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miércoles, 20 de marzo de 2013

Apocalipsis: oír a Jesucristo vs. oír a los expertos en escatología

La revelación de Jesucristo, que Dios le dio, para manifestar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto; y la declaró enviándola por medio de su ángel a su siervo Juan, (Ap. 1:1) 
Uno de los libros de la Biblia que me apasionaba leer en mi adolescencia era Apocalipsis. Pero, con tantas controversias acerca de la interpretación de este libro aquella promesa de ser bienaventurado (Ap. 1:3) por oír esta profecía la sentía diluirse en el mar del debate escatológico. Esto siempre me pareció injusto, pues sentía que la mente humana me estaba robando el gozo de oír a Jesucristo. Por eso, luego de un breve desencanto retomé mi lectura del Apocalipsis. 
Me agrada releer este precioso libro, pero en voz alta porque fue redactado para ser oído (οἱ ἀκούοντες, Ap. 1:3). Una vez prediqué este libro sin enfrascarme en el debate escatológico. Tan sólo lo expuse tratando de leer el texto tal como está ahí, e hice aplicaciones pastorales, porque creo que ese es el punto. No suelo expresar mis opiniones exegéticas acerca del Apocalipsis porque es Jesucristo quien debe ser oído, no tanto el predicador o el experto en escatología. Me adhiero, no sin reservas, a una forma de entender este texto. La escuela de interpretación a la que me refiero se conoce como premilenarismo en su versión dispensacional. Sin embargo, mi entendimiento del Apocalipsis es quizá un dispensacionalismo “heterodoxo” para algunos que consideran como dogma la forma cómo John F. Walvoord, Charles C. Ryrie o Robert L. Thomas estructuran e interpretan este libro. Respeto profundamente a tales maestros de las Sagradas Escrituras y agradezco a Dios por ellos, pero no les atribuyo infalibilidad. Al releer una y otra vez el Apocalipsis no quiero ser fiel a un sistema de interpretación, sólo quiero cual María la hermana de Lázaro, escuchar al Divino Maestro a sus pies. 
Ahora quiero resaltar algunos detalles poco advertidos. Considero afortunado que R. Bauckham me haya hecho reparar en el primer versículo de este libro para apreciar la “cadena de revelación”[1] o “cadena de comunicación de la revelación”[2], como él le llama: Dios, Jesucristo, el ángel, Juan y los cristianos. Algo que sobresale en esta cadena es la trascendencia de los dadores de la revelación. El ángel se niega a recibir adoración (22:8-9), pero Jesús sí es adorado (5:8-12) lo cual indica claramente que Juan considera a Jesucristo como trascendente en contraste con los intermediarios. Otra feliz observación de Bauckham es que Jesucristo no es visto por Juan como un intermediario. Dios y Jesucristo son para Juan los dadores de la revelación, y el ángel con Juan son los instrumentos para comunicar a los cristianos tal revelación.[3] 
La realidad intermediaria del ángel es digna de resaltar, al menos en una sociedad occidental tan secularizada y poco consciente del mundo angelical. Robert L. Thomas considera que el ángel es una referencia a los ángeles como en 17:1 y 21:9, y posiblemente incluye a los cuatro seres vivientes (cap. 4) como seres angelicales.[4] Me parece más acertada la observación de Bauckham quien, además de notar el acuerdo verbal entre 1:1 y 22:6 (probablemente con una relevancia estructural)[5], considera que el ángel de 1:1 es el mismo de 22:6,16, y considera que es el mismo ángel del cap. 10 porque ningún ángel aparece como mediador a Juan hasta el cap. 10.[6] Estas afirmaciones evidentemente son debatibles, pero tiene a su favor la presencia del artículo definido con ἄγγελος que indicaría que Juan tiene en mente a un ángel específico. Como observa David Aune un ángel único sólo se menciona en el prólogo (1:1–8) y en el epílogo (22:6–21).[7] Nuevamente, en ambos pasajes se exalta a Jesucristo como el dador de la revelación. 
_________________ 
[1] Richard Bauckham, The Climax of the Prophecy: Studies on the Book of Revelation (Edinburgh: T&T Clark, 1993), 85. 
[2] Ibid., 135. 
[3] Ibid. 
[4] Robert L. Thomas, Revelation 1-7: An Exegetical Commentary (Chicago: Moody, 1992), 56. Carballosa sigue a Thomas en esta interpretación (Apocalipsis: La consumación del plan eterno de Dios [Grand Rapids: Portavoz, 1997], 42). 
[5] Bauckham, op. cit., 23.
[6] Ibid., 255-256. 
[7] David E. Aune, Revelation 1-5:14 (WBC 52A; Dallas: Word, 2002), 16.

sábado, 16 de marzo de 2013

Cuando el pastor reclama que le digan "pastor": Jesús, los Rabinos y el uso de títulos en el ministerio (revisión)

