miércoles, 10 de septiembre de 2008
λατρεύω y la Deidad de Cristo
sábado, 6 de septiembre de 2008
πορευθέντες “id” y la Gran Comisión (Mt. 28.19)
En años más recientes se ha reconocido que “ir” no es el verbo principal de estos versículos. En realidad el único imperativo en Mateo 28:19 es el “haced discípulos”, y las demás formas verbales son participios. Esto significa que la misión llega a ser fundamentalmente el “hacer discípulos”.
[cursivas mías]
Al considerar la estructura:
Pero, βαπτίζοντες “bautizando” y διδάσκοντες “enseñando” son participios en presente activo, están después del verbo principal. Estos participios describirían los medios para realizar la acción de “hacer discípulos”.
Daniel B. Wallace afirma que considerar el participio πορευθέντες como adverbial “¡convertiría la Gran Comisión en la Gran Sugerencia!”. Creo que tiene razón.
viernes, 5 de septiembre de 2008
H. E. Dana y la interpretación
Vale la pena leer la advertencia que hace muchos años atrás expresara el profesor H. E. Dana:
Prevalece en la mente popular la noción de que la
interpretación es atribuir un significado plausible a la Escritura. Es decir,
generalmente se entiende que es atribuir un significado al pasaje, en vez de
descubrir lo que su significado realmente es. Se piensa en una interpretación
posible, se le aplica al pasaje en estudio, y si “se ajusta”, se considera que
es la correcta. El supuesto expositor es totalmente olvidadizo del hecho de
que el pasaje fue escrito por un autor realmente vivo, cuyo propósito
era el de transmitir una idea definida y que, en consecuencia, el pasaje tiene
un solo significado, y que aquel significado se encuentra en la superficie en
vez de estar "escondido en las profundidades de las Escrituras", como
frecuentemente se supone. Para muchas personas la idea es que mientras más
remoto y extraño sea el significado propuesto, más ingeniosa es la
interpretación. En efecto, la mente popular cristiana conceptúa la habilidad en
la interpretación, mayormente como asunto de una ingeniosidad divinamente
impartida para idear significados posibles, para la Escritura. Se olvida el
hecho de que la Biblia es una colección de mensajes vivos, nacidos de los
corazones y de las experiencias de hombres corrientes, y destinados para la
realización de ciertos propósitos conscientes, y que, por consiguiente, no
podemos interpretarla hasta que nos hayamos colocado en el mismo pensamiento y
sentimiento del autor del pasaje.Interpretación, propiamente definida, es el
esfuerzo de una mente de seguir los procesos de pensamiento de otra mente, por
medio de símbolos que llamamos el lenguaje. Estos símbolos del pensamiento
pueden ser escritos o hablados. Se emplean como el medio por el cual una
mente procura comunicar a otra el progreso de su pensamiento. El esfuerzo de la
otra mente de recibir esta comunicación del pensamiento es interpretación.
De modo que cualquier esfuerzo de una mente por entender el pensamiento de
otra mente es interpretación, sea el modo de expresión escrito o hablado [Es
correcta la premisa de Johannes Behm que, desde que las hermenéuticas bíblicas
forman un ramo de la interpretación en su sentido más amplio, los principios
generales de interpretación se aplican también a los libros de la Biblia,
siendo la única diferencia que los principios generales de interpretación deben
adaptarse al carácter distintivo de la literatura bíblica. Así que en la
interpretación del Nuevo Testamento nos encontramos en el terreno ancho y
general de la ciencia histórica. Vase Behm: Pnuematische Exegese, pp. 15 sig.].
Esto quiere decir que realmente para interpretar, tenemos que pasar a
través del medio de expresión, hasta llegar al fondo, al estado de la mente que
se expresa. Entonces el único medio adecuado de la interpretación es el de
descubrir el estado total de conocimiento que ha procurado expresarse. El
medio de expresión no es el asunto de primera consideración; la mente
que es expresa es el blanco que ha de alcanzarse. Por lo tanto, la página
impresa del Nuevo Testamento no es el objeto final de interpretación. La
experiencia y los procesos de pensamiento del escritor mismo son los que
debemos procurar descubrir y desenvolver. Debemos acercarnos a un libro del
Nuevo Testamento con el pensamiento de confrontar una exhibición de
símbolos llamados la literatura, los cuales representan un estado de
conocimiento que existió en el antiguo pasado. La tarea ante el intérprete es la
de alcanzar y entender este estado de conocimiento. Por consiguiente, es
necesario ser conocedor íntimo de todas las condiciones existentes que
influían en el conocimiento del escritor del Nuevo Testamento. [El hecho de
que nadie puede por sí mismo adquirir un conocimiento completo de todo el
fondo del Nuevo Testamento, no es razón suficiente para abandonar este método.
Behm justamente protesta contra el hecho de aceptar esta insuficiencia de un
claro conocimiento histórico de la Biblia, como razón para señalar una manera
nueva, que se presume ser superior al método histórico. (op. cit. p. 5).][1]
____________________________
[1] H. E. Dana, Escudriñando las Escrituras: Un Manual de las Hermenéuticas del Nuevo Testamento (tr. W. Q. Maer; El Paso: CBP, 1946), 13-15.
