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sábado, 3 de mayo de 2014

"El ojo de la aguja" (Mateo 19:24), las puertas de Jerusalén y Teofilacto

πάλιν δὲ λέγω ὑμῖν, εὐκοπώτερόν ἐστιν κάμηλον διὰ τρυπήματος ῥαφίδος διελθεῖν ἢ πλούσιον εἰσελθεῖν εἰς τὴν βασιλείαν τοῦ θεοῦ. (Mt. 19:24).
¿Qué es el “ojo de la aguja”? Una interpretación muy popular entre varios predicadores es que se trata de una pequeña puerta en Jerusalén. W. Barclay cita esta interpretación sin aprobarla:
Para ilustrar lo difícil que era, puso una metáfora gráfica. Dijo que le era tan difícil a un rico entrar en el Reino del Cielo como le sería a un camello pasar por el ojo de una aguja. Se han propuesto diversas explicaciones a la imagen que Jesús trazó. El camello era el animal más grande que conocían los judíos. Se dice que algunas veces había dos puertas en las ciudades amuralladas. Una era la gran puerta principal por la que entraba y salía todo el tráfico y el comercio. Al lado había a veces una portezuela baja y estrecha. Cuando la principal estaba cerrada y guardada por la noche, la única manera de entrar en la ciudad era por la puerta pequeña, por la que hasta una persona casi no podía pasar erguida. Se dice que a veces llamaban a la portezuela «el ojo de la aguja». Así que se sugiere que Jesús estaba diciendo que le era tan difícil a un rico entrar en el Reino del Cielo como a un corpulento camello pasar por la portezuela por la que casi no podía entrar una persona.[1]
En tiempos modernos, quien popularizó esta interpretación es Lord Nugent al contar una experiencia de viaje en la cual escuchó que a las puertas pequeñas les llamaban “Es Summ el Kayut” (agujero u ojo de la aguja)[2]. Esta explicación surgió en la Edad Media y se le atribuye a Teofilacto. La explicación de Gordon Fee es representativa de quienes atribuyen a Teofilacto esta interpretación.
Como pronto veremos, no se comienza con la consulta a los expertos. En cambio, cuando sea necesario, hay que tratar de usar las mejores fuentes. En Marcos 10:23 (Mateo 19:23, Lucas 18:24), al concluir la historia del joven rico, Jesús dice: "¡Cuán difícilmente entrarán en el reino de Dios los que tienen riquezas!". Entonces añade: "Más fácil es pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios". A menudo se dice que había una entrada en Jerusalén conocida como el "Ojo de la Aguja", a través de la cual podían pasar los camellos sólo de rodillas y con gran dificultad. El punto de esta interpretación es que un camello sí podía pasar por el "Ojo de la Aguja". El problema de esta "exégesis" es que sencillamente no es verdadera. Nunca existió tal entrada en Jerusalén en ninguna época de su historia. La primera "evidencia" de tal idea se encuentra en el siglo once, en un comentario de un religioso griego llamado Teofilacto, quien tuvo con el texto la misma dificultad que tenemos nosotros. Al fin y al cabo, es imposible que un camello pase por .el ojo de una aguja, y ese fue precisamente el punto de Jesús. Es imposible para el que confía en las riquezas entrar en el Reino. Se necesita un milagro para que un rico sea salvo, que es el tema central de lo que sigue: "Todas las cosas son posibles para Dios".[3]
Estoy de acuerdo con Fee en que la interpretación del “ojo de la aguja” como una puerta en Jerusalén o las ciudades amuralladas es una ficción medieval. No hay evidencia documentada o restos arqueológicos que certifiquen la existencia de dicha puerta en Jerusalén u otras ciudades. Esta explicación supone que, puesto que las grandes puertas de las ciudades amuralladas eran difíciles de abrir para cada persona que deseara entrar, había puertas más pequeñas en tales portones grandes o al lado de los mismos. G. Ernest Wright informa que no hay pruebas antiguas o modernas de que tales entradas hayan sido llamadas por ese nombre[4].
Aunque Fee y otros eruditos atribuyen a Teofilacto la invención de tal ingeniosa interpretación, no nos ofrecen ninguna cita o referencia de Teofilacto. Esto me parece un tanto irónico, porque el mismo Fee aconseja “cuando sea necesario, hay que tratar de usar las mejores fuentes” (¡!).
A decir verdad, no estoy completamente convencido de que haya sido Teofilacto. He hecho una búsqueda sin hallar resultados en el texto de las obras de Teofilacto como aparecen en los volúmenes de la Patrologia Graeca:
Volume 123 Theophylactus Bulgarias http://books.google.com/books?id=mL7UAAAAMAAJ
Volume 124 Theophylactus Bulgarias http://books.google.com/books?id=lzURAAAAYAAJ
Volume 125 Theophylactus Bulgarias http://books.google.com/books?id=Z7_UAAAAMAAJ
Volume 126 Theophylactus Bulgarias http://books.google.com/books?id=eTYRAAAAYAAJ
En cambio, sí he encontrado una cita de Pascasio Radberto (785-865 d.C.) en la Patrologia Latina: 
si deposuerit onera sua quibus premebatur prius quam divitem superbum, et spem suam ponentem in divitiis suis, introire in regnum coelorum. Pro cujus rei difficultate, nonnulli foramen acus dixerunt posterulam fuisse in Hierusalem, quae ita vocabatur, de qua Dominus dixerit, per quam cameli onerati in Hierusalem intrare non possent (PL 120.665D)
Volume 120 Paschasius Radbertus http://books.google.com/books?id=b_8QAAAAYAAJ
La referencia a Pascasio también la he encontrado en Erich Klostermann (Das Markusevangelium [Tubinga: Mohr-Siebek, 1950], 104). Tomás de Aquino atribuye esta explicación a Anselmo:
Aliter dicitur, quia Hierosolymis quaedam porta erat, quae foramen acus dicebatur, per quam camelus, nisi deposito onere et flexis genibus, transire non poterat: per quod significatur, divites non posse transire viam arctam quae ducit ad vitam, nisi sordibus peccatorum et divitiis depositis, saltem non amando.
Sancti Thomae de Aquino, Catena aurea in quatuor Evangelia Expositio in Matthaeum, a capite XVII ad caput XX http://www.corpusthomisticum.org/cmt17.html
Por su parte, Anselmo de Laon o Laudunense (1050?-1117) escribió:
Aliter dicitur, quia Jerosolymis quaedam porta erat, quae Foramen acus dicebatur, per quam camelus, non nisi deposito onere et flexis genibus transire non poterat, per quam significantur divites, non posse intrare viam aretam, quae ducit ad vitam, nisi divitiis saltem non amando depositis, et sordibus peccatorum renuntiatis, et cordibus per humilitatem contritis (PL 162.1415A).
Volume 162 Anselmi Laudunensis http://books.google.com/books?id=bfEQAAAAYAAJ
Hasta este momento no he hallado alguna referencia en las obras de Teofilacto a la interpretación que se le atribuye. ¡Es probable que sea erróneo seguir atribuyendo a Teofilacto una interpretación igualmente errónea!
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[1] William Barclay, Comentario al Nuevo Testamento (Barcelona: CLIE, 2006), 154.
[2] George Nugent, Lands, classical and sacred (2a ed.; Londres: Charles Knight, 1946), 188 http://books.google.com.pe/books?id=QHsBAAAAQAAJ&source=gbs_navlinks_s
[3] Gordon D. Fee y Douglas Stuart, La lectura eficaz de la Biblia (Miami: Vida, 1985), 18-19; también David E. Garland, Mark (NIVAC; Grand Rapids: Zondervan, 1996), 401. Un comentario reciente también atribuye a Teofilacto esta interpretación: Steven A. Crane, Marveling with Mark: A Homiletical Commentary on the Second Gospel (Wipf & Stock, 2010), 241.
[4] Cf. G. Ernest Wright, “Questions sent to the Editor” en BA 8.1, (Febrero, 1945): 18. Para una descripción de las puertas de Jerusalén durante la Edad Media consultar Adrian J. Boas, Jerusalem in the time of the crusades: Society, landscape and art in the Holy City under Frankish rule (New York; Londres: Routledge, 2001), 49-68.

