jueves, 22 de diciembre de 2011

Jesús, los Rabinos y el uso de títulos en el ministerio


Craig Blomberg ha publicado recientemente un muy apropiado artículo en su blog acerca del uso de títulos en el ministerio: “Oh Yes, He’s the Right Reverend Professor DoctorSo-and-So!” (¡Oh sí, es el Reverendísimo Profesor Doctor Fulano de Tal!).
En cada contexto cultural hay formas del habla que sirven para expresar respeto a las personas, y esto tiene peculiaridades asociadas a la época, región, etc. Pero, también es cierto que existen personas que aman capturar la atención y el ser llenos de deferencia.
En lo personal, no tengo problemas que me llamen “pastor Manuel” o “pastor Rojas”. Con frecuencia me han llamado “hermano Manuel”, y este trato lo aprecio mucho porque antes de ser pastor de alguien, soy su hermano en Cristo.
Cuando ministraba en Ica, una hermana muy anciana a quien tengo mucho aprecio me trataba como “hermano pastor”. A pesar de mi juventud, ella me trató con respeto y genuino amor fraternal. Sé de quienes no tolerarían que alguien les llamase “hermano”, pues estarían prestos a reclamar no sólo el título de “pastor” sino también los miramientos que corresponderían al cargo o la posición.
Nuestro Divino Redentor no era muy benevolente con los títulos y consideraciones de acuerdo a Mateo 23:5-12:

5 Antes, hacen todas sus obras para ser vistos por los hombres. Pues ensanchan sus filacterias, y extienden los flecos de sus mantos;
6 y aman los primeros asientos en las cenas, y las primeras sillas en las sinagogas,
7 y las salutaciones en las plazas, y que los hombres los llamen: Rabí, Rabí.
8 Pero vosotros no queráis que os llamen Rabí; porque uno es vuestro Maestro, el Cristo, y todos vosotros sois hermanos.
9 Y no llaméis padre vuestro a nadie en la tierra; porque uno es vuestro Padre, el que está en los cielos.
10 Ni seáis llamados maestros; porque uno es vuestro Maestro, el Cristo.
11 El que es el mayor de vosotros, sea vuestro siervo.
12 Porque el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.

5  πάντα δὲ τὰ ἔργα αὐτῶν ποιοῦσιν πρὸς τὸ θεαθῆναι τοῖς ἀνθρώποις· πλατύνουσιν γὰρ τὰ φυλακτήρια αὐτῶν καὶ μεγαλύνουσιν τὰ κράσπεδα,
6  φιλοῦσιν δὲ τὴν πρωτοκλισίαν ἐν τοῖς δείπνοις καὶ τὰς πρωτοκαθεδρίας ἐν ταῖς συναγωγαῖς
7  καὶ τοὺς ἀσπασμοὺς ἐν ταῖς ἀγοραῖς καὶ καλεῖσθαι ὑπὸ τῶν ἀνθρώπων ῥαββί.
8  ὑμεῖς δὲ μὴ κληθῆτε ῥαββί· εἷς γάρ ἐστιν ὑμῶν ὁ διδάσκαλος, πάντες δὲ ὑμεῖς ἀδελφοί ἐστε.
9  καὶ πατέρα μὴ καλέσητε ὑμῶν ἐπὶ τῆς γῆς, εἷς γάρ ἐστιν ὑμῶν ὁ πατὴρ ὁ οὐράνιος.
10  μηδὲ κληθῆτε καθηγηταί, ὅτι καθηγητὴς ὑμῶν ἐστιν εἷς ὁ Χριστός.
11  ὁ δὲ μείζων ὑμῶν ἔσται ὑμῶν διάκονος.
12  ὅστις δὲ ὑψώσει ἑαυτὸν ταπεινωθήσεται καὶ ὅστις ταπεινώσει ἑαυτὸν ὑψωθήσεται.