Esta es la revisión de un artículo que publiqué en el año 2011, y creo conveniente recordar algunas cosas que mencioné en aquella ocasión. A quienes están cumpliendo funciones pastorales en la iglesia de Cristo les invito a examinarnos a la luz de las Sagradas Escrituras. Craig Blomberg publicó en diciembre del 2011 un muy apropiado artículo en su blog acerca del uso de títulos en el ministerio: “Oh Yes, He’s the Right Reverend Professor Doctor So-and-So!” (¡Oh sí, es el Reverendísimo Profesor Doctor Fulano de Tal!). Craig (como prefiere que le llamen) formula varias preguntas: 
¿Puedes llamar a tu pastor sólo por su primer nombre y te sientes cómodo de hacerlo? ¿El pastor se siente igual de cómodo contigo? Si no, ¿por qué no? ¿Las respuestas a esta pregunta son bíblicas o sólo tradicionales? Más importante aún, ¿puedes amablemente cuestionar y estar en desacuerdo con las decisiones de tu pastor y continuar valorándose entre sí, o es que alguien tiene que "ganar"? 
En cada contexto cultural hay formas del habla que sirven para expresar respeto a las personas, y esto tiene peculiaridades asociadas a la época, región, etc. Pero, también es cierto que existen personas que aman capturar la atención y el ser llenos de deferencia. En lo personal, no tengo problemas que me llamen “pastor Manuel” o “pastor Rojas”. Con frecuencia me han llamado “hermano Manuel”, y este trato lo aprecio mucho porque antes de ser pastor de alguien, soy su hermano en Cristo. Cuando ministraba en Ica, una hermana muy anciana a quien tengo mucho aprecio me trataba como “hermano pastor”. A pesar de mi juventud, ella me trató con respeto y genuino amor fraternal. Sé de quienes no tolerarían que alguien les llamase “hermano”, pues estarían prestos a reclamar no sólo el título de “pastor” sino también los miramientos que corresponderían al cargo o la posición. Nuestro Divino Redentor no era muy benevolente con los títulos y consideraciones de acuerdo a Mateo 23:5-12: 
5 Antes, hacen todas sus obras para ser vistos por los hombres. Pues ensanchan sus filacterias, y extienden los flecos de sus mantos; 6 y aman los primeros asientos en las cenas, y las primeras sillas en las sinagogas, 7 y las salutaciones en las plazas, y que los hombres los llamen: Rabí, Rabí. 8 Pero vosotros no queráis que os llamen Rabí; porque uno es vuestro Maestro, el Cristo, y todos vosotros sois hermanos. 9 Y no llaméis padre vuestro a nadie en la tierra; porque uno es vuestro Padre, el que está en los cielos. 10 Ni seáis llamados maestros; porque uno es vuestro Maestro, el Cristo. 11 El que es el mayor de vosotros, sea vuestro siervo. 12 Porque el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido. 
5 πάντα δὲ τὰ ἔργα αὐτῶν ποιοῦσιν πρὸς τὸ θεαθῆναι τοῖς ἀνθρώποις· πλατύνουσιν γὰρ τὰ φυλακτήρια αὐτῶν καὶ μεγαλύνουσιν τὰ κράσπεδα, 6 φιλοῦσιν δὲ τὴν πρωτοκλισίαν ἐν τοῖς δείπνοις καὶ τὰς πρωτοκαθεδρίας ἐν ταῖς συναγωγαῖς 7 καὶ τοὺς ἀσπασμοὺς ἐν ταῖς ἀγοραῖς καὶ καλεῖσθαι ὑπὸ τῶν ἀνθρώπων ῥαββί. 8 ὑμεῖς δὲ μὴ κληθῆτε ῥαββί· εἷς γάρ ἐστιν ὑμῶν ὁ διδάσκαλος, πάντες δὲ ὑμεῖς ἀδελφοί ἐστε. 9 καὶ πατέρα μὴ καλέσητε ὑμῶν ἐπὶ τῆς γῆς, εἷς γάρ ἐστιν ὑμῶν ὁ πατὴρ ὁ οὐράνιος. 10 μηδὲ κληθῆτε καθηγηταί, ὅτι καθηγητὴς ὑμῶν ἐστιν εἷς ὁ Χριστός. 11 ὁ δὲ μείζων ὑμῶν ἔσται ὑμῶν διάκονος. 12 ὅστις δὲ ὑψώσει ἑαυτὸν ταπεινωθήσεται καὶ ὅστις ταπεινώσει ἑαυτὸν ὑψωθήσεται. 
Lo que me parece desconcertante es que aun la palabra "siervo" (y su acompañante "consiervo") se usa como título, paradójicamente desprovista de su significado, pues muchas veces quienes usan estos términos no dudan en reclamar deferencias hacia ellos. Las sociedades en medio-oriente durante la antigüedad eran sociedades muy jerarquizadas y estratificadas. Es conveniente releer la información que nos proporciona Joachim Jeremías acerca de los escribas y su estatus en el primer siglo: 
El alumno estaba en relación personal con su maestro y escuchaba su enseñanza. Cuando había llegado a dominar toda la materia tradicional y el método de la halaká, hasta el punto de estar capacitado para tomar decisiones personales en las cuestiones de legislación religiosa y de derecho penal, era “doctor no ordenado” (talmîd hakam). Pero sólo cuando había alcanzado la edad canónica, para la ordenación, fijada en cuarenta años según una noticia postannaítica, podía ser recibido por la ordenación (semikah), en 1a corporación de escribas, como miembro de pleno derecho, como “doctor ordenado” (hakam). A partir de entonces estaba autorizado a zanjar por sí mismo las cuestiones de legislación religiosa y ritual, a ser juez en 1os procesos criminales y a tomar decisiones en los civiles, bien como miembro de una corte de justicia, bien individualmente.
Tenía derecho a ser llamado Rabbí, pues este título estaba ya ciertamente en uso entre los escribas del tiempo de Jesús. Además otras personas que no habían recorrido el ciclo regular de formación terminado con la ordenación eran llamadas también Rabbí: Jesús de Nazaret es un ejemplo. Se explica por el hecho de que este título, al comienzo del siglo I de nuestra Era, estaba sufriendo una evolución; siendo primero un título honorífico general, iba a quedar reservado exclusivamente para los escribas. De todos modos, un hombre desprovisto de la formación rabínica completa pasaba por grammata mē memathēkōs (Jn 7,15); no tenía derecho a los privilegios del doctor ordenado.[1] 
Y, más adelante J. Jeremías añade: 
Nuestras fuentes suministran gran cantidad de pequeños detalles que evidencian el prestigio de los escribas a los ojos del hombre de la calle. Lo vemos levantarse respetuosamente al paso de un escriba; sólo estaban excusados de hacerlo los obreros durante su trabajo. Lo oímos saludar solícitamente al escriba, llamándole “rabbí”, “padre”, “maestro” cuando éste pasa ante él con su túnica de escriba, que tenía forma de manto que caía hasta los pies y estaba adornada de largas franjas (Mt 23,5). Cuando los notables de Jerusalén dan una comida, es un ornato de la fiesta ver aparecer, por ejemplo, dos alumnos y futuros doctores como Eliezer ben Hirkanos y Yoshuá ben Jananya. Los primeros puestos están reservados a los escribas (Mt 12,39 y par.) y el rabbí precede en honor al hombre de edad, incluso a sus padres. En la sinagoga ocupaba también el puesto de honor; se sentaba de espaldas al armario de la Torá, mirando a los asistentes y visible de todos (ibid.), Los escribas, finalmente, no se casaban más que excepcionalmente con hijas de gentes no peritas en la Ley.[2] 
El respeto por las personas que están al servicio de Dios es legítimo, pero creo desafortunado pensar que el cargo per se otorga tal prerrogativa. Es decir, la gente debe respetar al pastor porque tiene el cargo y título de "pastor". Esto se acerca más al comportamiento de Diótrefes que al de los ministros de Jesucristo (3 Jn. 9-10):
9 Yo he escrito a la iglesia; pero Diótrefes, al cual le gusta tener el primer lugar entre ellos, no nos recibe. 10 Por esta causa, si yo fuere, recordaré las obras que hace parloteando con palabras malignas contra nosotros; y no contento con estas cosas, no recibe a los hermanos, y a los que quieren recibirlos se lo prohibe, y los expulsa de la iglesia.
Un anciano siervo de Jesucristo exhortaba a sus compañeros de ministerio mucho más jóvenes que él a que ejercieran su autoridad por medio del ejemplo. El anciano era Pablo, quien él mismo practicaba este método de ejercer autoridad espiritual con el ejemplo.
2 Tesalonicenses 3:9: no porque no tuviésemos derecho, sino por daros nosotros mismos un ejemplo para que nos imitaseis.
1 Timoteo 4:12: Ninguno tenga en poco tu juventud, sino sé ejemplo de los creyentes en palabra, conducta, amor, espíritu, fe y pureza.
Tito 2:7: presentándote tú en todo como ejemplo de buenas obras; en la enseñanza mostrando integridad, seriedad, 
Pedro también enseñó lo mismo:
1 Pedro 5:3: no como teniendo señorío sobre los que están a vuestro cuidado, sino siendo ejemplos de la grey. 
El respeto se gana por medio de un testimonio ejemplar. 
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[1] Joachim Jeremias, Jerusalén en tiempos de Jesús (2ª ed.; Madrid: Cristiandad, 1980), 251-252. 
[2] Ibíd., 259-260.