martes, 18 de marzo de 2014

"Y Daniel propuso en su corazón no contaminarse..." (Daniel 1:8)

Y Daniel propuso en su corazón no contaminarse con la porción de la comida del rey, ni con el vino que él bebía; pidió, por tanto, al jefe de los eunucos que no se le obligase a contaminarse. (Dn. 1:8).
Este es probablemente uno de los versículos más querido del libro de Daniel. De niño lo aprendí de memoria y sigue siendo tan desafiante e inspirador como en aquella etapa de mi vida. Anoche, en nuestras clases de estudio bíblico, John Jairo Paredes llamó mi atención a este texto al citar la opinión de Christopher J. H. Wright acerca de Dn. 1:8 en su libro Probados por el fuego. Mi interés en este artículo es repasar una de las explicaciones que se han dado sobre la decisión de Daniel, y es la siguiente:
El participar de la comida traída de la mesa de rey era para ellos contaminador, porque estaba prohibido por la ley: no tanto porque la comida no hubiese sido preparada según la ordenanza levítica, sino que tal vez consistía en animales que para los Israelitas eran inmundos, ya que en dicho case los jóvenes no estaban bajo la necesidad de abstenerse del vino. Pero la razón de su abstención era que los paganos en sus fiestas ofrecían en sacrificio a sus dioses parte de la comida y la bebida y de este modo consagraban sus comidas mediante un rito religioso; por lo tanto, no sólo aquel que participaba en tal comida participaba en la adoración a ídolos, sino que la comida y el vino como un todo eran la comida y el vino del sacrificio a un ídolo y participar de éste, según lo escrito por el apóstol (1 Co. 10:20) es lo mismo que sacrificar a los demonios. El abstenerse de tal comida y bebida no manifiesta ningún rigorismo que exceda la ley mosaica, tendencia que se manifestó en tiempos de los macabeos.[1]
Esto es citado con aprobación por E. L. Carballosa[2]. Esta interpretación es muy popular entre los comentaristas, pero presenta un obstáculo infranqueable. Es verdad que los babilonios ofrecían diariamente a sus dioses la comida y la bebida, pero no sólo ofrecían la carne y el vino, también ofrecían a sus dioses los vegetales y hasta el agua.[3] Virtualmente toda la comida babilónica era inmunda (cf. Ez. 4:13).[4] Por otro lado, Nehemías era un creyente que compartía la copa con el rey, pero no leemos ninguna objeción al respecto, y en el libro de Ester se guarda silencio al respecto. Un detalle que me llama la atención es que la alimentación con agua y vegetales era común entre los pobres quienes sólo comían carne roja durante los festivales[5]. Es evidente que la explicación de no contaminarse debe ser otra. Por tanto, a mi juicio, la explicación más probable es esta:
La contaminación no está tanto en algo relacionado con la comida en sí, sino en el programa total de asimilación. En ese momento, el gobierno babilonio ejerce control sobre todos los aspectos de sus vidas. Cuentan con pocos medios con los cuales resistirse a las fuerzas de asimilación que los controlan. Echan mano de una de las pocas áreas en las que aún pueden ejercer su decisión, como una oportunidad de conservar su identidad propia.[6]
Quizá, también subyace en la decisión de Daniel una identificación de él, un príncipe de Judá, con su pueblo que está en cautiverio y pobreza. De esta manera se libera de la contaminación que representa la injusticia de comer abundantemente en el palacio babilónico, teniendo un pueblo que sólo disfrutaría de ello sólo en situaciones excepcionales.

