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sábado, 19 de abril de 2014

La resurrección de Jesucristo, la Historia y las presuposiciones filosóficas

Creo que N. T. Wright no necesita presentación entre los estudiantes de la Biblia. En su monumental obra acerca de la resurrección[1] Wright tocó temas de índole filosófica. Esto lo hizo al enfrentar el problema de la historicidad de la resurrección de Jesús el Mesías.
La filosofía no es muy popular en el mundo evangélico, para muchos un filósofo es “un hombre que está tratando de ganarse la vida pensando en cosas en que ningún otro puede pensar sin que le estalle la cabeza”[2]. Soy testigo del rechazo a la filosofía y, por ende, a los filósofos, pues se pregunta “¿quién los necesita?”. Paul Gould parece haber oído esta queja y ha respondido “La iglesia necesita de los filósofos y los filósofos necesitan de la iglesia” (The Church Needs Philosophers and Philosophers Need the Church).
Quizá alguien del gremio filosófico protestaría en que la filosofía no es un medio, sino un fin per se. Pero, ya sea que se le considere medio o fin, la reflexión filosófica resulta beneficiosa, al menos en este punto, con relación a la cuestión de la historicidad de la resurrección.
La toma de una posición evidenciará cierta postura filosófica, querámoslo o no. Cuando se trata de la resurrección de Jesucristo se desnudan las diversas cosmovisiones que se tienen, es inevitable. Al responder la pregunta ¿la resurrección es accesible a la investigación histórica? Wright encuentra diferentes respuestas que parten de presuposiciones filosóficas a las cuales repregunta: 
  • ¿No hay acceso? Los positivistas (positivistas lógicos, neopositivistas, post-positivistas) dicen que no hay acceso al acontecimiento de la resurrección, porque para ellos no es falsable. Como dice Wright “Negar la condición de ‘histórico’ a aquello a lo que no tenemos acceso directo es en realidad una manera de no hacer historia en absoluto”[3].
  • ¿No hay analogía? Hay quienes como Ernst Troeltsch consideran que como “en nuestra experiencia no se producen resurrecciones; por tanto, como historiadores, no podemos hablar de la resurrección”[4]. Pero, como objeta Wright, “Embutir este movimiento en categorías ya existentes, o negar su existencia alegando que carece de precedentes, no sería el trabajo de un historiador, sino el de un filósofo tipo Procrustes”[5].
  • ¿No hay verdaderas pruebas? Hay investigadores que consideran que las supuestas pruebas de la resurrección tienen otra explicación. Wright correctamente señala:
Pese a lo ingeniosas que son las muy diferentes soluciones de Lüdemann y Crossan, se muestran incapaces de responder a dicha cuestión desde una perspectiva que tenga sentido dentro de la historia real del siglo I. Lo mismo que las dos primeras objeciones al estudio de la Pascua cristiana como un fenómeno histórico, también ésta hace agua por todos lados.[6]