jueves, 16 de agosto de 2012

Juan 3:17, "mundo" (κόσμος) y el subjuntivo "sea salvo" (σωθῇ)

La familiaridad con Jn. 3:16 a veces nos lleva a prestar poca atención a los textos circundantes. Uno de tales textos es el interesantísimo Jn. 3:17: 
Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar [ἵνα κρίνῃ subjuntivo aoristo] al mundo, sino para que el mundo sea salvo [ἵνα σωθῇ subjuntivo aoristo] por él. (Jn. 3:17 R60). 
Este texto es tan importante antropológicamente y soteriológicamente como Jn. 3:16. En Jn. 3:17 la palabra κόσμος ocurre tres veces. Existe cierta discusión acerca del significado de κόσμος en el evangelio de Juan. Un problema es que si en Jn. 3:16 κόσμος se refiere a toda la humanidad, entonces Dios salvará a toda la humanidad (universalismo). Esto ha sido rechazado pues el v. 18 dice: “El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios. (Jn. 3:18 R60)”. Una solución es enfatizar que σωθῇ es un subjuntivo (aoristo pasivo) de σῴζω (“salvar”) en el v. 17. Se sostiene que como se trata de un subjuntivo que expresa “deseo” (Robertson, 1919: p. 926), entonces sólo se trata del buen deseo Divino de salvar a la totalidad de la humanidad, pero que no se cumplirá. El problema con esta solución es que es atomística, sólo se basa en el modo verbal subjuntivo y no toma en cuenta las relaciones sintácticas, la estructura y el contexto. Se trata de una cláusula de propósito construida: ἵνα + subjuntivo (Wallace, 1996: p. 472). Para Robertson es evidente que existe una equivalencia práctica entre el futuro indicativo y el subjuntivo aoristo en cláusulas subordinadas construidas con partículas como ἵνα (Robertson, 1919: p. 928). Por ejemplo, esta construcción aparece en el v. 16 dice: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que [ἵνα] todo aquel que en él cree, no se pierda [μὴ ἀπόληται subjuntivo aoristo medio], mas tenga [ἔχῃ subjuntivo presente activo] vida eterna” (Jn. 3:16 R60). Supongo que pocos argumentarán que la expresión “para que… no se pierda [ἵνα… μὴ ἀπόληται]” es solamente un buen “deseo”. ¡Entendemos que aquí se revela un firme propósito y resultado por parte de Dios! Otros ejemplos del uso de esta construcción son: “Éste vino por testimonio, para que diese testimonio [ἵνα μαρτυρήσῃ subjuntivo aoristo] de la luz, a fin de que [ἵνα] todos creyesen [πιστεύσωσιν subjuntivo aoristo] por él” (Jn. 1:7 R60); “No era él la luz, sino para que diese testimonio [ἵνα μαρτυρήσῃ subjuntivo aoristo] de la luz” (Jn. 1:8 R60); etc. Esta construcción es frecuente en el evangelio de Juan, sólo no aparece en el cap. 21 (cf. Jn. 1:7,8,19,22,27,31; 2:25; 3:16,17,20,21; 4:8,34,47; 5:7,14,34,36; etc.). Pablo usa una construcción así en 1 Co. 5:5 para expresar propósito y no tanto sus buenos deseos (“a fin de que el espíritu sea salvo” ἵνα τὸ πνεῦμα σωθῇ subjuntivo aoristo). Por ello, la expresión “para que el mundo sea salvo por él” no indica tan sólo deseo, sino propósito y hasta resultado (cf. Wallace, 1996: pp. 973-974). Es evidente que Juan no está enseñando el universalismo (todos serán salvos, contra Jn. 3:16,18). Si es así, una solución es que κόσμος se refiera sólo a los que han creído de acuerdo a Jn. 3:16,18 que de todos modos están incluidos en el κόσμος en el v. 16 (así se ha entendido en un léxico tan prestigioso como BDAG). El problema es que κόσμος tendría por lo menos dos niveles de referencia. Otra solución de índole teológica es apelar a las dos voluntades de Dios (de decreto y de mandato) que aquí no se trata de una voluntad de decreto por parte de Dios. Pero, no es convincente a todos cuando se le compara con otras cláusulas de propósito en donde Dios es el sujeto de la acción.