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[1] C. F. Keil y F. Delitzsch, Commentary on the Old Testament (Peabody, MA: Hendrickson, 2002), 9:539-540.
[2] Cf. Evis L. Carballosa, Daniel y el reino mesiánico (ed. rev.; Grand Rapids, MI: Portavoz, 1999), 47.
[3] Cf. Julye Bidmead, The Akitu Festival: Religious Continuity and Royal Legitimation in Mesopotamia (Gorgias Press LLC, 2004), 114. Cf. H. W. F. Saggs, Everyday Life in Babylonia and Assyria (Dorset Press, 1987), 174; A. Leo Oppenheim, Ancient Mesopotamia: Portrait of a Dead Civilization (ed. rev.; Chicago/London: University of Chicago, 1977), 193; John E. Goldingay, Daniel (WBC 30; Dallas: Word, Incorporated, 2002), 18-19; John H. Walton, Victor H. Matthews y Mark W. Chavalas, Comentario del contexto cultural de la Biblia: Antiguo Testamento (El Paso: Mundo Hispano, 2004), 830.
[4] Cf. Joyce G. Baldwin, Daniel: An Introduction and Commentary (TOTC 23; Nottingham, England: Inter-Varsity Press, 1978), 92.
[5] Cf. Saggs, op. cit., 175. La carne era cara, los dioses y el rey recibían grandes cantidades de carne (cf. Karen Rhea Nemet-Nejat, Daily Life in Ancient Mesopotamia [Greenwood Publishing Group, 1998], 159).
[6] Walton et al., op. cit., 830.

domingo, 29 de diciembre de 2013

Yamauchi y la palabra "esclavo"

En el invierno de 1966 se publicó en el entonces Bulletin of the Evangelical Theological Society un artículo titulado “Slaves Of God” [Esclavos de Dios] por Edwin Yamauchi (BETS 9:1 [Invierno 1966] pp. 31-49). Yamauchi demuestra que es exagerado sostener que el concepto de “esclavo de Dios” es exclusivo de Israel. De acuerdo a Yamauchi, es difícil encontrar una sola cultura en el Cercano Oriente que no tenga el motivo de “esclavo de Dios”. Luego, pasa a citar ejemplos para demostrar que el concepto de esclavo de Dios/dios/dioses está presente en varias culturas. Esto, a mi juicio, es evidencia que nos compele a ver el concepto de “esclavo de Dios” como muy difundido en el Cercano Oriente. Yamauchi nos llama la atención a los nombres teofóricos (del griego θεοφόρητος – theoforētos, “portar/llevar un dios/deidad”). Esto ocurre en Egipto, durante el Reino Antiguo tenemos Hm-Ntr “Esclavo de dios”, Hm-R’ “Esclavo de Re”, Hm-Hthr “Esclavo de Hathor”, y posteriormente tenemos Hm-Ptah “Esclavo de Ptah”. Para más ejemplos se puede consultar la obra de Herman Ranke, Die Agyptischen Personennamen (J. J. Augustin, 1935), 1:239 (ver aquí). Este fenómeno ocurre en la antigua Babilonia como el nombre de un rey de Larsa que se llamaba Warad-Sin, esto es “Esclavo del dios Sin” como también Ab-di Ili “Esclavo de dios” y Ab-du Ish-ta-ra “Esclavo de Ishtar”. Para más ejemplos se puede consultar Herman Ranke, Early Babylonian Personal Names (Philadelphia, 1905), 58 (ver aquí), Albert Clay, Personal Names from Cuneiform Inscriptions of the Cassite Period (New Haven, 1912), 47-49 (ver aquí). La cultura ugarítica también presenta nombres ‘bdil “Esclavo de dios”. El griego micénico tiene te-o-jo do-e-ro, i.e. theoio doelos, “esclavo de dios”. Los fenicios, asimismo, usaban este teofórico. En el papiro Elefantino del s. V a.C. tenemos ‘bd ngo “Esclavo de Nego” como en Daniel. Yamauchi incluye evidencias del AT como del período helenístico, el semítico noroccidental tardío y el árabe. Luego aborda el tema de la esclavitud en la antigüedad. A veces, he leído afirmaciones de que la esclavitud en la antigüedad era “mejor” que la esclavitud de los siglos 18-19. Algunos hasta han visto la esclavitud en el siglo I d.C. como benigna. Pero, hay eruditos que más bien consideran que la esclavitud en la antigüedad era igual o peor de inhumana (ver por ejemplo Jennifer A. Glancy, Slavery in Early Christianity [Fortress, 2006], 84). Lo que se puede leer de la historia es que el trato a los esclavos fue muy duro y severo. Platón consideraba a los esclavos como parte de los bienes. Aristóteles fue un poco más benigno que su maestro. Pero, como señala Yamauchi, la esclavitud fue una realidad aceptada por la sociedad antigua. Yamauchi nos llama la atención hacia el NT y los pasajes que hablan de la esclavitud. Luego discute, la traducción en la versión inglesa King James que usa “servant (siervo)” en lugar de “slave (esclavo)”. Yamauchi concluye que probablemente es mejor usar “esclavo”, porque es más que un título honorífico,
Pero si el título de doulos Christou es una denominación de honor en cuanto declara lo que somos en nuestra relación con el Soberano del Universo, también es una designación de humildad, ya que nos recuerda lo que somos en nosotros mismos.
Creo que este artículo de Yamauchi sigue teniendo muchísima vigencia y los cristianos necesitamos revisar la fuerza del significado que tiene la expresión "esclavo de Dios/Cristo" que debe producir efectos notorios en nuestra manera de pensar y vivir. Quizá la crítica nietzscheana ha hecho que se inhiban muchos teólogos de usar esta expresión ("esclavo/a") tan bíblica, tan cristiana, tan nuestra, la cual nos identifica con Nuestro Señor, pues la voluntad del esclavo está sujeta a la de su Señor.

sábado, 16 de marzo de 2013

Cuando el pastor reclama que le digan "pastor": Jesús, los Rabinos y el uso de títulos en el ministerio (revisión)

