En el artículo donde escribí acerca de las falacias exegéticas de Guillermo Maldonado, Esteban Vázquez hizo un comentario muy pertinente a mi queja de "qué es peor, (1) saber un poco de hebreo y/o griego, o (2) no saber hebreo y/o griego," pues nos recordó lo que William D. Mounce, gramático del griego bíblico, escribe:
Hay limitaciones para nuestra propuesta, o lo que me gusta llamar “griego bebé.” No llegarás a aprender el idioma por completo, y mi preocupación es que olvidarás que tú sólo conoces sólo un poco. Voy a darte la habilidad para que parezcas que tienes autoridad por citar palabras griegas o hebreas y la gramática, y quizá estés completamente equivocado. En realidad aplacé este libro por varios años debido a esta preocupación, pero finalmente llegué a la conclusión que no es un poco de griego lo que resulta peligroso. Es un poco de orgullo lo que resulta peligroso.[1] [énfasis mío]
Aunque conocemos poco de algo, sonamos como que sabemos mucho de todo. Pretendemos manejar los matices del hebreo y del griego. Subimos al púlpito para hacer gala de nuestra “erudición” vociferándola. Pero, lo que en realidad brilla es nuestro orgullo. Debemos aprender de Nuestro Maestro quien es manso y humilde de corazón (Mt. 11.29) para aplicar tales actitudes incluso en el manejo de los idiomas bíblicos.
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[1] William D. Mounce, Greek for the Rest of Us (Grand Rapids: Zondervan, 2003), xviii.