jueves, 28 de junio de 2012

Dave Hunt, Hechos 13:48 y la traducción de los russellistas

En otro artículo señalé una revisión por parte de Dave Doran criticando el libro de Dave Hunt, What Love Is This? Calvinism’s Misrepresentation of God ["¿Qué amor es éste? La tergiversación de Dios por parte del calvinismo"]. Entre las críticas que hace Doran se discute el trato que hace Hunt del texto de Hechos 13:48: Ἀκούοντα δὲ τὰ ἔθνη ἔχαιρον καὶ ἐδόξαζον τὸν λόγον τοῦ κυρίου καὶ ἐπίστευσαν ὅσοι ἦσαν τεταγμένοι εἰς ζωὴν αἰώνιον· La traducción que propone Hunt es: "Muchos expertos en griego sugieren la misma idea aquí: que los gentiles se habían dispuesto a sí mismos (i.e., determinados) a creer". Lamentablemente Hunt no cita a esos muchos expertos, y nos ofrece una traducción muy debatible. Doran escribe (op. cit., 111):
En otras palabras, Hunt nuevamente proporciona información de forma selectiva que parece reforzar su caso, pero el hecho es que el mismo diccionario que cita también alista como posibles significados aquellos que son contrarios a la posición de Hunt.
No me parece convincente la traducción que ofrece Hunt (ver esta comparación de traducciones en inglés aquí). Pero, al menos es apoyada por algunos traductores.
Lo que sí me ha causado extrañeza es que se acuse a Dave Hunt de usar la New World Translation (Traducción del Nuevo Mundo) de la Sociedad Watchtower. ¿Qué clase de argumentación es esa? Lo cierto es que no existe ninguna cita a la New World Translation en el texto del libro de Hunt. Para la traducción propuesta por Hunt se cita como fuentes a Frederic C. Cook, ed., The Bible Commentary (Charles Scribner Sons, 1895); a Henry Alford, The New Testament for English Readers (Baker Book House, 1983),1:745 [versión de 1863 disponible aquí]; y a R. J. Knowling, "The Acts of the Apostles", The Expositor's Greek New Testament (Dodd, Mead and Co., 1900), 300. Frederic C. Cook hace referencia al siríaco som (ܡܘܣ) en apoyo de la traducción "estar dispuesto" en oposición a "ordenado". No hay cita con referencia a la New World Translation of the Holy Scriptures de la Sociedad Watchtower. A no ser que se piense, en base a teorías de conspiración, que Hunt usó la New World Translation pero no la citó, o que Frederic C. Cook, Henry Alford y R. J. Knowling eran partidarios de la Sociedad Watchtower. En su debate contra Dave Hunt, James White lanzó la pulla indicando que la traducción propuesta por Hunt apoyaba la New World Translation, ciertamente un pobre argumento por parte de White.
Se puede señalar a Hunt el ser selectivo cuando maneja la evidencia algo que es muy común, es decir, tenemos la tendencia de usar información que corrobore o apoye nuestras ideas preconcebidas. Pero, otra cosa es acusar a Hunt de algo que no ha hecho.
Podemos discrepar con la postura de Hunt, pero infamarle de ese modo usando el método de culpabilidad por asociación es inaceptable. Lo lamentable es que acusaciones infundadas de este tipo se divulgan y luego se repiten ad nauseam hasta que algunos son convencidos. Esto definitivamente no es argumentar es estigmatizar.