Es conveniente releer la información que nos proporciona Joachim Jeremías acerca de los escribas y su status en el primer siglo:

El alumno estaba en relación personal con su maestro y escuchaba su enseñanza. Cuando había llegado a dominar toda la materia tradicional y el método de la halaká, hasta el punto de estar capacitado para tomar decisiones personales en las cuestiones de legislación religiosa y de derecho penal, era “doctor no ordenado” (talmîd hakam). Pero sólo cuando había alcanzado la edad canónica, para la ordenación, fijada en cuarenta años según una noticia postannaítica, podía ser recibido por la ordenación (semikah), en 1a corporación de escribas, como miembro de pleno derecho, como “doctor ordenado” (hakam). A partir de entonces estaba autorizado a zanjar por sí mismo las cuestiones de legislación religiosa y ritual, a ser juez en 1os procesos criminales y a tomar decisiones en los civiles, bien como miembro de una corte de justicia, bien individualmente.
Tenía derecho a ser llamado Rabbí, pues este título estaba ya ciertamente en uso entre los escribas del tiempo de Jesús. Además otras personas que no habían recorrido el ciclo regular de formación terminado con la ordenación eran llamadas también Rabbí: Jesús de Nazaret es un ejemplo. Se explica por el hecho de que este título, al comienzo del siglo I de nuestra Era, estaba sufriendo una evolución; siendo primero un título honorífico general, iba a quedar reservado exclusivamente para los escribas. De todos modos, un hombre desprovisto de la formación rabínica completa pasaba por grammata mē memathēkōs (Jn 7,15); no tenía derecho a los privilegios del doctor ordenado.[1]

Y, más adelante J. Jeremías añade:

Nuestras fuentes suministran gran cantidad de pequeños detalles que evidencian el prestigio de los escribas a los ojos del hombre de la calle. Lo vemos levantarse respetuosamente al paso de un escriba; sólo estaban excusados de hacerlo los obreros durante su trabajo. Lo oímos saludar solícitamente al escriba, llamándole “rabbí”, “padre”, “maestro” cuando éste pasa ante él con su túnica de escriba, que tenía forma de manto que caía hasta los pies y estaba adornada de largas franjas (Mt 23,5). Cuando los notables de Jerusalén dan una comida, es un ornato de la fiesta ver aparecer, por ejemplo, dos alumnos y futuros doctores como Eliezer ben Hirkanos y Yoshuá ben Jananya. Los primeros puestos están reservados a los escribas (Mt 12,39 y par.) y el rabbí precede en honor al hombre de edad, incluso a sus padres. En la sinagoga ocupaba también el puesto de honor; se sentaba de espaldas al armario de la Torá, mirando a los asistentes y visible de todos (ibid.), Los escribas, finalmente, no se casaban más que excepcionalmente con hijas de gentes no peritas en la Ley.[2]

El respeto por las personas que están al servicio de Dios es legítimo, pero creo desafortunado pensar que el cargo per se otorga tal prerrogativa. Si ese fuera el caso no tendría sentido insistir como lo hace Pablo a Timoteo que “sea ejemplo” (1Ti 4:12). El respeto se gana por medio de un testimonio ejemplar.


[1] Joachim Jeremias, Jerusalén en tiempos de Jesús (2ª ed.; Madrid: Cristiandad, 1980), 251-252.
[2] Ibíd., 259-260.

martes, 6 de diciembre de 2011

¿Los ángeles cantan?