Esta es la revisión de un artículo que publiqué en el año 2011, y creo conveniente recordar algunas cosas que mencioné en aquella ocasión. A quienes están cumpliendo funciones pastorales en la iglesia de Cristo les invito a examinarnos a la luz de las Sagradas Escrituras. Craig Blomberg publicó en diciembre del 2011 un muy apropiado artículo en su blog acerca del uso de títulos en el ministerio: “Oh Yes, He’s the Right Reverend Professor Doctor So-and-So!” (¡Oh sí, es el Reverendísimo Profesor Doctor Fulano de Tal!). Craig (como prefiere que le llamen) formula varias preguntas: 
¿Puedes llamar a tu pastor sólo por su primer nombre y te sientes cómodo de hacerlo? ¿El pastor se siente igual de cómodo contigo? Si no, ¿por qué no? ¿Las respuestas a esta pregunta son bíblicas o sólo tradicionales? Más importante aún, ¿puedes amablemente cuestionar y estar en desacuerdo con las decisiones de tu pastor y continuar valorándose entre sí, o es que alguien tiene que "ganar"? 
En cada contexto cultural hay formas del habla que sirven para expresar respeto a las personas, y esto tiene peculiaridades asociadas a la época, región, etc. Pero, también es cierto que existen personas que aman capturar la atención y el ser llenos de deferencia. En lo personal, no tengo problemas que me llamen “pastor Manuel” o “pastor Rojas”. Con frecuencia me han llamado “hermano Manuel”, y este trato lo aprecio mucho porque antes de ser pastor de alguien, soy su hermano en Cristo. Cuando ministraba en Ica, una hermana muy anciana a quien tengo mucho aprecio me trataba como “hermano pastor”. A pesar de mi juventud, ella me trató con respeto y genuino amor fraternal. Sé de quienes no tolerarían que alguien les llamase “hermano”, pues estarían prestos a reclamar no sólo el título de “pastor” sino también los miramientos que corresponderían al cargo o la posición. Nuestro Divino Redentor no era muy benevolente con los títulos y consideraciones de acuerdo a Mateo 23:5-12: 
5 Antes, hacen todas sus obras para ser vistos por los hombres. Pues ensanchan sus filacterias, y extienden los flecos de sus mantos; 6 y aman los primeros asientos en las cenas, y las primeras sillas en las sinagogas, 7 y las salutaciones en las plazas, y que los hombres los llamen: Rabí, Rabí. 8 Pero vosotros no queráis que os llamen Rabí; porque uno es vuestro Maestro, el Cristo, y todos vosotros sois hermanos. 9 Y no llaméis padre vuestro a nadie en la tierra; porque uno es vuestro Padre, el que está en los cielos. 10 Ni seáis llamados maestros; porque uno es vuestro Maestro, el Cristo. 11 El que es el mayor de vosotros, sea vuestro siervo. 12 Porque el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido. 
5 πάντα δὲ τὰ ἔργα αὐτῶν ποιοῦσιν πρὸς τὸ θεαθῆναι τοῖς ἀνθρώποις· πλατύνουσιν γὰρ τὰ φυλακτήρια αὐτῶν καὶ μεγαλύνουσιν τὰ κράσπεδα, 6 φιλοῦσιν δὲ τὴν πρωτοκλισίαν ἐν τοῖς δείπνοις καὶ τὰς πρωτοκαθεδρίας ἐν ταῖς συναγωγαῖς 7 καὶ τοὺς ἀσπασμοὺς ἐν ταῖς ἀγοραῖς καὶ καλεῖσθαι ὑπὸ τῶν ἀνθρώπων ῥαββί. 8 ὑμεῖς δὲ μὴ κληθῆτε ῥαββί· εἷς γάρ ἐστιν ὑμῶν ὁ διδάσκαλος, πάντες δὲ ὑμεῖς ἀδελφοί ἐστε. 9 καὶ πατέρα μὴ καλέσητε ὑμῶν ἐπὶ τῆς γῆς, εἷς γάρ ἐστιν ὑμῶν ὁ πατὴρ ὁ οὐράνιος. 10 μηδὲ κληθῆτε καθηγηταί, ὅτι καθηγητὴς ὑμῶν ἐστιν εἷς ὁ Χριστός. 11 ὁ δὲ μείζων ὑμῶν ἔσται ὑμῶν διάκονος. 12 ὅστις δὲ ὑψώσει ἑαυτὸν ταπεινωθήσεται καὶ ὅστις ταπεινώσει ἑαυτὸν ὑψωθήσεται. 
Lo que me parece desconcertante es que aun la palabra "siervo" (y su acompañante "consiervo") se usa como título, paradójicamente desprovista de su significado, pues muchas veces quienes usan estos términos no dudan en reclamar deferencias hacia ellos. Las sociedades en medio-oriente durante la antigüedad eran sociedades muy jerarquizadas y estratificadas. Es conveniente releer la información que nos proporciona Joachim Jeremías acerca de los escribas y su estatus en el primer siglo: 
El alumno estaba en relación personal con su maestro y escuchaba su enseñanza. Cuando había llegado a dominar toda la materia tradicional y el método de la halaká, hasta el punto de estar capacitado para tomar decisiones personales en las cuestiones de legislación religiosa y de derecho penal, era “doctor no ordenado” (talmîd hakam). Pero sólo cuando había alcanzado la edad canónica, para la ordenación, fijada en cuarenta años según una noticia postannaítica, podía ser recibido por la ordenación (semikah), en 1a corporación de escribas, como miembro de pleno derecho, como “doctor ordenado” (hakam). A partir de entonces estaba autorizado a zanjar por sí mismo las cuestiones de legislación religiosa y ritual, a ser juez en 1os procesos criminales y a tomar decisiones en los civiles, bien como miembro de una corte de justicia, bien individualmente.
Tenía derecho a ser llamado Rabbí, pues este título estaba ya ciertamente en uso entre los escribas del tiempo de Jesús. Además otras personas que no habían recorrido el ciclo regular de formación terminado con la ordenación eran llamadas también Rabbí: Jesús de Nazaret es un ejemplo. Se explica por el hecho de que este título, al comienzo del siglo I de nuestra Era, estaba sufriendo una evolución; siendo primero un título honorífico general, iba a quedar reservado exclusivamente para los escribas. De todos modos, un hombre desprovisto de la formación rabínica completa pasaba por grammata mē memathēkōs (Jn 7,15); no tenía derecho a los privilegios del doctor ordenado.[1] 
Y, más adelante J. Jeremías añade: 
Nuestras fuentes suministran gran cantidad de pequeños detalles que evidencian el prestigio de los escribas a los ojos del hombre de la calle. Lo vemos levantarse respetuosamente al paso de un escriba; sólo estaban excusados de hacerlo los obreros durante su trabajo. Lo oímos saludar solícitamente al escriba, llamándole “rabbí”, “padre”, “maestro” cuando éste pasa ante él con su túnica de escriba, que tenía forma de manto que caía hasta los pies y estaba adornada de largas franjas (Mt 23,5). Cuando los notables de Jerusalén dan una comida, es un ornato de la fiesta ver aparecer, por ejemplo, dos alumnos y futuros doctores como Eliezer ben Hirkanos y Yoshuá ben Jananya. Los primeros puestos están reservados a los escribas (Mt 12,39 y par.) y el rabbí precede en honor al hombre de edad, incluso a sus padres. En la sinagoga ocupaba también el puesto de honor; se sentaba de espaldas al armario de la Torá, mirando a los asistentes y visible de todos (ibid.), Los escribas, finalmente, no se casaban más que excepcionalmente con hijas de gentes no peritas en la Ley.[2] 
El respeto por las personas que están al servicio de Dios es legítimo, pero creo desafortunado pensar que el cargo per se otorga tal prerrogativa. Es decir, la gente debe respetar al pastor porque tiene el cargo y título de "pastor". Esto se acerca más al comportamiento de Diótrefes que al de los ministros de Jesucristo (3 Jn. 9-10):
9 Yo he escrito a la iglesia; pero Diótrefes, al cual le gusta tener el primer lugar entre ellos, no nos recibe. 10 Por esta causa, si yo fuere, recordaré las obras que hace parloteando con palabras malignas contra nosotros; y no contento con estas cosas, no recibe a los hermanos, y a los que quieren recibirlos se lo prohibe, y los expulsa de la iglesia.
Un anciano siervo de Jesucristo exhortaba a sus compañeros de ministerio mucho más jóvenes que él a que ejercieran su autoridad por medio del ejemplo. El anciano era Pablo, quien él mismo practicaba este método de ejercer autoridad espiritual con el ejemplo.
2 Tesalonicenses 3:9: no porque no tuviésemos derecho, sino por daros nosotros mismos un ejemplo para que nos imitaseis.
1 Timoteo 4:12: Ninguno tenga en poco tu juventud, sino sé ejemplo de los creyentes en palabra, conducta, amor, espíritu, fe y pureza.
Tito 2:7: presentándote tú en todo como ejemplo de buenas obras; en la enseñanza mostrando integridad, seriedad, 
Pedro también enseñó lo mismo:
1 Pedro 5:3: no como teniendo señorío sobre los que están a vuestro cuidado, sino siendo ejemplos de la grey. 
El respeto se gana por medio de un testimonio ejemplar. 
______________________
[1] Joachim Jeremias, Jerusalén en tiempos de Jesús (2ª ed.; Madrid: Cristiandad, 1980), 251-252. 
[2] Ibíd., 259-260.