sábado, 26 de mayo de 2012

Ridderbos: exégesis y honestidad

Que la fe que salva tiene un origen Divino es casi un axioma teológico, por lo menos dentro de la tradición protestante (personalmente me inclino por esta postura que ve la fe como virtud originada en Dios). Sin embargo, por encima de las enrevesadas explicaciones teológicas, Herman N. Ridderbos (1909 – 2007) el gran teólogo holandés, prefiere la sencilla honestidad a la hora de explicar exegéticamente el texto sagrado. Ridderbos, hijo de ministro reformado, creció como reformado, enseñó teología reformada y pasó a la gloria sosteniendo convicciones reformadas. No obstante, eso no significó que Ridderbos considerara como infalible a Juan Calvino.  Con toda libertad Ridderbos manifiesta sus desacuerdos con la exégesis de Seakle Greijdanus (1871-1948). En una nota al pie de su libro El pensamiento del apóstol Pablo comenta los textos de Filipenses 1:29 y Efesios 2:8. He aquí Ridderbos:
Para afirmar que la fe es un don de Dios, por lo general se apela a Fil. 1:29 y Ef. 2:8. Pero dichos textos no son decisivos. Fil. 1:29 dice así: “Porque a vosotros os ha sido dado de gracia (ἐχαρίσθη), a causa de Cristo, no sólo el creer en él (τὸ εἰς αὐτὸν πιστεύειν), sino también el padecer a causa de él”. En sentido estricto, aquí se habla de la gracia objetivamente, no subjetivamente como gracia interna. La gracia consiste en que la iglesia cree en Cristo porque se le ha dado a conocer el evangelio. Esto surge también de la analogía de las palabras finales (“también el padecer a causa de él”). Aquí también se habla objetivamente de la gracia del padecimiento, a saber, como prueba del pertenecer a Cristo, no de la gracia que consiste en la fuerza o la perseverancia en el padecimiento (como cree Calvino, a nuestro juicio erróneamente). Nadie niega que el poder tanto para creer como para padecer viene de Dios, pero eso no está expresado aquí con tantas palabras (así. p. ej., Greijdanus: “La fe es el fruto de la obra de la gracia de Dios en el corazón de sus elegidos, tal como lo expresa aquí el apóstol con toda claridad”, De brief van de apostel Paulus aan de gemeente te Philippi, 1937, p. 166). Tampoco es muy segura la prueba derivada de la conocida expresión de Ef. 2:8: “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto (καὶ τοῦτο) no procede de vosotros, es un don de Dios, no procede de las obras para que nadie se jacte”. La pregunta es si la frase καὶ τοῦτο se refiere a toda la declaración precedente o sólo a "por medio de la fe”. Por lo general, los comentaristas optan por lo primero (así, p. ej., Calvino: “non ex vobis: ut... solum agnoscant Deum salutis suae auctorem” (no de vosotros, para... que reconozcan que Dios solo es el autor de su salvación, Ad Efesios en 2:8). Que se escriba καὶ τοῦτο (y esto) y no καὶ αὐτῇ* (y ésta) no es en sí una objeción de peso en contra de la segunda interpretación. Más importante es que οὐκ ἐξ ὑμῶν (no procede de vosotros) -que corresponde con οὐκ ἐξ ἔργων (no procede de las obras)- está relacionado con toda la frase precedente. Con todo, también es posible que οὐκ ἐξ ὑμῶν (no procede de vosotros) no corresponda con οὐκ ἐξ ἔργων (no procede de las obras), sino que οὐκ ἐξ ἔργων (no procede de las obras) se conecte directamente con διὰ πίστεως (por medio de la fe). En tal caso, las palabras “y esto no procede de vosotros, pues es don de Dios” serían como un paréntesis y estarían conectadas con la fe. Al menos habría que aceptar cierta incertidumbre [negritas mías]. [1]
Le agradezco a Dios por personas como Ridderbos. Personalmente he tratado estos textos, sin embargo las observaciones de Ridderbos nos deben alertar a no tener una actitud soberbia con relación a nuestro entendimiento de textos cuya exégesis es debatible.


* En el texto en español del libro de Ridderbos aparece αὐτῇ que es el pronombre personal dativo femenino singular, de donde la expresión καὶ αὐτῇ se traduce “y a ella”. Quizá debe referirse a αὕτη que es el pronombre demostrativo nominativo femenino singular, de donde καὶ αὕτη sí se traduce “y ésta”. Lamentablemente no tengo el original en holandés.
[1] Herman N. Ridderbos, El pensamiento del apóstol Pablo (Grand Rapids: Desafío, 2000), 306 n57.

sábado, 4 de febrero de 2012

Cooperando por medio de la oración (2Co 1:11)


Hoy (y todos los primeros sábados de cada mes) tuvimos nuestra reunión de oración de varones a las 05:00 am. Me correspondió guiar una breve reflexión. El texto que elegí fue 2Co 1:11. Este texto, como cualquier otro pasaje, pertenece a una unidad de pensamiento. Se encuentra en la introducción epistolar de la segunda carta a los corintios (1:1-11).[1] Esta porción de la carta funciona como la introducción. Existía una tensión entre cierto sector de la iglesia y el apóstol Pablo. Pero, el apóstol menciona la oración de los corintios hecha a favor de él cuando estaba atravesando momentos difíciles. Los ruegos de los corintios son un elemento unificador. El apóstol Pablo en el versículo 11 dice:
cooperando  también vosotros a favor nuestro con la oración, para que por muchas personas sean dadas gracias a favor nuestro por el don concedido a nosotros por medio de muchos (2Co 1:11 R60)
He resaltado el participio presente activo συνυπουργούντων del verbo συνυπουργέω que significa “unirse para ayudar”[2]. El texto no dice explícitamente con quién están cooperando los corintios con sus oraciones. Es interesante que se hayan presentado por lo menos tres respuestas a esta cuestión:
  1. Ellos cooperan con Pablo y Timoteo.[3]
  2. Ellos cooperan los unos con los otros (y con otras iglesias) a favor de Pablo y Timoteo.[4]
  3. Ellos cooperan con Dios.[5]
Cualquiera sea la preferencia sobre este detalle, el punto de Pablo es claro: el creyente coopera por medio de la oración. Los corintios, a pesar de la tensión, se unen a Pablo por medio de la oración. Quizá muchas de nuestras tensiones en las iglesias podrían reducirse si oramos con mayor continuidad (nótese el uso del tiempo presente) a favor de unos y otros.


