La noche del 26 de
agosto de 2011 partió a la presencia de Dios, a la edad de 94 años, el profesor Charles
Kingsley Barrett quien fuera ministro metodista por 60 años y uno de los
eruditos del Nuevo Testamento más influyentes en el
siglo XX. Barrett fue el Profesor Lightfoot de Divinidad en la Universidad de
Durham, en Inglaterra desde 1958 a 1982. Le sucedió en la cátedra el profesor
James D. G. Dunn quien comunicó la noticia.
Podemos apreciar algo
de la erudición de este extraordinario exégeta al releer lo que escribió
comentando el texto del Evangelio según San Juan 1:12-13:
12 ὅσοι δὲ ἔλαβον αὐτόν, ἔδωκεν αὐτοῖς ἐξουσίαν τέκνα
θεοῦ γενέσθαι, τοῖς πιστεύουσιν εἰς τὸ ὄνομα αὐτοῦ, 13 οἳ
οὐκ ἐξ αἱμάτων οὐδὲ ἐκ θελήματος σαρκὸς οὐδὲ ἐκ θελήματος ἀνδρὸς ἀλλ᾽ ἐκ θεοῦ
ἐγεννήθησαν.
(Jn 1:12-13 NA27)
12
Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio
potestad de ser hechos hijos de Dios; 13 los cuales no son engendrados de
sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios.
(Jn 1:12-13 R60)
Este texto ha sido usado para explicar lo que
se ha llamado ordo salutis (“orden de
la salvación”). Es claro que los seres humanos deben recibir al Verbo para
tener el derecho de ser hechos hijos de Dios, y el ser hechos hijos de Dios es
una obra exclusivamente Divina. Veamos cómo Barrett explica este pasaje:
12. ὅσοι δὲ ἔλαβον. El verbo simple equivale a παρέλαβον (v. 11). Sobre la ausencia de la preposición, cf.
M. I, 115. La oración relativa que abre la frase, un nominativus pendens recogido en el subsiguiente αὐτοῖς,
es característica del estilo de Juan; véase Introducción, p. 32. Recibir a
Cristo es aceptarlo con fe y sumisión como enviado del Padre. Véase Odas de Salomón 9,7: “… para que los que
lo conocieron no perezcan, y los que lo recibieron no se avergüencen”.
ἔδωκεν αὐτοῖς. Los hombres no son hijos de Dios por naturaleza, por ejemplo, en
virtud de un σπερματικός λόγος que
habita en ellos. Sólo recibiendo a Cristo obtienen el derecho de llegar a ser hijos de Dios.
ἐξουσίαν τέκνα θεοῦ γενέσθαι. Por lo común, Juan
emplea correctamente ἐξουσίαν (1,12; 5,27; 17,2;
19,10s), que significa “autoridad”, “derecho”; en cambio, δύναμις no aparece en el evangelio. Sobre τέκνα θεοῦ, cf. 11,52 y también 3,3.5 (γεννηθῆναι). En esta recensión
evangélica, la palabra υἱός se reserva invariablemente
para Cristo, mientras que a los cristianos se los llama τέκνα.
Para una comparación y un contraste ilustrativo, se puede ver CH 1,28. El profeta hermético se
pregunta por qué los hombres se entregan a la muerte, ἔχοντες ἐξουσίαν τῆς ἀθανασίας μεταλαβεῖν (“cuando
tienen derecho a participar en la inmortalidad”). Y les pide que se
arrepientan; y así, μεταλάβετε τῆς
ἀθανασίας. El lenguaje es, sin duda, semejante (de modo
que se erróneo, como algunos sugieren, omitir el término ἐξουσίαν), sobre todo, si se piensa que alcanzar la inmortalidad es convertirse
en un ser divino (θεωθῆναι, cf. τέκνον θεοῦ γενέσθαι). Pero aquí termina la semejanza, ya que, en los Hermetica, los hombres, que están compuestos de carne y mente,
tienen en sí mismos el derecho a tomar parte en la inmortalidad; lo único que
necesitan es ejercer ese derecho. En Juan, la vida es un don que viene de
Cristo y se recibe por la fe. Sobre la idea de que los que llegan a ser hijos
lo son a través del hijo, véase Schweizer (Beiträge,
103), donde establece una comparación con Filón, Agric. 51; Conf. Ling.
145-148; Sobr. 56.
τοῖς πιστεύουσιν εἰς τὸ ὄνομα αὐτοῦ. Recibir a Cristo
es creer por su nombre. Esta construcción de πιστεύειν con εἰς τὸ ὄνομα se encuentra
también en 1,12; 2,23; 3,18 (el texto de 20,31 no es paralelo; véase la nota
correspondiente). Por otra parte, la construcción es distinta de πιστεύειν con dativo que, por lo
general, significa “dar crédito” a alguien. La expresión encierra tanto
fidelidad como asentimiento; cf. Dodd, Interpretación,
187s. El mero uso de ὄνομα no
basta para suponer que Juan esté pensando en el bautismo. De hecho, sólo se
menciona la fe, y no el conocimiento, medio para alcanzar la vida y una nueva generación.
13. οἳ… ἐγεννήθησαν. Este nacimiento está condicionado a la aceptación de Cristo y a la fe
en su nombre. El aoristo no tiene el sentido de pluscuamperfecto; por tanto,
Juan no quiere decir que existió realmente un cierto número de personas nacidas
del modo que se describe aquí, y que, en virtud de su nacimiento, fueron
capaces de recibir a Cristo cuando vino a este mundo.
οὐκ ἐξ αἱμάτων. Ésta y las dos frases siguientes
pretenden acentuar el significado de ἐκ θεοῦ. No hay, ni puede
haber, una instancia humana que sea responsable de un nacimiento como éste. En
la filosofía antigua, la sangre se consideró, a veces, como el medio de la
procreación; cf. Sab 7,2; Filón, Op. 132. El plural “sangres” no es
habitual; véase, sin embargo, Eurípides, Ion
693, y el uso común de דמים en hebreo. Es
probable que se haga referencia a la sangre del padre y de la madre. Hoskyns (143)
sugiere que Juan no habría podido escribir οὐκ ἐξ αἵματος (en singular), porque los cristianos nacen de
Dios por medio de la sangre de Cristo.
Magistralmente el
profesor Barrett nos ha dejado una exposición de la tensión entre la Soberanía de
Dios y la Responsabilidad humana.