miércoles, 19 de diciembre de 2012

Mateo 1:19: ἐβουλήθη λάθρᾳ ἀπολῦσαι αὐτήν ("quiso dejarla secretamente")

En la navidad generalmente se recuerda a los personajes relatados en los evangelios, pero con muy poca frecuencia se resalta la figura de José. La tradición lo ha colocado en un segundo plano en contraste con María, atribuyéndole importancia por su función legal como padre adoptivo de Jesús. Mi intención es releer el texto en su trasfondo histórico y atisbar el carácter de este joven pero muy noble hombre. Un aspecto de su carácter es su actitud compasiva. La justicia de José no radicaba en la observancia irrestricta de la norma del divorcio, sino en el divorcio llevado con discreción, en privado. Aunque el adulterio estaba penalizado con la muerte por apedreamiento, no queda muy claro a la luz de la evidencia histórica que las cortes judías durante el período del Segundo Templo hayan ejecutado sentencias capitales que podían ser objetadas por los procuradores romanos.[1] Sin embargo, el adulterio era un delito que en la lex Iulia de adulterii no fue tomado como un crimen capital en su totalidad.[2] A pesar de que la ley judía prescribía la pena de muerte para la infidelidad sexual (Dt. 22:21-24), sin embargo en el período del Segundo Templo la ejecución era materia de controversia. Es debatible si María corría el peligro legal de ser juzgada y lapidada. Por ejemplo, en el apócrifo Susana se aprueba la pena de muerte para una mujer adúltera (44-45), pero en Enoc eslavo se relata que el hermano de Nir descubrió que su esposa estaba embarazada y el niño no era suyo pero no le condenó a muerte (71.6-7).[3] Lo que no es debatible constituye el estatus de deshonra que ocasionaría a su prometido y a su familia. María al aceptar la voluntad de Dios se exponía a una terrible situación que desde nuestra cultura occidental perdemos de vista. No menos fue la vergüenza que tendría que enfrentar José. En la cultura mediterránea, la ley romana, señaló como proxeneta a un esposo que no se divorció de su esposa infiel.[4] La situación constituía una suma vergüenza para José. Las familias en el mundo mediterráneo antiguo preferían la muerte de su hija a que viviera toda su vida con deshonra. Era manifestación de virtud que una mujer prefiriera morir a vivir con la deshonra, pues cuanto más público fuera el hecho más pública sería la deshonra y la humillación para María, su esposo y su familia.[5] José como era justo no quiso exponer (δειγματίζω) públicamente en desgracia a María.[6] El adverbio λάθρᾳ indica que quería hacerlo en secreto sin que muchos lo sepan[7], es decir, lo menos público posible evitando ir a una corte pública. No quiere decir que era totalmente secreto, pues la carta de divorcio o repudio requería que sea entregada delante de dos testigos.[8] A pesar de la gravedad y la terrible deshonra, José no quiso actuar vengativamente, más bien tenía planeado actuar con misericordia y compasión hacia María. ¡Puede decirse que en la vida de José el texto de Oseas 6:6 era una realidad! “Porque misericordia quiero, y no sacrificio, y conocimiento de Dios más que holocaustos”.
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Mateo 1:19: ἐβουλήθη λάθρᾳ ἀπολῦσαι αὐτήν ("quiso dejarla secretamente")
Mateo 1:19: Ἰωσὴφ δὲ ὁ ἀνὴρ αὐτῆς, δίκαιος ὢν ("José su marido, como era justo")
¿Los ángeles cantan?
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[1] Cf. Josefo, Guerras de los Judíos 2.117. 
[2] Cf. A. N. Sherwin-White, Roman Society and Roman Law in the New Testament (Grand Rapids: Baker, 1978), 42. 
[3] Cf. Tal Ilan, Jewish Women in Greco-Roman Palestine (Tübingen: J. C. B. Mohr; Peabody: Hendrickson, 1996), 136. 
[4] Cf. Pseudo-Fociles, Sentencias 177-178, en James H. Charlesworth, The Old Testament Pseudepigrapha and the New Testament (New Haven; Londres: Yale University Press, 1985), 2:580. 
[5] Cf. Craig S. Keener, The Gospel of Matthew: A Socio-Rhetorical Commentary (Grand Rapids; Cambridge: Eerdmans, 2009), 93. 
[6] Cf. BDAG, 214. 
[7] Cf. BDAG, 581. 
[8] H. Strack y P. Billerbeck, Kommentar zum Neuen Testament aus Talmud und Midrasch (6 vols.; Munich: Beck, 1926–61), 1:304-305.