[1] Con respecto a esta división, por favor consultar la excelente obra de C. K. Barrett, A Commentary on the Second Epistle to the Corinthians (HNTC; New York: Harper & Row, 1973).
[2] Cf. BAGD, 793.
[3] Así, por ejemplo Barrett, op. cit.
[4] Así, por ejemplo Paul Barnett, The Second Epistle to the Corinthians (NICNT; Grand Rapids: Eerdmans, 1997).
[5] Así, por ejemplo Alfred Plummer, A Critical and Exegetical Commentary on the Second Epistle of St Paul to the Corinthians (ICC 1915, reimpreso; Edinburgh: T. & T. Clark, 1970).

sábado, 10 de septiembre de 2011

Los nombres escritos en el libro de la vida ¿desde cuándo? (Apocalipsis 13:8 y 17:8)


Es una idea popular que los nombres escritos en el libro de la vida Dios los escribe en el momento de la conversión. Algunos evangelistas sugieren a las personas que están dispuestas a hacer una profesión de fe que oren pidiendo que Dios escriba el nombre en el libro de la vida.
Aunque popular, parece que esta idea es diferente a lo que se afirma en el libro de Apocalipsis:
καὶ προσκυνήσουσιν αὐτὸν πάντες οἱ κατοικοῦντες ἐπὶ τῆς γῆς, οὗ οὐ γέγραπται τὸ ὄνομα αὐτοῦ ἐν τῷ βιβλίῳ τῆς ζωῆς τοῦ ἀρνίου τοῦ ἐσφαγμένου ἀπὸ καταβολῆς κόσμου.
Τὸ θηρίον ὃ εἶδες ἦν καὶ οὐκ ἔστιν καὶ μέλλει ἀναβαίνειν ἐκ τῆς ἀβύσσου καὶ εἰς ἀπώλειαν ὑπάγει, καὶ θαυμασθήσονται οἱ κατοικοῦντες ἐπὶ τῆς γῆς, ὧν οὐ γέγραπται τὸ ὄνομα ἐπὶ τὸ βιβλίον τῆς ζωῆς ἀπὸ καταβολῆς κόσμου, βλεπόντων τὸ θηρίον ὅτι ἦν καὶ οὐκ ἔστιν καὶ παρέσται (Ap 13:8; 17:8 NA27)
Y la adoraron todos los moradores de la tierra cuyos nombres no estaban escritos en el libro de la vida del Cordero que fue inmolado desde el principio del mundo
La bestia que has visto, era, y no es; y está para subir del abismo e ir a perdición; y los moradores de la tierra, aquellos cuyos nombres no están escritos desde la fundación del mundo en el libro de la vida, se asombrarán viendo la bestia que era y no es, y será. (Ap 13:8; 17:8 R60)
E. L. Carballosa comenta la expresión ἀπὸ καταβολῆς κόσμου que aparece en Ap 13:8, y Ap 17:8 en conexión con los nombres escritos en el libro de la vida:
Otra importante observación que debe hacerse tiene que ver con la frase “desde la fundación del mundo” o “desde el principio del mundo” (apò katabolêis [sic] kósmou). La frase no se refiere al comienzo de la historia de la humanidad, sino que tiene que ver con “la fundación del orden visible total en la que la creación está representada como un vasto edificio bajo las manos del Arquitecto Divino”. Dicha frase, además, está conectada con la expresión “no está escrito” (ou gégraptai), es decir, el nombre de cada uno de los adoradores de la bestia “no está escrito desde la fundación del mundo en el libro de la vida del Cordero”. La implicación es la siguiente: En el libro de la vida del Cordero están inscritos los nombres de todos los que han puesto su fe en el Mesías. Esa inscripción “fue hecha posible por la anticipación de la futura muerte del cordero en beneficio de ellos”. Este punto de vista es apoyado por el hecho de que en Apocalipsis 17:8, Juan se refiere de nuevo a “los moradores de la tierra, aquellos cuyos nombres no están escritos desde la fundación del mundo en el libro de la vida…”. Aquellos cuyos nombres sí están inscritos en el libro de la vida del Cordero son los mismos que fueron escogidos por él antes de la fundación del mundo (Ef. 1:4).[1]
Ha habido debate acerca de si la frase preposicional ἀπὸ καταβολῆς κόσμου “desde la fundación del mundo” de Ap 13:8 modifica a (1) γέγραπται “estaban escritos”[2] o a (2) τοῦ ἐσφαγμένου “que fue inmolado”[3]. El orden de palabras favorece a (2), que la frase preposicional ἀπὸ καταβολῆς κόσμου modifica a la cláusula más cercana que es la cláusula relativa τοῦ ἐσφαγμένου.[4] Pero, parece que el uso de la misma frase Ap 17:8, en donde sin lugar a dudas modifica a γέγραπται, es decisivo en la interpretación de este texto. Así que, parece probable que la frase preposicional ἀπὸ καταβολῆς κόσμου modifica a γέγραπται.[5] Esta frase revela un punto de vista predestinacionista similar al expresado en Ef 1:4. John F. Walvoord opina que:
Algunas referencias la libro de la vida parecen indicar que es el libro de los vivientes, a saber, de todos los nacidos en el mundo, y que aquellos quienes no confían en Cristo son borrados de éste libro dejando sólo a aquellos quienes son salvos.[6]
El uso de esta expresión en el Antiguo Testamento, y de un modo particular en el libro del Éxodo (Éx 32.32-33) como también en el Antiguo Medio Oriente y el mundo greco-romano, favorece la opinión manifestada por Walvoord.[7]
De lo observado en estos textos, en Apocalipsis se indica que los nombres de los creyentes están escritos desde la fundación del mundo. 


[1] Evis L. Carballosa, Apocalipsis: La consumación del plan eterno de Dios (Grand Rapids: Portavoz, 1997), 260.
[2] LBA, Swete, Caird, Johnson, Chilton, Aune, Walvoord, Thomas.
[3] R60, Charles, Morris, Harrington, Beasley-Murray, Mounce, Wall, Michaels, Beale.
[4] Así Grant R. Osborne, Revelation (BECNT; Grand Rapids: Baker Academic, 2002), 503.
[5] Cf. Robert G. Bratcher y Howard Hatton, A Handbook on the Revelation to John (New York: United Bible Societies, 1993), 198-199.
[6] John F. Walvoord, The Revelation of Jesus Christ (Chicago: Moody, 1966), 202.
[7] Así, Douglas K. Stuart, Exodus (NAC 2; Nashville: Broadman & Holman Publishers, 2006), 684-688. Cf. Bruce Wells, “Exodus” en John H Walton, Zondervan Illustrated Bible Backgrounds Commentary (Old Testament) Volume 1: Genesis, Exodus, Leviticus, Numbers, Deuteronomy (Grand Rapids: Zondervan, 2009), 261.