Durante los servicios de Navidad se suele entonar el himno “Ángeles cantando están”. Pero, hay quienes opinan que la letra de tal himno es incorrecta porque supuestamente el texto de Lucas en el cual se basa la letra del himno no afirma que los ángeles cantaron, sino que sólo hablaron. El texto en mención dice:
καὶ ἐξαίφνης ἐγένετο σὺν τῷ ἀγγέλῳ πλῆθος στρατιᾶς οὐρανίου αἰνούντων τὸν θεὸν καὶ λεγόντων· (Lc 2:13 NA27)
Hay quienes debido a que en este texto se usa el verbo λέγω (“decir”) y no otro verbo como, por ejemplo, ᾄδω (“cantar”) o ὑμνέω (“cantar himno/s”), entonces se concluye que los ángeles no cantaron.
Esta clase de razonamiento supone que la ausencia de un término/palabra significaría que el concepto también estaría ausente. Por ejemplo, en ninguna parte de la Escritura aparece la palabra Trinidad, no obstante, el concepto de la Trinidad es enseñado aunque el término no aparezca en todos los textos de los cuales extraemos esta doctrina fundamental para la fe cristiana. En el texto de la parábola del hijo pródigo (Lc 15 11-32) no aparece el verbo μετανοέω (“arrepentirse”) ni el sustantivo μετάνοια (“arrepentimiento”), sin embargo las acciones del hijo pródigo que vuelve a su padre constituyen un ejemplo claro del arrepentimiento. Además, en el contexto de Lc 15 se habla del arrepentimiento (cf. Lc 15.7,10).
Enfocarse en una palabra sin atender el contexto limita el entendimiento de un texto, es lo que algunos denominan “miopía semántica”. En el texto, Lucas usa el verbo αἰνέω (“alabar”[1]) que aparece sólo 8 veces en el NT, de las cuales Lucas la usa 6 veces. Sin embargo, este verbo es usado extensamente en la traducción del AT al griego. En la LXX αἰνέω comúnmente traduce la forma verbal Pi’el del verbo hebreo הָלַל halal (“alabar”[2]), una palabra muy usada en el salterio. Lo interesante es que en hebreo se use halal en conexión con אָמַר ’amar (“decir”[3]) para referirse al contenido de un canto:
Y viéndolo el pueblo, alabaron [halal/αἰνέω] a su dios, diciendo [’amar/λέγω]: Nuestro dios entregó en nuestras manos a nuestro enemigo, y al destruidor de nuestra tierra, el cual había dado muerte a muchos de nosotros. (Jue 16:24 R60)
Porque así ha dicho Jehová: Regocijaos en Jacob con alegría, y dad voces de júbilo a la cabeza de naciones; haced oír, alabad [halal/αἰνέω], y decid [’amar/λέγω]: Oh Jehová, salva a tu pueblo, el remanente de Israel. (Jer 31:7 R60)
Y habido consejo con el pueblo, puso a algunos que cantasen y alabasen [halal/αἰνέω] a Jehová, vestidos de ornamentos sagrados, mientras salía la gente armada, y que dijesen [’amar/λέγω]: Glorificad a Jehová, porque su misericordia es para siempre. (2Cr 20:21 R60)
En estos textos sencillamente se usa ’amar/λέγω para introducir el contenido del canto. Es precario usar el significado de un verbo tan genérico como λέγω para negar que aquí se trate probablemente de un canto. Por ejemplo, es débil argüir que los cristianos no debemos entonar nuestros cantos sino sólo hablarlos pues el texto de Efesios 5:19 se lee: 
hablando entre vosotros con salmos, con himnos y cánticos espirituales, cantando y alabando al Señor en vuestros corazones. 
En Efesios se usa un verbo sinónimo de λέγω que es λαλέω (“hablar”). Por otro lado, los escritores antiguos relacionaron esta doxología recibida por medio de la angelofanía como un canto. Cirilo (313-386 dC) asumió que se trataba de un canto, pues usa ὑμνούντων (“cantando el himno”).[4] Juan Crisóstomo (347-407 dC) vio esta angelofanía junto con los pastores como un coro (χορεύουσι) del cielo y la tierra.[5]
Podemos agregar otro pasaje que se refiere a los ángeles alabando, y en el contexto se refiere a la expresión musical:
8 Y cuando hubo tomado el libro, los cuatro seres vivientes y los veinticuatro ancianos se postraron delante del Cordero; todos tenían arpas [κιθάραν], y copas de oro llenas de incienso, que son las oraciones de los santos; 9 y cantaban [ᾄδουσιν] un nuevo cántico [ᾠδὴν], diciendo [λέγοντες]: Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos; porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre nos has redimido para Dios, de todo linaje y lengua y pueblo y nación; 10 y nos has hecho para nuestro Dios reyes y sacerdotes, y reinaremos sobre la tierra. 11 Y miré, y oí la voz de muchos ángeles alrededor del trono, y de los seres vivientes, y de los ancianos; y su número era millones de millones, 12 que decían [λέγοντες] a gran voz: El Cordero que fue inmolado es digno de tomar el poder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza, la honra, la gloria y la alabanza. 13 Y a todo lo creado que está en el cielo, y sobre la tierra, y debajo de la tierra, y en el mar, y a todas las cosas que en ellos hay, oí decir: Al que está sentado en el trono, y al Cordero, sea la alabanza, la honra, la gloria y el poder, por los siglos de los siglos.  (Ap 5:8-13 R60).
Con tales datos, a mi juicio no podría negarse que los ángeles hayan cantado aquella noche en las cercanías de Belén. Pero, como el mismo texto resalta, nos llama la atención hacia el contenido de dicho cántico que la Biblia de la Américas capta muy bien en su traducción del texto:
Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz entre los hombres en quienes Él se complace. (Lc 2:14 LBA)


