadística e impersonal, llena de reportes numéricos y generalidades. Para evitar esto es muy apropiado regresar a este relato y aprender de Felipe que la evangelización se produce en el marco de un acercamiento personal para llevar a cada individuo a un encuentro personal más sublime con Jesucristo. 
II 
Curiosamente Lucas registra su identidad étnica, su condición, y su ocupación, pero no nos informa del nombre del interlocutor de Felipe. Considera de mayor importancia la identidad étnica (en la expresión ἀνὴρ Αἰθίοψ “la etnicidad es el componente primario”, BDAG, 126). Este hombre es de Etiopía, la cual no se refiere a la actual Etiopía, sino a la antigua Nubia al sur de Egipto (Filóstrato, Vita Apollonii 3.20; 6.1; Fitzmyer, 1974; Polhill, 1992; Witherington III, 1998; Bruce, 2007; Kistemaker, 2007; Bock, 2007). Resulta sumamente interesante que entre los escritores griegos Etiopía fuese considerada como lo “último de la tierra”. Homero decía que los etíopes eran ἔσχατοι ἀνδρῶν “los últimos hombres” (La Odisea 1:23; citado por Estrabón, Geografía 1.1.6; 1.2.24). También, encontramos esta designación en Herodoto (Historia 3.25.114: τὰ ἔσχατα γῆς; Heliodoro, Aethiopica). Esto no es mera coincidencia, pues la estrategia de Cristo para la misión de la iglesia fue establecida en Hch. 1:8, y en ese texto leemos que la misión es ἕως ἐσχάτου τῆς γῆς “hasta lo último de la tierra”. Hasta el cap. 6 la misión se centró étnica y culturalmente en los judíos. Felipe es el precursor en la proclamación del evangelio de acuerdo a la agenda de Jesús: Jerusalén, Judea-Samaria y lo último de la tierra. La actividad evangelizadora de Felipe entre los samaritanos fue imitada por los apóstoles. En ese orden es natural leer la narración del encuentro con el etíope como un cumplimiento de la estrategia de Cristo de ser testigo con alguien que pertenece al grupo de aquellos que son de los confines de la tierra: Etiopía (pace Ellis [1991] quien considera que lo último de la tierra es España). Por otro lado, estoy plenamente de acuerdo con Moore (1997) que la expresión ἕως ἐσχάτου τῆς γῆς “hasta lo último de la tierra” (Hch. 1:8) no se debe limitar al aspecto geográfico (algo muy frecuente). Dicha expresión nos enseña más bien la universalidad étnica de la misión, y por mi parte añadiría la universalidad social, cultural y económica de la misión. Es decir, la misión de Jesús el Mesías debe atravesar las barreras sociales, culturales, económicas y geográficas. 

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
BOCK, Darrell L. (2007). Baker Exegetical Commentary on the New Testament: Acts. Grand Rapids, MI. Baker Academic. 
BRUCE, F. F. (2007). Hechos de los Apóstoles. Grand Rapids, MI. Libros Desafío. 
ELLIS, E. Earle, “‘The End of the Earth’ (Acts 1:8)” en Bulletin for Biblical Research 1 (1991): 123-132 
FITZMYER, Joseph A., S.J. (1974). The Acts of the Apostles. New York. Doubleday. 
KISTEMAKER Simon J. (2007). Comentario Al Nuevo Testamento: Hechos. Grand Rapids, MI. Libros Desafío. 
POLHILL, John B. (1992). Acts. Nashville. Broadman & Holman Publishers. 
TOUSSAINT, Stanley D. (1996). “Hechos” en John F. Walvoord y Roy B. Zuck, El Conocimiento Bíblico, Un Comentario Expositivo: Nuevo Testamento. Tomo 2. Puebla, México. Ediciones Las Américas, A.C. 
WITHERINGTON III, Ben (1998). The Acts of the Apostles: A Socio-Rhetorical Commentary. Grand Rapids, MI. Wm. B. Eerdmans Publishing Co.