“Bienaventurado el que lee…” (Ap 1:3)


Μακάριος ὁ ἀναγινώσκων καὶ οἱ ἀκούοντες τοὺς λόγους τῆς προφητείας καὶ τηροῦντες τὰ ἐν αὐτῇ γεγραμμένα, ὁ γὰρ καιρὸς ἐγγύς. (Ap 1:3 NA27)
Bienaventurado el que lee, y los que oyen las palabras de esta profecía, y guardan las cosas en ella escritas; porque el tiempo está cerca. (Ap. 1:3 R60)
Esta es la primera de las siete bienaventuranzas que aparecen en el texto del libro del Apocalipsis (Ap 14:13; 16:15; 19:9; 20:6; 22:7,14). La bienaventuranza tal como aparece en este texto no tiene aplicación individual. No se refiere a la lectura privada de esta profecía. El contexto milita claramente en contra de esta forma de entender la lectura, pues se nos habla de un lector y los oyentes. Se debe precisar que en la antigüedad sí se conocía la forma de leer silenciosamente. Pero, esta forma de lectura silenciosa no era una práctica muy común en el mundo antiguo, y las referencias a la misma son escasas.[1] Un ejemplo de lectura silenciosa aparece en el famoso relato de Agustín cuando estaba en la casa de Alipio, cuando oyó la voz infantil que le decía: tolle lege, tolle lege “toma y lee, toma y lee”, el Obispo de Hipona afirma aperui et legi in silentio “abrí y leí en silencio” refiriéndose al códice de la Sagrada Escritura.[2]
Es evidente que la palabra griega ἀναγινώσκω se refiere a la lectura que normalmente se hacía en voz alta, es “leer en voz alta para un auditorio público”[3]. Este texto se refiere fundamentalmente a la lectura comunitaria de la profecía. Resulta obvio que al considerarse que el texto de esta profecía se tenía que leer comunitariamente se está dando por sentado que el autor y los lectores entenderían que esta profecía es palabra de Dios autoritativa. Por otro lado, podemos comprender la centralidad de la Palabra de Dios en la adoración durante las reuniones de la iglesia apostólica. El estudio personal de las Escrituras tiene su lugar y resulta ser muy edificante, pero realmente es fabuloso poder disfrutar de la bienaventuranza expresada aquí cuando se lee-oye la Palabra de Dios en el seno de la communio sanctorum (comunión de los santos) siendo desafiados a la obediencia como un pueblo.


[1] Cf. David E. Aune, Revelation 1-5:14 (WBC 52A; Dallas: Word, 2002), 20. Plutarco (De Alex., 340A) afirma que Alejandro leía en silencio: “σιωπῇ πρὸς ἑαυτὸν ἀναγινώσκοντος” (nótese el uso del verbo σῐωπάω “guardar silencio”).
[2] Conf., 8.12.
[3] BDAG, 60.

jueves, 8 de septiembre de 2011

El aoristo παραστῆσαι (Ro 12:1): ¿“presentar una vez y por todas”? (Revisado)