[1] BDAG, 27.
[2] BDB, 237-238.
[3] BDB, 55.
[4] Cf. Catecheses ad illuminandos 12.32.
[5] Cf. In natale domini nostri Jesu Christi, 61:766.

miércoles, 30 de noviembre de 2011

¿"Cristo no pudo haber nacido el 25 de diciembre"?


Hay quienes manifiestan su total desacuerdo que se celebre la Navidad. El argumento es que Cristo no pudo haber nacido en la estación del invierno y, menos aún, el 25 de diciembre, por lo cual, es totalmente incorrecto celebrar la Navidad en la fecha tradicional.[1] Y, eso no es todo, pues algunos hasta califican de paganismo, consumismo y mundanal el celebrar la Navidad.
Mi interés no es polemizar, sino ofrecer información que podría ser útil para repensar esta cuestión y tener un mejor espíritu al tratar esta cuestión. Brevemente me centraré en la cuestión de la posibilidad de que el nacimiento de Jesús haya sido en el invierno.
J. Hampton Keathley III llamó mi atención hacia un artículo del Dr. Harold W. Hoehner. El fallecido Dr. Hoehner, profesor distinguido de Estudios del Nuevo Testamento en el Seminario Teológico de Dallas, era un especialista en cronología bíblica. Hoehner escribió:

Jesucristo entró en la historia de nuestro mundo, el cristianismo, por lo tanto, tiene base histórica. La columna vertebral de la historia es la cronología. Mientras que la historia es un relato sistemático de eventos en relación con una nación, institución, ciencia o arte; la cronología es la ciencia del tiempo. Busca establecer y acordar las fechas de los acontecimientos pasados en su secuencia correcta. Por lo tanto, la cronología sirve como un marco necesario sobre el cual los acontecimientos de la historia pueden ser encajados.[2]

La opinión del Hoehner era que a la luz de textos como Lucas 2:1, “parece que la evidencia nos llevaría a concluir que el nacimiento de Cristo se produjo en algún momento del invierno de 5/4 a.C.”[3]
Nuestra preocupación aquí no es con el año sino con el mes en que nació Cristo, o al menos la estación del año, es decir, invierno o primavera. ¿Una fecha durante el invierno está fuera de toda de duda? ¿Es posible o inclusive probable?
Se afirma que la tradición del 25 de diciembre como la fecha para el nacimiento de Cristo surgió en la época de Constantino (306–337 d.C.). Que esto fue una maniobra intencional para hacer coincidir la Navidad con la fiesta pagana de la Saturnalia o del surgimiento del sol desde las tinieblas.[4]
Hoehner señala que la fecha tradicional para el nacimiento de Cristo en el 25 de diciembre se remonta tan temprano como Hipólito (165-235 d.C.), discípulo de Ireneo, que fue discípulo de Policarpo, que fue discípulo del apóstol Juan. Aquí transcribo lo que Hipólito escribió:

Porque la primera venida de carne de Nuestro Señor, cuando nació en Belén, aconteció ocho días antes del primer día de enero, un día miércoles, en el cuadragésimo segundo año del reinado de Augusto, pero desde Adán, cinco mil quinientos años. Él sufrió en el año trigésimo tercero, ocho días antes del primer día de abril, un día viernes, el décimo octavo año de Tiberio César, en el consulado de Rufo y Rubelio. [Traducción mía]
γρ πρώτη παρουσία τοκυρίουμν ἡ ἔνσαρκος, ἐνγεγέννηταιν Βηθλεέμ, ἐγένετο πρὸ ὀκτκαλανδν ανουαρίων, ἡμέρτετράδι, βασιλεύοντος Αὐγούστου τεσσαρακοστὸν καδεύτεροντος, ἀπδὲ Ἀδὰμ πεντακισχιλιοστῷ καὶ πεντακοσιοστῷ ἔτει·παθεν δτριακοσττρίτῳ ἔτει πρὸ ὀκτκαλανδνπριλίων, ἡμέρπαρασκευῇ, ὀκτωκαιδεκάτῳ ἔτει Τιβερίου Καίσαρος, ὑπατεύοντοςούφου καὶ Ῥουβελλίωνος.[5]

Sin embargo, existe duda entre los eruditos acerca de la autenticidad de este pasaje, la razón es que un manuscrito del siglo X (el más antiguo disponible) incluye la frase πρὸ τεσσρωνπριλίων (“cuatro antes de abril”) justo antes de la frase πρὸ ὀκτκαλανδν ανουαρίων (“ocho días antes del primer día de enero”).[6] No obstante, hay quienes han argüido a favor de la autenticidad del texto.[7] Como lo expresa Johannes Quasten:

En el libro cuarto (c.23) aparece por primera vez en la literatura patrística el 25 de diciembre como fecha del nacimiento de Cristo y el 25 de marzo como la de su muerte. El autor afirma que Cristo nació en miércoles, 25 de diciembre, el año 42 del emperador Augusto. De ser auténtico este pasaje, sería de suma importancia para la historia de la fiesta de Navidad; pero parece ser una interpolación, aunque muy antigua.[8]

No obstante, como acertadamente señala Quasten, es una referencia muy antigua.
En la Iglesia Oriental el 6 de enero era la fecha para conmemorar el nacimiento de Cristo. Esta segunda fecha tradicional todavía es una fecha de invierno y no muy lejos del 25 de diciembre.
Crisóstomo (345-407 a.C.) en 386 declaró que el 25 de diciembre es la fecha correcta y de ahí pasó a ser la fecha oficial para el nacimiento de Cristo excepto en la Iglesia Oriental que aún conserva el 6 de enero.
Una de las principales objeciones ha sido que las ovejas durante los meses de invierno fueron guardadas, desde noviembre hasta marzo. Supuestamente, las ovejas no estaban fuera en los campos durante la noche. Sin embargo, esto no es tan concluyente como suena por las siguientes razones:[9]
1.      Pudo haber sido un invierno templado.
2.      No es totalmente cierto que las ovejas siempre eran guardadas durante los meses de invierno.
3.      Es cierto que durante los meses de invierno las ovejas fueron traídas desde el desierto, pero recordemos, Lucas nos dice que los pastores estaban cerca de Belén y no estaban en el desierto. Esto, más bien, indicaría que la navidad probablemente fue en los meses de invierno.
4.      La Mishná, Sheqalim 7.4 dice:
7:4    A         Un Ganado hallado entre Jerusalén y Migdal Eder –y en un rango equivalente en todos los lados de la ciudad-
B         [si es] macho, son considerados para ser ofrendas quemadas;
C         [si es] hembra, son considerados para ser ofrendas de paz.
D         R. Judá dice, “Aquello que es apropiado para las ofrendas de la Pascua son ofrendas de la Pascua [si se hallan] treinta días antes que el festival”.[10]

5.      Es decir, los pastores estaban alrededor fuera de Belén todo el año y el ganado digno de la Pascua estaba cercano en los campos al menos 30 días antes de la fiesta que podría ser en febrero (uno de los meses más fríos y más lluviosos del año). Así que diciembre es una fecha muy razonable.