Es crucial, que el investigador sea honesto y reconozca que no existe la objetividad pura, algo que Wright se ha encargado de recordarles a muchos historiadores escépticos de la resurrección.[7] Y, a la par el investigador debe ser plenamente consciente de las presuposiciones filosóficas. La introducción de los prejuicios filosóficos en la investigación histórica también fue advertida por G. E. Ladd:
Uno de los más destacados eruditos del Nuevo Testamento en Estados Unidos escribía: "¿No es acaso axiomático que, aparte de aceptar que hay un orden en el universo, la investigación crítica histórica no puede tolerar presuposiciones teóricas? [ ... ] La ciencia y la filosofía modernas no tienen cabida para los milagros y las providencias especiales. La historia es el resultado de la compleja interacción de las fuerzas naturales y sociales y las acciones y reacciones de los hombres. No hay ni demonios ni ángeles. Dios actúa únicamente a través de los hombres". Si bien esta declaración repudia toda presuposición teórica, de hecho afirma una presuposición básica: que no pueden ocurrir milagros. Este concepto positivista o naturalista de la historia no es un elemento de la tradición cristiana, sino producto del racionalismo del renacimiento filosófico del siglo XVIII. Es el resultado de intentar usar la historia como si fuera una de las ciencias naturales. Conviene tener en cuenta que esta historiografía no es producto de la fe cristiana ni del estudio inductivo de la Biblia, sino del razonamiento secular.[8]
J. Warwick Montgomery quien contó una parábola para ilustrar cómo las presuposiciones afectan la percepción de la realidad:
Había una vez un hombre que pensaba que estaba muerto. Su preocupada esposa y sus amigos le enviaron al amistoso psiquiatra del barrio. El psiquiatra decidió curarlo convenciéndole de un hecho que contradijera su creencia de que estaba muerto, y para ello decidió emplear la sencilla verdad de que los muertos no sangran. Puso a trabajar a su paciente haciéndole leer textos médicos, observando autopsias, etc. Después de semanas de esfuerzos, el paciente dijo, finalmente: “¡Vale!, ¡vale! Me ha convencido. Los muertos no sangran.” Entonces el psiquiatra le pinchó el brazo con una aguja, y salió la sangre. El paciente contempló aquello con una cara distorsionada y cenicienta, y gritó: “¡Señor! ¡Pues, después de todo, resulta que los muertos sangran!”
Montgomery comenta:
Esta parábola ilustra que si uno mantiene presuposiciones falsas con la suficiente tenacidad, los hechos no servirán para nada, y uno podrá montarse un universo totalmente propio, totalmente carente de relación con la realidad, y totalmente incapaz de ser tocado por la realidad. Esta condición (que los filósofos llaman solipsística, los psiquiatras autismo psicópata, y los abogados demencia) es equivalente a la muerte, porque la relación con el mundo de la realidad queda cortada. El hombre de esta parábola no sólo creía estar muerto, sino que en un sentido muy real estaba muerto, por cuanto los hechos habían dejado de tener ningún significado para él.[9]
Hay mucho que agradecer a Wright por su enorme trabajo y su perspicacia al tratar temas filosóficos a los cuales no rehuye. Precisamente Wright aborda los problemas filosóficos del conocimiento en otro trabajo. Opuesto al positivismo y fenomenalismo, Wright propone una forma de realismo crítico, que consiste en reconocer la realidad de la cosa conocida, como algo diferente del sujeto cognoscente (‘realismo’), y a la vez reconoce totalmente que el único acceso a esta realidad es por medio de un camino de diálogo o conversación entre el sujeto cognoscente y la cosa conocida (‘crítico’). El conocimiento, aunque en principio se refiere a realidades independientes del sujeto cognoscente, nunca es en sí mismo independiente del sujeto cognoscente.[10] Esta propuesta de realismo crítico es saludable para abordar la historicidad de la resurrección.
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[1] N. T. Wright, La resurrección del Hijo de Dios: Los orígenes cristianos y la cuestión de Dios (Madrid: Verbo Divino, 2008).
[2] Esta divertida semblanza del filósofo la propuso un tal Sr. Dooley citado por Warren C. Young, Enfoque cristiano a la filosofía (2ª ed.; El Paso: CBP, 1965), 13.
[3] Wright, op. cit., 43, negritas mías.
[4] Ibíd., 44.
[5] Ibíd., 45, negritas mías.
[6] Ibíd., 48, negritas mías.
[7] Ibíd., 59.
[8] George E. Ladd, Creo en la resurrección de Jesús (Miami: Caribe, 1977), 31, negritas mías.
[9] Citado por Josh McDowell, Evidencia que exige un veredicto II (Terrasa: CLIE, 1988), 32-33.
[10] Wright, The New Testament and the People of God (London: SPCK, 1992), 35, negritas mías.

domingo, 31 de marzo de 2013

Feliz domingo de resurrección

Νυνὶ δὲ Χριστὸς ἐγήγερται ἐκ νεκρῶν ἀπαρχὴ τῶν κεκοιμημένων. (1Co 15:20 BGT) 
Mas ahora Cristo ha resucitado de los muertos; primicias de los que durmieron es hecho. (1Co 15:20 R60) 
But now is Christ risen from the dead, and become the firstfruits of them that slept. (1Co 15:20 KJV) 
Mais maintenant, Christ est ressuscité des morts, il est les prémices de ceux qui sont morts. (1Co 15:20 LSG) 
Mas, agora, Cristo ressuscitou dos mortos e foi feito as primícias dos que dormem. (1Co 15:20 ARC) 
Ma ora Cristo è stato risuscitato dai morti, ed è la primizia di coloro che dormono. (1Co 15:20 LND) 
Nun aber ist Christus von den Toten auferstanden, als Erstling der Entschlafenen. (1Co 15:20 SCH)
 אֲבָל עַתָּה הַמָּשִׁיחַ הוּקַם מִן־הַמֵּתִים רֵאשִׁית הַיְשֵׁנִים׃
 (1Co 15:20 DLZ)
 وَلكِنِ الآنَ قَدْ قَامَ الْمَسِيحُ مِنَ الأَمْوَاتِ وَصَارَ بَاكُورَةَ الرَّاقِدِينَ.
  (1Co 15:20 AVD)

domingo, 24 de abril de 2011

La resurrección de Cristo y la regeneración

De acuerdo a Wayne Grudem, la resurrección de Cristo asegura la regeneración del creyente:

Pedro dice que “por su gran misericordia, nos ha hecho nacer de nuevo mediante la resurrección de Jesucristo, para que tengamos una esperanza viva” (1 P 1:3). Aquí se relaciona explícitamente la resurrección de Jesús con nuestra regeneración o nuevo nacimiento. Cuando Jesús se levantó de entre los muertos tenía una nueva calidad de vida, una “vida de resurrección” en un cuerpo y espíritu humanos que eran perfectamente apropiados para obediencia y compañerismo con Dios para siempre. En su resurrección, Jesús ganó para nosotros una vida nueva como la suya. No recibimos todo lo de esa nueva “vida de resurrección” cuando nos hacemos cristianos, porque nuestros cuerpos permanecen como eran, sujetos todavía a la debilidad, el envejecimiento y la muerte. Pero en nuestro espíritu somos vivificados con el nuevo poder de la resurrección. De manera que es por medio de su resurrección que Jesús ganó para nosotros la nueva clase de vida que recibimos cuando “nacemos de nuevo”. Esta es la razón por la que Pablo puede decir que Dios “nos dio vida con Cristo, aun cuando estábamos muertos en pecados. ¡Por gracia ustedes han sido salvados! Y en unión con Cristo Jesús, Dios nos resucitó” (Ef 2:5-6; cf. Col 3:1). Cuando Dios resucitó a Cristo de entre los muertos, nos consideró en cierta forma resucitados “con Cristo” y, por tanto, merecedores de los méritos de la resurrección de Cristo. Pablo dice que su meta en la vida es “conocer a Cristo, experimentar el poder que se manifestó en su resurrección...” (Fil 3:10). Pablo sabía que aun en esta vida la resurrección de Cristo le daba un poder nuevo para el ministerio cristiano y la obediencia a Dios.[1]
En nuestra congregación, la iglesia bautista de Fe, disfrutamos de un hermoso tiempo celebrando a Jesucristo. Tuvimos ocho hermanos obedeciendo a Cristo pasando por las aguas del bautismo que ilustra  oportunamente la verdad de la relación entre resurrección y regeneración (cf. Romanos 6.1-11). ¡Espero que hayan tenido un Feliz Domingo de Resurrección 2011!
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[1] Wayne Grudem, Teología Sistemática (Miami: Vida, 2007), 645-646.

jueves, 21 de abril de 2011

"...resucitado para [διά ] nuestra justificación" Romanos 4.25

Esta cláusula está construida como un parallelismus membrorum:

ὃς
παρεδόθη   διὰ       τὰ        παραπτώματα     ἡμῶν
καὶ
ἠγέρθη       διὰ      τὴν        δικαίωσιν           ἡμῶν.

El paralelismo podría sugerir prima facie que la preposición διά en ambas cláusulas debería tener el mismo sentido. Sin embargo, debido a que en la segunda cláusula el sentido causal difícilmente encaja con la expresión, debe haber otra forma de entender el uso de las preposiciones. De acuerdo al Dr. Murray J. Harris habría tres probables soluciones: (1) διά tiene un sentido final en ambas cláusulas; (2) διά es causal en la primera cláusula y final en la segunda; (3) διά es causal en ambas cláusulas: v. 25a “a causa de (la necesidad de expiar)” y v. 25b “a causa de (la necesidad de lograr o confirmar)”.[1] A mi juicio, este paralelismo contiene ideas contrapuestas. Hay un contraste entre los pasivos (1) παρεδόθη implica muerte y (2) ἠγέρθη implica vida; entre los sustantivos en acusativo (1) παραπτώματα, en plural, implica culpabilidad y (2) δικαίωσιν, en singular, implica inocencia. Si es así, entonces habría distinción en el uso de διά en cada una de las frases preposicionales. Esto no quiere decir que διά tenga varios significados, sino que el contexto nos ayuda a determinar la dirección causal de esta preposición. Si esto es correcto, διά en la primera cláusula es restrospectivo pudiéndose traducir como “a causa de”, y διά en la segunda cláusula es prospectivo pudiéndose traducir como “para”.[2] La resurrección es el sello de la aprobación divina de la obra de Cristo.[3]

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[1] Cf. Murray J. Harris. “Appendix: Prepositions and Theology in the Greek New Testament”, en NIDNTT, 1184.
[2] Cf. E. H. Gifford, The Epistle of St. Paul to the Romans (Londres: John Murray, 1886), 109; Sanday-Headlam, 116.
[3] Cf. Harris, op. cit., 1184.