La guitarra clásica
No podía faltar Asturias (o "Leyenda") de Isaac Albeniz ejecutada por el maestro John Williams.
Y, mi favorita, el segundo movimiento, Adagio, del Concierto de Aranjuez de Joaquín Rodrigo, interpretado magistralmente por el maestro John Williams.
miércoles, 3 de septiembre de 2008
anima vili
Al humanista francés Marc-Antoine Muret (1526-1585), en latín Muretus, se le atribuye una anécdota. Habiendo huido de Francia (acusado de sodomía y herejía), llegó a Lombardía. Allí cayó enfermo y pidió ayuda a los médicos, los cuales discutieron el asunto entre sí. Muretus estaba vestido pobremente, tenía aspecto de vagabundo. Para que el enfermo no entendiera, los médicos dijeron en latín:
“ocúpate en la lectura…” (πρόσεχε τῇ ἀναγνώσει 1Ti. 4.13)
4.15: (9) μελέτα “practica”, (10) ἴσθι “dedícate”[3]
En muchos mensajes, el pasaje bíblico que se le lee a la congregación recuerda
al himno nacional que se toca en un partido de béisbol: da inicio al juego, pero
no se vuelve a escuchar en toda la tarde.[6]
[1] BDAG, προσέχω s.v. 3, se usa con dativo. Cf. EDNT 3:169.
martes, 2 de septiembre de 2008
lunes, 1 de septiembre de 2008
ὡς σεαυτόν (Mt. 22.39) y la autoestima
δευτέρα δὲ ὁμοία αὐτῇ, ἀγαπήσεις τὸν πλησίον σου ὡς σεαυτόν.
Se cree ampliamente que la mayoría de nosotros sufre del problema de baja autoestima “Yo no estoy bien, tú estás bien”. Hace una generación, el psicólogo humanista Carl Rogers (1958) concluyó que la mayoría de las personas que él conocía “se menosprecian a sí mismas, se consideran a sí mismas como despreciables y antipáticas”. Muchos divulgadores de la psicología humanista están de acuerdo con él. “Todos nosotros tenemos complejos de inferioridad”, afirma John Powell (1989), “Aquellos que parecen no tener dicho complejo sólo están fingiendo”. O como lo planteó Groucho Marx: “Nunca ingresaría a ningún club que aceptara a una persona como yo”.
En realidad, la mayoría de nosotros tenemos una buena reputación ante nosotros mismos. En estudios sobre autoestima, aun las personas de puntuaciones bajas responden en el rango medio de las puntuaciones posibles. (Una persona con autoestima “baja” responde a enunciado tales como “Tengo buenas ideas” con un adjetivo calificativo, tal como “algo” o “en ocasiones”.) Más aún, en una de las conclusiones más provocadoras y firmemente establecidas de la psicología social, se refiere a la potencia del sesgo de autoservicio.[1]
No pretendo polemizar acerca de este tema, pero creo que necesita evaluarse exegéticamente la evidencia bíblica presentada. A mi juicio, por lo menos en el texto de Mt. 22.39, se ha cometido una falacia exegética. Lo que sigue es gran parte del ensayo de Daniel B. Wallace sobre este texto:
Nuestro objetivo en este breve ensayo no es trazar la historia de esta interpretación, sino argüir que es una falacia. Desentrañando el significado del verso resulta la siguiente traducción ampliada: “Amarás a tu prójimo como ya te amas a ti mismo”. De este modo, el amor propio es asumido en este texto, no mandado.
Hay dos razones para argüir que este es el significado del texto aquí. Primero, una comparación establece normalmente un estándar o una norma contra la que alguna posición se presente. La partícula griega ὡς es el primer medio usado para sugerir tal comparación en el Nuevo Testamento (y se usa en Mt. 22.39). Por ejemplo, en Mt. 12.13, Jesús sanó una mano de un hombre, “haciéndola íntegra, como la otra”. La mano íntegra fue el estándar contra el cual la mano ya sanada fue medida. En Mt. 17.2, el rostro de Jesús “resplandeció como (ὡς) el sol”. Obviamente, sol es el estándar por medio del cual la comparación sería hecha. En Mt. 28.4, los soldados vigilando la tumba de Jesús se “volvieron como muertos” cuando ellos vieron al ángel. En Ro. 9.27, el número de hijos de Israel serían “como (ὡς) las arenas del mar”. En 2Ti. 2.9 Pablo dice que él está llevando cadenas “como (ὡς) un criminal”. 1P. 1.24 dice que “toda carne es como (ὡς) la hierba”. En todos estos textos (y resultados de otros textos en el NT) una comparación es hecha. En cada uno, la comparación comienza con un estándar o norma. Pero si Mt. 22.39 implica dos mandatos, entonces no hay estándar de comparación. Argüir que debemos amar a nuestro prójimo tanto como nosotros debemos amarnos a nosotros mismos no establece ni un estándar o norma.