James Kelso, profesor de Historia del Antiguo Testamento y Arqueología Bíblica en el Seminario Teológico Pittsburgh, un arqueólogo que pasó varios años viviendo en Palestina y que ha hecho una extensa investigación, dice esto:

La mejor temporada para los pastores de Belén es el invierno, cuando las fuertes lluvias hacen germinar un exquisito cultivo de césped nuevo. Después de las lluvias la una vez estéril tierra marrón desértica de repente es un campo de color verde brillante. Un año cuando excavando en Jericó del Nuevo Testamento, viví en Jerusalén y conduje a través de esta área dos veces cada día. En un solo punto del camino, pude ver a veces como cinco pastores con sus rebaños en una ladera. Un pastor se quedó con su rebaño en el mismo punto durante tres semanas, tan exuberante estaba la hierba. Pero tan pronto como las lluvias se detuvieron en la primavera, la tierra rápidamente tomó de nuevo su normal aspecto desértico.
Puesto que parece que haya habido un número de pastores que fueron a ver al niño Jesús, diciembre o enero serían los meses más probables.[11]

Estos datos indican que la fecha del 25 de diciembre no es una imposibilidad tal como a veces se argumenta. Creo que William Hendriksen, quien fue profesor del Nuevo Testamento en el Seminario Teológico Calvino, el cual a su vez cita a Lenski es acertadísimo y esto constituye una prudente conclusión:

No se puede probar ni refutar que Jesús haya nacido el 25 de diciembre. Sin embargo, estoy completamente de acuerdo con la afirmación de Lenski: “Aunque el 25 de diciembre es solamente tradicional… por lo menos es tradicional”.[12]

Si los ángeles, los pastores y los magos celebraron la venida de Jesús el Mesías, nosotros en respuesta devota podemos hacerlo movidos por nuestro amor a Quien nos amó primero. La encarnación del Hijo de Dios es una doctrina que la iglesia debe celebrar.
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Navidad, José, María y la adolescencia
Mateo 1:18: πρὶν ἢ συνελθεῖν αὐτοὺς ("antes que se juntasen")
Mateo 1:19: ἐβουλήθη λάθρᾳ ἀπολῦσαι αὐτήν ("quiso dejarla secretamente")
Mateo 1:19: Ἰωσὴφ δὲ ὁ ἀνὴρ αὐτῆς, δίκαιος ὢν ("José su marido, como era justo")
¿Los ángeles cantan?


[1] Cf. J. Hampton Keathley III, “Should Christians Celebrate Christmas?”, en línea: http://bible.org/article/should-christians-celebrate-christmas (visitado el 30 de noviembre del 2011).
[2] Harold W. Hoehner, “Chronological Aspects of the Life of Christ”, BibSac 130:520 (octubre, 1973): 338.
[3] Hoehner, op. cit., 350.
[4] Cf. Darrell L. Bock, Luke Volume 1: 1:1-9:50 (BECNT; Grand Rapids: Baker, 1994), 227.
[5] Comentarii in Danielem 4.23.3.
[6] Cf. Thomas J. Talley, The origins of the liturgical year (Collegeville: Liturgical Press, 1991), 86.
[7] Cf. T. C. Schmidt, “Hippolytus and December 25th as the date of Jesus’ birth”, en línea: http://www.chronicon.net/chroniconfiles/Hippolytus%20and%20December%2025th.pdf (visitado el 30 de noviembre de 2011).
[8] Johannes Quasten, Patrología I: Hasta el concilio de Nicea (3ª ed.; Madrid: BAC, 1978), 478.
[9] Cf. Keathley III, op. cit.
[10] Jacob Neusner, The Mishnah: A New Translation (New Haven: Yale University Press, 1988), 263.
[11] James Leo Kelso, An Archaeologist Looks At The Gospels (Word Books, 1969), 23-24. Citado por Keathley III, op. cit.
[12] William Hendriksen, Comentario Al Nuevo Testamento: El Evangelio Según San Lucas (Grand Rapids: Libros Desafío, 2002), 157.