domingo, 27 de octubre de 2013

El hombre cojo de nacimiento en Hechos 3:1-10

Quiero meditar un poco en este hombre. La perspectiva de lo que hoy denominamos enfermedades en tiempos bíblicos era un tanto diferente. Por ejemplo, en Hch. 3:2 se nos dice que había un hombre cojo (χωλός jōlos, NVI: "lisiado", Biblia del Peregrino: "paralítico"). Este adjetivo aparece 5 veces en Mt., 1 vez en Mr., 3 veces en Lc., 1 vez en Jn., 3 veces en Hch. y 1 vez en He. 12:13 (un total de 14 veces). 
Los escritores clásicos usaron este adjetivo para referirse a un impedimento para caminar ya sea por un problema en los pies o en otra parte de las piernas. Posteriormente esta palabra se usó para referirse a una deformidad o problemas en las manos. 
El AT fue escrito en hebreo y la palabra para cojo es פסח pissēaḥ. En la traducción del AT al griego llamada la Versión de Los Setenta se usa χωλός jōlos que traduce pissēaḥ. A partir de lo que dice Lv. 21:18, en el judaísmo de esos tiempos se consideraba esta discapacidad como un defecto, una deficiencia física, y no como una enfermedad en el sentido moderno. Esta condición descalificaba a un varón de cumplir el oficio sacerdotal. Es probable que alguien no sólo se sorprenda, sino que se escandalice de este tipo de regulaciones. Pero, eso sería muy precipitado porque en la visión del mundo que hay en la Biblia el pecado ha arruinado todo, incluso el mundo físico. La imperfección corporal es evidencia de aquel problema que es el mal cósmico, el pecado. La perfección corporal era vista como una expresión externa de la idea de santidad. En nuestras sociedades no somos realmente conscientes de la naturaleza destructiva del pecado. Sólo se le estudia desde un punto de vista moral o "espiritual" como si no afectase la totalidad del ser. A la vez, este texto nos muestra que para acercarse a Dios la norma es la perfección. 
El dolor emocional experimentado por el hombre cojo de Hch. 3 debió haber sido muy profundo. Un hombre cojo no sólo sufría por su discapacidad, sino también por la imposibilidad de acercarse a Dios. Angustia espiritual era probablemente la experiencia interna vivida todos los días por aquel hombre cojo del capítulo 3 de Hechos desde que fue consciente de su condición. En cambio, cuántos líderes religiosos dentro de aquél santuario gozaban de "perfección" física, aptos para los rituales levíticos, pero tan inconscientes de su propia perversidad. El cojo dependiendo de las limosnas y los líderes religiosos enriquecidos traficando con las almas. El cojo dependiendo de que otros le transporten, los líderes religiosos en cambio llenos de poder por su posición. Es por eso que nuestro hombre cojo está más lleno de la esperanza mesiánica que aquellos religiosos que creían ser ya parte del reino de Dios. 
Este hombre cojo probablemente tenía en su mente, como buen judío aquél pasaje del profeta Isaías 33:23 y 35:5-6. Jesús le mandó a decir a Juan el Bautista que su ministerio consistía que los cojos andasen (Lc. 7:22). Y, como Jesús, la iglesia continúa llevando la esperanza mesiánica a los cojos. Al ser sanado en el nombre de Jesús, este cojo es hecho perfecto, puede acercarse a Dios, puede entrar al templo. Pero, es en el nombre de Jesús, no como una fórmula mágica, sino como El Único Nombre en el cual hay salvación. Me llama la atención que hay un cojo judío siendo sanado, pero hay también cojos samaritanos (Hch. 8:7) y un cojo gentil en Listra (Hch. 14:8) indicando que el Mesías no sólo salva a y es la esperanza de Jerusalén y Judea, sino también de Samaria y hasta lo último de la tierra (Hch. 1:8).