lunes, 17 de diciembre de 2012

Mateo 1:19: Ἰωσὴφ δὲ ὁ ἀνὴρ αὐτῆς, δίκαιος ὢν ("José su marido, como era justo")

José su marido, como era justo, y no quería infamarla, quiso dejarla secretamente. (Mt. 1:19 R60)
Ἰωσὴφ δὲ ὁ ἀνὴρ αὐτῆς, δίκαιος ὢν καὶ μὴ θέλων αὐτὴν δειγματίσαι, ἐβουλήθη λάθρᾳ ἀπολῦσαι αὐτήν. 
Estoy escribiendo algunas reflexiones relacionadas con la navidad, ahora me enfocaré en José. El carácter de José y de María son mejor apreciados sobre su trasfondo cultural. Ellos tuvieron que enfrentar a una sociedad muy estricta. En las sociedades de medio oriente consideraron que una pareja comprometida no podía estar a solas por 20 minutos porque eso significaría que habían tenido cópula sexual.[1] José era justo al planear divorciarse de María y al no querer exponerla, en ambos casos se evidencia como una persona justa (¡y a muy temprana edad!). La palabra δίκαιος designa a una persona justa en el sentido legal y espiritual, y con toda probabilidad José es justo en ambos sentidos. Los esponsales incluían arreglo económico y era un asunto legalmente serio por lo cual era muy raro romper un compromiso salvo alguna causa de suma gravedad. José no tenía opción en el marco de las normas sociales del judaísmo del Segundo Templo. La sociedad en la cual vivió José no daba una segunda oportunidad a los adúlteros. La ley judía exigía que un hombre acuse a su esposa inmediatamente en caso de descubrir que ella no había sido una virgen.[2] El guardián de la virginidad de una desposada era su propio padre, quizá para disminuir la vergüenza pública la familia de María podía haberla enviado lejos. Pero, el texto no dice que María fue llevada a otro lugar. Recordemos que Nazaret no era una gran ciudad, sino una aldea pequeña donde las noticias correrían con mucha rapidez. El embarazo no podía ocultarse, y a pesar de las explicaciones que María hubiera ofrecido a José (que el texto no registra que hizo tal cosa), José no tenía razones suficientes para no divorciarse. Aceptar a María no sería bien visto, pues se consideraría que era un hombre extremadamente débil.[3] Es ahí donde Dios interviene por medio de la Revelación. Una lección es el carácter piadoso de José que se enfoca más en Dios porque finalmente acepta la voluntad de Dios. A José le importa más obedecer a Dios que su propia reputación o imagen pública.
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Mateo 1:19: ἐβουλήθη λάθρᾳ ἀπολῦσαι αὐτήν ("quiso dejarla secretamente")
Mateo 1:19: Ἰωσὴφ δὲ ὁ ἀνὴρ αὐτῆς, δίκαιος ὢν ("José su marido, como era justo")
¿Los ángeles cantan?
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[1] Carol Delaney, “Seeds of Honor, Fields of Shame” en Honor and Shame and the Unity of the Mediterranean (edit. David D. Gilmore; Washington: American Anthropological Association, 1987), 41. 
[2] Cf. p. Ketubot 1.4, §4. 
[3] Craig S. Keener, The Gospel of Matthew: A Socio-Rhetorical Commentary (Grand Rapids; Cambridge: Eerdmans, 2009), 91.

Mateo 1:18: πρὶν ἢ συνελθεῖν αὐτοὺς ("antes que se juntasen")