martes, 19 de abril de 2011

Importancia de la resurrección de Cristo

Al acercarnos al Domingo de Resurrección, estoy releyendo los siempre emocionantes relatos bíblicos de la resurrección del Señor Jesús. También, estoy revisando principalmente dos estudios dedicados a ello. El trabajo de George E. Ladd y el voluminoso estudio de N. T. Wright. 
El apóstol Pablo destaca la relevancia del hecho de la resurrección de Jesucristo en los siguientes términos:
14 y si Cristo no ha resucitado, vana es entonces nuestra predicación, y vana también vuestra fe. 15 Aún más, somos hallados testigos falsos de Dios, porque hemos testificado contra Dios que Él resucitó a Cristo, a quien no resucitó, si en verdad los muertos no resucitan. 16 Pues si los muertos no resucitan, entonces ni siquiera Cristo ha resucitado; 17 y si Cristo no ha resucitado, vuestra fe es falsa; todavía estáis en vuestros pecados. 18 Entonces también los que han dormido en Cristo han perecido.
1 Corintios 15:14-18 (LBLA)

No cabe duda que la resurrección está en el centro de nuestra fe. Y, como dice el profesor Ladd:
Empero si Jesús no resucitó, la historia de la redención termina en el callejón sin salida de una tumba palestina. Entonces resulta que Dios no es el Dios vivo, ni es el Dios de los que viven, como dijo Jesús (Mr. 12:27). La muerte es más poderosa que Dios; la muerte es más poderosa que la palabra de Dios. Se demuestra que los actos de Dios son vanos ante el mayor enemigo del hombre: la muerte. No se puede descartar la resurrección y al tiempo aceptar el testimonio de la Biblia tocante a la historia de la redención.[1]
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[1] George E. Ladd, Creo en la resurrección de Jesús (Miami: Caribe, 1977), 189.

Otros breves artículos que publiqué sobre la resurrección son:
Las mujeres y la resurrección
Martin Hengel y la resurrección de Jesús

Testigos de la resurrección

Es evidente que la palabra “testigo” (μάρτυς) en el libro de los Hechos retiene la carga semántica de trasfondo legal. El testigo es alguien que certifica la ocurrencia de un hecho, y lo único que cuenta es su palabra. La prueba del testimonio es que la palabra dada corresponda con la realidad. Pero, ante un hecho irrepetible y pretérito, el testimonio cristiano firma su declaración con la sangre. El testigo está frente a todos nosotros trayéndonos el bendito mensaje del Jesús resucitado. Me llama muchísimo la atención que en el libro de los Hechos el sustantivo μάρτυς está íntimamente relacionado con la proclamación del Cristo vivo: Hch 1.3 cf. 1.8; 1.22; 2:32; 3:15; 5:32; 10:39,41; 13:31.
El Dr. George E. Ladd, en su refinado estilo, lo expresa así:
El hecho de que la resurrección continuó siendo el punto central de la proclamación de los cristianos se comprueba por las reseñas de sermones posteriores. Cuando el evangelio fue llevado a los gentiles por vez primera, Pedro hizo a Cornelio una brevísima declaración tocante a la vida y la muerte de Jesús. Luego afirmó: "A éste levantó Dios al tercer día, e hizo que se manifestase; no a todo el pueblo, sino a los testigos que Dios había ordenado de antemano, a nosotros que comimos y bebimos con él después que resucitó de los muertos". (Hch. 10: 40-41). Pedro dio testimonio, no sólo de la resurrección, sino de la reanudación de su propia experiencia de comunión con el Señor resucitado.[1]

Celebremos la resurrección de Nuestro Salvador, y agradezcamos a Dios por el testimonio apostólico que tiene la impronta de la sangre.


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[1] George E. Ladd, Creo en la resurrección de Jesús (Miami: Caribe, 1977), 54.

sábado, 12 de julio de 2008

Martin Hengel y la resurrección de Jesús


El Dr. Darrell Bock nos informa que el nuevo libro histórico de Martin Hengel y Anna Maria Schwemer (su asistente), Jesus und das Judentum (Mohr/Siebeck es el publicador en la serie WUNT), concluye con una discusión de los testigos de la resurrección. Hengel examina el texto de 1 Co. 15:3-8. Hengel observa que esta confesión de Pablo le fue trasmitida desde la comunidad de Jerusalén, señalando las raices del testimonio ocular de la tradición. Hengel defiende la confesión la cual no se trata acerca de un puro cuerpo espiritual, sino que la resurrección involucra una transformación de un cuerpo real. Las apariciones a las mujeres fueron omitidas por Pablo debido a que no gozaban de credibilidad como testimonios en la cultura. La resurrección conlleva reales apariciones, no son visiones. Así fue para Pablo y aquellos que la confesaron, fue un hecho real en el espacio y en el tiempo. No es simplemente una "palabra/acontecimiento". La resurrección es presentada como un relato histórico. Tiene intenciones históricas y no sólo "evangelio". Este aporte es significativo, pues proviene de un erudito alemán.