domingo, 6 de octubre de 2013

Algunas reflexiones sobre Hechos 2:37

Como mencioné estoy exponiendo el libro de Hechos. La lectura de la Biblia, y de este libro en particular, me lleva a repensar varias cosas. Comparto algunas reflexiones aquí. El capítulo 2, versículos 1-41, puede dividirse en 3 partes: el acontecimiento de la venida del Espíritu Santo (vv. 1–13), luego tenemos la explicación de Pedro y la consiguiente exaltación de Jesús como Señor y Cristo (vv. 14–36), y finalmente tenemos la reacción (vv. 37-41). Insisto en que Jesucristo continúa siendo el Actor principal del relato. El capítulo 2 es Jesús el Cristo cumpliendo Su promesa, dotando de poder y Presencia del Espíritu a Su iglesia, para hablar el evangelio de Jesús el Mesías.
Con respecto a la reacción de las personas, v. 37 dice:
Al oír esto, se compungieron de corazón, y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: Varones hermanos, ¿qué haremos? 
El aoristo κατενύγησαν es muy gráfico pues el verbo κατανύσσομαι literalmente significa ser perforado o apuñalado (BDAG, 523), en este caso se usa aquí de un modo figurado para indicar que los oyentes experimentaron un dolor muy agudo. Aquél dolor lo experimentaron al oír la palabra predicada por Pedro. Merece destacarse que el dolor lo sintieron en el corazón (καρδία). Actualmente el corazón es un símbolo solamente de lo sentimental, pero en aquellos tiempos el corazón representaba el centro y la fuente de toda la vida interna, es decir, los pensamientos, los sentimientos y la voluntad (BDAG, 508). Aquí "corazón" está en singular entendiéndose distributivamente (D. L. Bock, Acts [BECNT; Grand Rapids: Baker, 2007], 141.), o sea, cada persona experimentó el dolor en su propio corazón.
Las personas fueron tocadas por la penetrante y aguda espada del Espíritu en lo más profundo de sus conciencias, pero esto no era suficiente. El Espíritu les ha convencido de su pecado (Jn. 16:8), y dan un paso más. Ellos dirigieron su pregunta a Pedro y también a los otros probablemente porque previamente al discurso de Pedro hubo una difusión políglota en la cual intervinieron los otros apóstoles. Los oyentes se dirigen respetuosamente (A. T. Robertson, Comentario Al Texto Griego Del Nuevo Testamento [Barcelona: Clie, 2003], 277) a Pedro y a los demás apóstoles como "varones hermanos" una expresión muy frecuente en Hechos (1:16; 2:29,37; 7:2,26; 13:15,26,38; 15:7,13; 22:1; 23:1,6; 28:17). La pregunta "¿qué haremos?" nos recuerda lo que preguntaban las personas a Juan el Bautista cuando estaba predicando del arrepentimiento (Lc. 3:12,14). También, nos recuerda la pregunta hecha a Jesús: "Y he aquí un intérprete de la ley se levantó y dijo, para probarle: Maestro, ¿haciendo qué cosa heredaré la vida eterna?" (Lc. 10:25). En este contexto probablemente la pregunta sea sincera y no como aquella hecha por el intérprete de la ley.
Aquí, algunos pensamientos, y quiera Dios que podamos repensar nuestra homilética y nuestra misión:
  • A pesar de toda esta descripción: dolor en la conciencia e interés en qué hacer, todavía esta multitud debe arrepentirse y creer en la Persona y la Obra de Jesús el Mesías (vv. 38-41).
  • La reacción ante la palabra de Cristo como ocurrió aquí nos ilustra la clase de reacción esperada ante el evangelio. 
  • Hoy, a la inversa de Pedro, podemos estar preocupados en disminuir lo más posible el dolor de conciencia al hombre moderno y postmoderno. 
  • A nuestra predicación le agregamos anestésicos para evitar dolor en la conciencia, cuando es urgente despertar las conciencias.

domingo, 29 de septiembre de 2013

Enseñando el libro de Hechos, acerca del título

En la iglesia bautista de Fe estoy siguiendo una serie de exposiciones del libro de Hechos. Estoy agradecido a Dios porque me concede el privilegio de ser un comunicador de las Sagradas Escrituras.
Una cuestión que me parece singular es el título de este libro. Por ejemplo, Irving L. Jensen en su "Panorama del Nuevo Testamento" escribió lo siguiente (Survey of the New Testament: Search and Discover [Chicago: Moody, 1981], 203):
Se reconoce que el libro registra los actos del Espíritu Santo en cuanto obró a través de los apóstoles. En ese sentido, el libro podría llamarse Los Hechos del Espíritu Santo. El nombre del Espíritu Santo aparece aproximadamente setenta veces en el libro.
Aunque parezca atractiva la sugerencia de Jensen, permítanme estar en desacuerdo con este autor. El problema con la afirmación de Jensen es su inexactitud. Es innegable el despliegue del Espíritu Santo en el libro de los Hechos, pero Jensen arguye apoyándose en datos inexactos. En realidad, en la traducción Reina-Valera 1960 el Nombre del "Espíritu Santo" aparece sólo 41 veces en Hechos, el Nombre "Espíritu" aparece 9 veces en Hechos, y el Nombre "Espíritu del Señor" aparece 2 veces en Hechos haciendo un total de 52 referencias al Espíritu Santo en el libro de los Hechos y no las 70 veces que señala Jensen. Si se trata de estadísticas, Jensen debió proponer el título "Los Hechos del Señor Jesús" porque en la traducción Reina-Valera 1960 el Nombre "Jesucristo" aparece 16 veces en Hechos, el Nombre "Jesús" aparece 54 veces en Hechos, y el Nombre "Cristo" aparece 13 veces en Hechos haciendo un total de 83 referencias a Jesucristo en el libro de los Hechos, y esto sin contar las numerosas referencias que usan el título "Señor". Por otras razones, creo que tanto en el evangelio de Lucas como en el libro de los Hechos, Nuestro Señor Jesucristo es el personaje central.