18 El nacimiento de Jesucristo fue así: Estando desposada María su madre con José, antes que se juntasen, se halló que había concebido del Espíritu Santo. (Mt. 1:18 R60) 
Τοῦ δὲ Ἰησοῦ Χριστοῦ ἡ γένεσις οὕτως ἦν. μνηστευθείσης τῆς μητρὸς αὐτοῦ Μαρίας τῷ Ἰωσήφ, πρὶν ἢ συνελθεῖν αὐτοὺς εὑρέθη ἐν γαστρὶ ἔχουσα ἐκ πνεύματος ἁγίου. 
Mateo nos relata el origen (navidad) de Yēšû el Mesías, ben Dāwid (hijo de David). Nuestro autor quiere dejar muy en claro a sus lectores que Jesús no tuvo un origen humano. El orden de palabras es inusual, pero se explica por el contexto. Se debe conectar esta perícopa con la genealogía precedente. Se nos informa que María estaba desposada con José. Ya hemos visto que los esponsales (μνηστεύω) se llevaban a cabo a muy temprana edad. Por ejemplo, Agripa I antes de morir en el año 44 d.C. desposó a sus dos hijas Mariamme (nacida el 34/35 d.C.) y Drusila (nacida el 38/39 d.C.) de 10 y 6 años [1]. Para nosotros tal práctica de comprometer a tan temprana edad es inaceptable, pero no así en dicho contexto histórico-cultural. La primera etapa de ’ērûsîn y qîddûšâ (los esponsales o compromiso) era elegir a una esposa. Las familias en medio oriente generalmente comenzaban y efectuaban los arreglos. Los varones contaban con 18 años y las mujeres 12 ó 12½ años.[2] La segunda etapa consistía en el arreglo oficial que era un acuerdo prenupcial delante de testigos, tanto varón como mujer entraban en el estado de compromiso, es decir, desposados. Este acuerdo era legalmente vinculante, era como un contrato que confería derechos legales al hombre sobre la mujer y sólo podía romperse mediante un proceso formal de divorcio.[3] Aunque había casos en que los desposados vivían en la casa del padre del esposo, en Galilea la mujer no dejaba la casa paterna hasta la boda.[4] La norma en cualquier caso era abstenerse de las relaciones maritales manteniendo su pureza sexual hasta la ceremonia de bodas. La infidelidad sexual durante la etapa de los esponsales fue considerada como adulterio cuya pena era la muerte por lapidación (cf. Lv. 20:10; Dt. 22:23–24). La ceremonia de bodas se llevaba a cabo 12 meses después del compromiso o esponsales[5]. Entre los romanos (desde el tiempo de Augusto) la ley requería un plazo de dos años.[6] El texto de Mateo no nos especifica el tiempo que llevaban comprometidos, pero vemos que José y María a pesar de su temprana edad mantenían su pureza sexual ya estando comprometidos.
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[1] Joachim Jeremias, Jerusalén en tiempos de Jesús: Estudio económico y social del mundo del Nuevo Testamento (2ª ed.; Madrid: Cristiandad, 1980), 376, n. 54. 
[2] Cf. m. ’Abot. 5:21; b. Qiddushim 29b–30a. 
[3] Cf. m. Ketubot 1:2; 4:2. Se les trataba como “esposo” y “esposa”. 
[4] Cf. m. Ketubot 1:5; b. Ketubot 9b, 12a; Clinton E. Arnold, Zondervan Illustrated Bible Backgrounds Commentary Volume 1: Matthew, Mark , Luke (Grand Rapids: Zondervan, 2002), 11. 
[5] Cf. m. Ketubot 5:2; m. Nedarim 10:5. 
[6] Cf. Dio Cassius, Roman History 54.16.7

sábado, 15 de diciembre de 2012

Navidad, José, María y la adolescencia

http://uploads5.wikipaintings.org/images/bartolome-esteban-murillo/the-holy-family-with-the-little-bird.jpg

La navidad ha inspirado a los artistas que usando su imaginación han pintado las escenas relatadas en los evangelios. Desde mi infancia imaginé a José como un hombre mayor muy barbudo (casi anciano) y a su esposa, María, como una mujer adulta pero más joven que José. Como en los evangelios luego no se menciona a José, concluía que debió ser muy anciano cuando se casó y posiblemente había fallecido antes de que Jesús iniciara su ministerio. Todas estas ideas fueron alimentadas y reforzadas por el arte tradicional. Dejando atrás mi imaginación infantil, lo más probable es que José haya tenido entre 18 a 20 años al momento de desposar a María, pues esa era la edad normal para contraer matrimonio en el caso de los varones.[1] De acuerdo a la Mishná era aconsejable que un varón se case a los 18 años, a los 20 asuma la responsabilidad de proveer para la familia (m. ʾAbot 5:21). Se consideraba que un varón de 20 años y aún soltero gastaba todo el día en el pecado (b. Qiddushin 29b). Los judíos de la diáspora contraían matrimonio aproximadamente a los 22 años.[2] En el caso de las mujeres, la edad normal para contraer matrimonio era 12 a 12½ años.[3] Se consideraba como un mal proceder no dar en matrimonio a una hija una vez pasada la pubertad (m. Sanhedrin 76b; Pesiqta de Rab Kahana 11:6), había casos inusuales de mujeres casándose a los veinte. Los varones tenían que asumir responsabilidades de adulto a los 13 años (m. ʾAbot 5:21; ʾAbot de Rabbi Nathan 16A; Pesiqta de Rab Kahana Suplemento 3:2), y José a los 18 o 20 años ya reunía los requisitos para poder casarse.[4] 
En nuestra cultura occidental se considera la adolescencia como una etapa de crisis de identidad. Psicólogos, sociólogos y educadores consideran la adolescencia como una etapa del desarrollo que plantea una problemática constante. A contrapelo de lo que sucede en nuestra cultura, en la Biblia, y especialmente en las narraciones acerca del nacimiento de Jesús, José y María (dos adolescentes con toda probabilidad) son un modelo de fe, humildad y obediencia a la voluntad de Dios.
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Mateo 1:19: Ἰωσὴφ δὲ ὁ ἀνὴρ αὐτῆς, δίκαιος ὢν ("José su marido, como era justo")
¿Los ángeles cantan?
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[1] Joachim Jeremias, Las Parábolas de Jesús (3ª ed.; Estella: Verbo Divino, 1974), 159. 
[2] Corpus Inscriptionum Iudaicarum, 1:409, §553. 
[3] Hermann L. Strack y Paul Billerbeck, Kommentar zum neuen Testament aus Talmud und Midrasch (München: Beck, 1924), 374. 
[4] Craig S. Keener, The Gospel of Matthew: A Socio-Rhetorical Commentary (Grand Rapids; Cambridge: Eerdmans, 2009), 88.

