Al humanista francés Marc-Antoine Muret (1526-1585), en latín Muretus, se le atribuye una anécdota. Habiendo huido de Francia (acusado de sodomía y herejía), llegó a Lombardía. Allí cayó enfermo y pidió ayuda a los médicos, los cuales discutieron el asunto entre sí. Muretus estaba vestido pobremente, tenía aspecto de vagabundo. Para que el enfermo no entendiera, los médicos dijeron en latín:
Faciamus experimentum in anima vili
Hagamos un experimento en este ser sin valor.
El latín era la lengua culta que hablaba la gente educada. Para sorpresa de los galenos, el vagabundo, el “ser sin valor”, les respondió en un elegante latín:
Vilem animam appellas pro qua Christus non dedignatus est mori?
¿Llamaréis ‘ser sin valor’ a alguien por quien Cristo no desdeñó morir?
La vida inmoral (o dudosa en el mejor de los casos) que llevaba Muretus, le hacía un anima vili. Muretus era un pecador, y hasta cierto punto entendió que Cristo había muerto por él. Delante de Dios somos anima vili.
συνίστησιν δὲ τὴν ἑαυτοῦ ἀγάπην εἰς ἡμᾶς ὁ θεὸς ὅτι ἔτι ἁμαρτωλῶν ὄντων ἡμῶν χριστὸς ὑπὲρ ἡμῶν ἀπέθανεν
Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros
Romanos 5.8
3 comentarios:
¡Amén, amén, amén! Qué maravilloso saber que, aunque nada merecíamos (pues nos sabemos, en efecto, animae viles), el Dios viviente, que es el Salvador de todos los hombres, entregó a su Hijo para que fuesemos redimidos y restaurados a la imagen primera, no pudiendo dejar a su creación perdida para siempre. ¡Gracias por este hermoso recordatorio!
Hermoso mnsaje
Gracias varon de Dios.
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