Esta es una revisión de un artículo que escribí el año 2008. He modificado y he agregado información que puede ser relevante.
Παρακαλῶ οὖν ὑμᾶς, ἀδελφοί, διὰ τῶν οἰκτιρμῶν τοῦ θεοῦ παραστῆσαι τὰ σώματα ὑμῶν θυσίαν ζῶσαν ἁγίαν εὐάρεστον τῷ θεῷ, τὴν λογικὴν λατρείαν ὑμῶν· (NA27).
Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. (RV60)
En esta nota nos enfocamos en la palabra παραστῆσαι que es infinitivo aoristo activo de παρίστημι/παραστῆναι, y se usa como un terminus technicus [palabra técnica] “en el lenguaje del sacrificio ofrecer, traer, presentar[1]. La cuestión es si παραστῆσαι indica que la consagración se realiza “una vez por todas” debido a que se trata de un aoristo. Varios autores no comentan este detalle gramatical.[2] Juan Calvino escribió:
Sobre este fundamento comprenderemos que la santidad debiera ser para nosotros un ejercicio continuo, de tanta duración como nuestra vida, y que, por el contrario, sería una especie de sacrilegio caer en la impureza, porque tal cosa equivaldría a profanar algo ya santificado [negritas mías].[3]
John Murray no comenta el aoristo παραστῆσαι, pero favorece la idea de dedicación constante:
Es posible que la palabra “vivo” también refleje la permanencia de esta ofrenda, que debe ser una dedicación constante [negritas mías].[4]
James D. G. Dunn no comenta el aoristo, pero entiende que se trata de una acción cotidiana:
El sacrificio que Dios busca no es más el de bestias o aves en el templo, sino el compromiso diario de una vida vivida dentro de las restricciones y relaciones de este mundo corpóreo [negritas mías].[5]
Robert H. Mounce no comenta el aoristo[6], pero considera que éste está conectado con los dos imperativos presentes del v. 2 los cuales señalan una conducta continua:
Si el v. 1 habla de un acto específico en el cual nosotros nos ofrecemos a Dios, v. 2 nos habla de dos actividades en curso.[7]
C. E. B. Cranfield tentativamente considera que hay un sentido de definitivo en el acto de ofrecer, aunque no rechaza la naturaleza cotidiana de la auto-entrega:
Es interesante contrastar con 16:17. Uno podría quizá sugerir que la elección del presente infinitivo, fue natural allí, en vista del carácter esencialmente continuo de la acción contemplada, y –muy tentativamente- que un sentido de lo definitivo que caracteriza el acto de auto-entrega (aún aunque tenga que ser repetido una y otra vez) puede haber contribuido a la elección de Pablo del aoristo aquí [negritas mías].[8]
Por otro lado, de acuerdo a Frédéric Louis Godet nuestra consagración es “realizada una vez por todas (el aoristo παραστῆσαι, v. 1)” [negritas mías][9]. Godet contrasta este aoristo con los imperativos en tiempo presente del v. 2 (μὴ συσχηματίζεσθε… μεταμορφοῦσθε).
Al parecer, puesto que los gramáticos han descrito el aoristo como el tiempo puntual, algunos han deducido que el aoristo presenta la acción “una vez y por todas”[10]. Veamos lo que dicen dos gramáticos conocidos. William H. Davis describe así el tiempo aoristo (§ 179):
El tiempo aoristo expresa acción en su forma más simple –indefinida; no distingue entre acción completa o incompleta. El tiempo aoristo trata la acción como un punto; -esta clase de acción es llamada puntual… [negritas mías][11].
Dana-Mantey, por su parte, escriben (§ 179):
Nos acercamos ahora al más prevaleciente y más importante de los tiempos griegos. Es también el tiempo más característico del idioma griego. El significado fundamental del aoristo es denotar acción simplemente como ocurriendo, sin referencia a su progreso. Es el tiempo indefinido (ἀοριστος, ilimitado). No tiene esencial significación temporal, hallándose sus relaciones de tiempo únicamente en el indicativo, donde se le usa como pasado y por lo mismo aumentado. Su función verdadera se le puede ver mejor en los modos potenciales, y debiera ser cuidadosamente considerada en interpretación. El aoristo no significa nada en cuanto a conclusión, sino que simplemente presenta la acción como alcanzada. El establece el hecho de la acción o evento sin consideración de su duración. […] Él presenta la acción o el evento como un “punto”, y, de aquí que se le llame “puntual[negritas mías].[12]
Asumir que una acción ocurrió “una vez y por todas” sobre la base de la forma-verbal aoristo debido a que es descrito como puntual, sería “abusar” del aoristo.[13] “Si el aoristo significa que una acción que ocurre sólo una vez, se indica por medio de otros factores contextuales” [negritas mías][14]. Por tanto, como dice D. J. Moo:
Pero el tiempo aoristo en sí mismo no indica esto [un acto “una vez y por todas”]; y no hay razón en el contexto para pensar que Pablo viera esta presentación como una ofrenda que hacemos sólo una vez. Pablo simplemente nos ordena realizar esta ofrenda, sin decir nada acerca de cuán a menudo se necesita hacer [negritas mías].[15]
La razón para usar el aoristo παραστῆσαι sería probablemente la imaginería sacrificial y, como dice David Peterson, esta presentación de nosotros mismos a Dios se considera de una manera holística.[16] El versículo 2 describe cómo debe producirse esa presentación en sacrificio con dos imperativos en tiempo presente indicando que nuestra consagración debe ser constante.


[1] BDAG, 778; cf. M-M, 494-495; W. Sanday y Arthur C. Headlam, A Critical and Exegetical Commentary on the Epistle of the Romans (3a ed.; New York: C. Scribner's sons, 1897), 352..
[2] Así, por ejemplo, F. F. Bruce, Romans: An Introduction and Commentary (ed. rev.; TNTC 6; Nottingham: Inter-Varsity Press, 1985), 223; Leon Morris, The Epistle to the Romans (PNTC; Grand Rapids-Leicester: Eerdmans; Inter-Varsity Press, 1988), 433; C. K. Barrett, The Epistle to the Romans (ed. rev.; BNTC; Peabody: Hendrickson, 1991), 212; Joseph A. Fitzmyer, S. J., Romans: A New Translation With Introduction and Commentary (New Haven; London: Yale University Press, 2008), 639.
[3]Juan Calvino, Comentario a La Epístola a Los Romanos (Grand Rapids: Libros Desafío, 2005), 317.
[4] John Murray, The Epistle to the Romans (NICNT; Grand Rapids: Eerdmans, 1968), 2:111.
[5] James D. G. Dunn, Romans 9-16 (WBC 38B; Dallas: Word, 2002), 717.
[6] Robert H. Mounce, Romans (NAC 27; Nashville: Broadman & Holman, 1995), 230-231.
[7] Mounce, Romans, 232.
[8] C. E. B. Cranfield, A Critical and Exegetical Commentary on the Epistle to the Romans (London; New York: T&T Clark International, 2004), 598, n 4.
[9] F. L. Godet, Commentary on Paul’s Epistle of the Romans, Volume 2 (trad. Alexander Cusin; Edinburgh: T&T Clark, 1881), 283.
[10] Para una discusión de este asunto cf. D. A. Carson, Exegetical Fallacies (2a ed.; Grand Rapids: Baker, 1996), 68-73.
[11] William Hersey Davis, Beginner's Grammar Of The Greek New Testament (Eugene: Wipf and Stock, 1999), 78.
[12] H. E. Dana & Julius R. Mantey, Manual de Gramática del Nuevo Testamento Griego (trad. Stanley Clark; Bs. As.: CBP, 1975), 186-187.
[13] Para una crítica de este “abuso” del aoristo cf. Frank Stagg, “The AbusedAorist”, JBL (1972) 222-231; C. R. Smith, “Errant Aorist Interpreters”, GTJ 2 (1980) 205-226.
[14] Thomas R. Schreiner, Romans (BECNT; Grand Rapids: Baker, 1998), 643.
[15] Douglas J. Moo, The Epistle to the Romans (NICNT; Grand Rapids: Eerdmans, 1996), 750.
[16] David Peterson, “Worship And Ethics In Romans 12”, TynBull 44 (1993): 281, n 26.