Segundo, y más específicamente, ὡς se halla a veces a continuación de un mandato. Cuando es así, ¿cuál verbo sería implicado en la cláusula ὡς? En todas las veces, se debería leer el indicativo.[2] Esto es, la comparación no es de mandato con mandato, sino de un mandato con un estándar que ya está siendo seguido. Note los siguientes ejemplos.[3]Mt. 6.5 –“Cuando oréis, no seáis como [son] los hipócritas”Mt. 6.10 –“hágase tu voluntad en la tierra como [es] en el cielo”Mt. 6.16 –“Cuando ayunéis, no pongáis cara triste como [hacen] los hipócritas”Mt. 10.16 –“sed sabios como [son] las serpientes y sencillos como [son] las palomas”Mt. 18.3 –“vuelvan como [son] los niños”Lc. 15.19 –“trátame como [si fuera] uno de tus jornaleros”Lc. 22.26 –“sea el mayor entre vosotros como el más joven”Gá. 4.12 –“Volveos como [soy yo]”2Ts. 3.15 –“No lo tengáis como [si fuera] un enemigo, sino amonestadle como a hermano”1Ti. 5.1 –“Reprende a un anciano como [si fuera] un padre”Flm. 17 –“Recíbele como [si me recibieras] a mí”En conclusión, ¿el amor propio es bíblico? Realmente, sí. Es bíblico en que se asume ser verdad (cf. Ef. 5.29). Pero ¿se ordena el amor propio? Difícilmente. El primario texto de prueba para ello es Mt. 22.39.[4] Y, como hemos intentado demostrar, que el texto significa que el amor propio es asumido, no mandado. Además, hay numerosos textos que sugieren que nuestras vidas necesitan ser orientadas a los demás. El significado llano del pasaje en Flp. 2.3 (“estimando cada uno a los demás como más importantes que vosotros mismos”) debería contrapesar cualquier noción de que nuestro enfoque en la vida debería estar en uno mismo. El ejemplo del Señor Jesús sigue esta declaración programática en Flp. 2.3. En vv. 6-11 Jesús es visto como el ejemplo supremo de auto sacrificio. El versículo 5 vincula la actitud de Jesús a lo que debería ser la nuestra: “Haya en vosotros mismos esta mentalidad que hubo también en Cristo Jesús”. También, nosotros deberíamos seguir los pasos del maestro y dirigir nuestras vidas hacia afuera y hacia arriba.
Tal absorción con el sí mismo es endémica a la naturaleza humana y, en particular, está convirtiéndose en el sello distintivo de Occidente. Estamos impulsándonos rápidamente hacia el narcisismo y la anarquía a causa de tales actitudes. En contra de esto, la Biblia habla con claridad.
[1] David G. Myers, Psicología Social (2ª ed.; México: McGraw-Hill), 88.
viernes, 29 de agosto de 2008
La palabra "hermenéutica"
En el DRAE se dice que la hermenéutica es:
Arte de interpretar textos y especialmente el de interpretar los textos sagrados.
La palabra “hermenéutica” procede del verbo griego ηρμηνευειν (junto con sus derivados ηρμηνευς y ηρμηνεια ) [sic.]; significa “afirmar” y “proclamar”, “interpretar” o “esclarecer” y, finalmente, “traducir”. Muestra, pues, este verbo una multiplicidad de significados, los cuales radican, sin embargo, en una cosa común: algo debe ser hecho inteligible, debe lograrse que sea entendido.
Esto sucede ya en cualquier afirmación lingüística, la cual quiere suscitar una intelección, convertir algo en inteligible. Y sucede con más razón en la interpretación o esclarecimiento de una afirmación quizás obscura, difícilmente comprensible, por ejemplo de un texto literario o histórico, cuyo sentido no tiene evidencia inmediata, sino que debe ser previamente acercado a la inteligencia. Y ello sucede finalmente en la traducción de un texto a otro idioma, puesto que toda traducción consiste en la transposición de un cuadro de significados a un horizonte de comprensión lingüísticamente distinto.
Filológicamente no es seguro, pero sí al menos verosímil que el origen de esta palabra esté relacionado con Hermes, el mensajero de los dioses, al cual se atribuye el origen de la lengua y de la escritura. Lo seguro es que ya en la lengua griega se significa preferentemente, si no exclusivamente, la intelección y la interpretación de la sentencia de un dios, de un mensaje divino, por ejemplo de un oráculo délfico que para ser entendido en su sentido necesita de una interpretación; el oráculo debe ser previamente “llevado a la comprensión”.
O sea que la palabra apunta a un espacio sacral: la intelección e interpretación de una palabra divina.Corresponde a eso el que también la palabra “hermenéutica” se formó en primer lugar en el ámbito teológico y se usó en él. Sin embargo, en el sentido de “arte de comprender” o de una “doctrina de la interpretación correcta” esta palabra no aparece hasta la edad moderna; aparece en el sentido bíblico de una interpretación correcta y objetiva de la Sagrada Escritura. Como título de libros la palabra “hermenéutica” se encuentra desde los siglos XVII y XVIII.[1]