domingo, 4 de abril de 2010

Las mujeres y la resurrección

¿Por qué el Cristo resucitado se apareció primero a mujeres? La respuesta es pura conjetura. El hecho es que lo hizo así.
Desde el punto de vista de la investigación histórica, las mujeres como testigos oculares constituyen un valioso dato. Si tomamos en cuenta lo valioso que era el testimonio ocular para los pensadores. Nótese la máxima “los ojos son testigos más seguros que las orejas” de Heráclito, afirmación aludida por Polibio (200-118 aC), Heródoto (484-425 aC), Tucídides (460-396 aC), Luciano (121-181 dC). En varias ocasiones, como indica Bauckham, a las mujeres se les hace referencia con verbos que significan “VER”:
1. Vieron cuando Jesús murió (Mt 27.55; Mr 15.40; Lc 23.49).
2. Vieron cuando Jesús fue sepultado en una tumba (Mr 15.47; Lc 23.55).
3. Fueron a ver la tumba el primer día de la semana (Mt 28.1).
4. Vieron la piedra removida (Mr 16.4).
5. Vieron al joven sentado al lado derecho (Mr 16.5).
6. El ángel les invitó a ver el lugar vacío (Mt 28.6; Mr 16.6).
Los sinópticos tienen cuidado de no mantener en el anonimato a las mujeres, sino que se les nombra consistentemente. Recuérdese la exigencia de la Torah en Dt 19.15 de dos o tres testigos.
Sin embargo, pese a que las mujeres son testigos de excepción, culturalmente no se les consideraba como testigos confiables como lo atestigua Pseudo-Filón y especialmente Josefo quien afirmaba "No se admitirá el testimonio de las mujeres, por su ligereza [κουφότης] y la temeridad [θράσος] de su sexo" (Antigüedades 4.219). Por otro lado, en el rabinismo consideraban que las mujeres no eran competentes como testigos (Cf. mSheb. 4.1; mRosh haSh. 1.8; bBab. Kam. 88a). Y, la situación no era tan distinta en el mundo greco romano. Las mujeres eran consideradas como crédulas en asuntos religiosos y especialmente orgullosas para las fantasías supersticiosas y excesivas en prácticas religiosas (cf. entre otros Estrabón; Juvenal; Plutarco).
Como señala G. Ladd, si los evangelios hubiesen sido producto del invento de los cristianos, los primeros testigos hubieran sido los apóstoles y no las mujeres. Por tanto, las mujeres en la tumba nos muestran que el relato de la resurrección definitivamente no fue un invento.
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Samuel Byrskog, Story as history - history as story (Mohr Siebeck, 2002).
Richard Bauchkam, Gospel women (Eerdmans, 2002).
Richard Bauchkam, Jesus and the eyewitnesses (Eerdmans, 2006)
N. T. Wright, La resurrección del Hijo de Dios (Verbo Divino, 2008).
G. E. Ladd, Creo en la resurrección (Caribe, 1977).

martes, 3 de febrero de 2009

Virkler: trasfondo histórico-cultural

La existencia humana es inseparable al espacio-tiempo, hay conexiones que no podemos pasar por alto. Nuestro tejido conceptual y textual está ligado a nuestro contexto histórico-cultural. El lenguaje, se asume, está relacionado al trasfondo histórico-cultural.
Debemos solicitar el auxilio de la historia y la comprensión cultural. Necesitamos disponer de una metodología. Virkler propone lo siguiente:
El análisis histórico-cultural y contextual puede realizarse al hacer tres preguntas, siendo cada una más específica que la anterior. Las tres preguntas son:
  1. ¿Cuál es el medio histórico general en el cual habla el escritor?
  2. ¿Cuál es el contexto histórico-cultural específico y el propósito de este libro?
  3. ¿Cuál es el contexto inmediato del pasaje bajo consideración?[1]
Con relación a la primera pregunta, Virkler amplía y detalla:

En segundo lugar, ¿cuáles son las costumbres cuyo conocimiento aclarará el significado de una acción determinada? En Marcos 7, por ejemplo, Jesús reprende a los fariseos con firmeza por sus conceptos sobre el corbán. En la práctica de corbán un hombre podía declarar que todos sus bienes irían al tesoro del templo cuando muriera, y que, debido a que su dinero le pertenecía a Dios, él ya no era responsable por el mantenimiento de sus padres ancianos. Jesús arguye que esos hombres están usando su tradición farisaica para invalidar la orden de Dios (el quinto mandamiento). Sin un conocimiento de las prácticas culturales del corbán, seríamos incapaces de entender este pasaje.
Es fácil encontrar otros ejemplos del significado adicional que una comprensión de las costumbres culturales pueden dar. La conocida parábola de las diez vírgenes (Mateo 25: 1-13) tenía el propósito de imprimir en los oyentes la importancia de la preparación cuidadosa, en contraste con la negligencia, para la venida del Señor. El descuido de las cinco vírgenes necias es más señalado aún al percatarnos de que la espera del novio generalmente tomaba varias horas, y que las lámparas que a menudo se usaban en esas horas de espera eran pequeñas (varias podían caber simultáneamente en la palma de la mano). La necedad de ir a la espera del novio con tales lámparas sin aceite adicional (v. 3) acentuó el punto que Cristo quería señalar.
De igual modo, cuando Cristo envió a dos de sus discípulos a buscar un lugar donde pudieran celebrar la Pascua la noche anterior a la crucifixión, les dio instrucciones inequívocas, un hecho que a menudo escapa a nuestra atención. La hostilidad de los fariseos era tan grande que el secreto era de suma importancia si Él quería terminar su cena con los discípulos sin interrupción. La orden de Cristo (Marcos 14: 12-14) era que encontrarían un hombre que llevaba un cántaro de agua y que siguieran a ese hombre al lugar donde celebrarían la Pascua. En la antigua Palestina, el cargar agua era un trabajo de la mujer; por lo general no se veía a ningún hombre cargando un cántaro de agua. Esa información no dejaría duda acerca de qué persona debían ellos seguir. Esa puede haber sido una señal arreglada de antemano, convenida en secreto, que nos da una vislumbre de la tensión y del peligro de esos días anteriores a su crucifixión. El conocimiento de detalles culturales nos alerta sobre la importancia de acciones que de otro modo pudiera escapársenos su comprensión.[2]
______________________
[1] Henry Virkler, Hermenéutica: principios y procedimientos de interpretación bíblica (Miami: Vida, 1994), 68.
[2] Íd., 68-69.