"En aquel tiempo vinieron al rey dos mujeres rameras, y se presentaron delante de él".
1 R 3.16
En estos días previos al día de la madre, la mayoría aprovecha el tiempo para rebuscar los mejores adjetivos para dedicárselos. También, buscamos relatos bíblicos que nos confronten, y nos presenten el paradigma de la maternidad a seguir. Frente a la pérdida del instinto maternal en algunas mujeres de nuestra sociedad occidental que se caracteriza por ser predatoria, ególatra y consumista, es urgente ser confrontados con la Biblia. Una historia bíblica que suele evocarse en este tiempo es la de aquellas dos mujeres que ante Salomón exigieron justicia. Este relato constituye una de las historias más conocidas del Antiguo Testamento.
Como evidencia de que Dios le había dado a Salomón “corazón sabio y entendido” (1R 3.12), ahora la sabiduría otorgada es puesta a prueba. Dos mujeres, madres, acuden por justicia ante el sabio rey Salomón. Algo que comúnmente se olvida, o se omite por escrúpulos, es que estas dos mujeres eran prostitutas. Tal dato quiso ser disimulado por los antiguos maestros del Targum usando la palabra “mesoneras”. Pero, tales intentos son incorrectos. La Reina-Valera 1960 correctamente traduce el sustantivo זֹנ֖וֹת como “rameras” (זֹנָה, “prostituta, ramera”). En el antiguo Cercano Oriente la prostitución sagrada y secular fue practicada. Las mujeres que la practicaban eran esclavas, hijas vendidas por sus padres, mujeres pobres que nunca tuvieron la oportunidad de casarse o que habían perdido a sus esposos. La expectativa normal de una mujer en aquellos tiempos era casarse, vivir en la casa del marido y cuidar de los hijos. En cambio, la situación de una ramera ante la sociedad era de desprecio. El relato resalta, por tanto, que Salomón no sólo tuvo sabiduría, sino que actuó imparcialmente respetando el derecho a juicio de dos mujeres que pertenecían a lo desdeñado por la sociedad.
Lo impresionante de la historia no sólo es la sabiduría de Salomón, sino el profundo afecto maternal y el sentido de compasión de aquella ramera. Salomón, con su forma de proceder, hizo que aflorase los sentimientos maternales de aquella mujer con tal de salvaguardar la integridad física de su hijo. Porque siendo malos sabemos hacer cosas buenas por nuestros hijos (Mt 7.11). Pero, eso bueno no satisface la justicia Divina. La provisión del Hijo que nos sustituyó hizo posible nuestra redención (Ro 3.20-26).
En una ocasión una mujer pecadora se acercó a Jesucristo (Lc 7.36-50). No se especifica qué pecado era distintivo en dicha mujer. Si los textos posteriores registrados por H. L. Strack y P. Billerbeck (Kommentar zum Neuen Testament aus Talmud und Midrasch, 2:162) reflejan las actitudes de los judíos del primer siglo, entonces es probable que la mujer fuera una prostituta. Quizá era una mujer que tenía una ocupación deshonrosa o era adultera. En todo caso, la actitud de Jesucristo hacia los pecadores fue escandalosa. Pero, Jesucristo ofrece perdón a los pecadores y no los excluye como no lo hizo el propio Salomón.
Ese instinto maternal, puede ser transformado en amor trascendente hacia Jesucristo quien no fue partido en dos por una espada, sino fue horrendamente crucificado para librarnos del hoyo cenagoso. El perdón en Jesucristo produce el amor hacia Él como evidencia de haber experimentado Su Gracia.
"Por lo cual te digo que sus muchos pecados le son perdonados, porque amó mucho; mas aquel a quien se le perdona poco, poco ama" (Lc 7.37).
Aprovecho en expresar mi gratitud a mi madre, María del Pilar Medina de Rojas y a mi amada esposa Magali Arévalo, quienes no sólo aman a sus hijos, sino, por encima de todo, a Su Salvador. Un saludo a todas las madres. Que como hijos obedezcamos el mandamiento:
כַּבֵּד אֶת־אָבִיךָ וְאֶת־אִמֶּךָ
Honra a tu padre y a tu madre
Ex. 20.12