miércoles, 22 de julio de 2009

Peligro al criticar las falacias exegéticas



Quién no recuerda a los ancianos criticones de los muppets. Sólo se dedicaban a criticar. Verlo en los muppets era gracioso. Pero, no lo es cuando sucede en la iglesia. Tampoco en la exégesis. Hay quienes piensan que es divertido analizar las falacias cometidas por algunos predicadores. En mi caso, me resulta trágico, doloroso. Uno de mis autores favoritos es el Dr. D. A. Carson, profesor de Nuevo Testamento en Trinity Evangelical Divinity School en Deerfield, Illinois. Su valioso libro Exegetical Fallacies cambió profundamente mi modo de entender la exégesis.


Precisamente en este libro, el Dr. Carson advierte del peligro que acarrea el estudio de las falacias cometidas en la exégesis y la crítica.

Lo primero es que el negativismo persistente es espiritualmente peligroso. La persona que se traza como ambición de su vida el descubrir todo lo que es incorrecto —ya sea incorrecto con la vida o alguna parte de ella, como la exégesis—se expone a la destrucción espiritual. La gratitud a Dios tanto por las cosas buenas como por Su protección y propósito soberanos aún en las cosas malas, será la primera virtud a seguir. A esto le seguirá rápidamente la humildad, cuando el crítico, muy bien informado acerca de los defectos y la falacias (¡especialmente las de otros!), llega a sentirse superior a quienes él critica. La competitividad espiritual no es una virtud cristiana. El constante negativismo es un alimento que proporciona muchas calorías al orgullo. No he observado que los estudiantes de seminario, por no decir conferencistas de seminario, estén especialmente exentos de este peligro.[1]

Con gratitud a Dios y humildad debemos continuar con la tarea de la exégesis. Y si corresponde exponer las falacias cometidas, que Dios guarde nuestro corazón. Y, en todo, que Dios sea glorificado.


Cuando viene la soberbia, viene también la deshonra; Mas con los humildes está la sabiduría.
Pr. 11.2

Si alguno habla, hable conforme a las palabras de Dios; si alguno ministra, ministre conforme al poder que Dios da, para que en todo sea Dios glorificado por Jesucristo, a quien pertenecen la gloria y el imperio por los siglos de los siglos. Amén.
1P. 4.11


_________________
[1] D. A. Carson, Exegetical Fallacies (2ed.; Grand Rapids: Baker, 1996), 22.

7 comentarios:

Luis Enrique Alvarado dijo...

wow es cierto, muy bueno hermano, creo que muchos tenemos que tomar notas de esto, es muy cierto que tenemos que advertir y aun contender por la fe pero tambien podemos hablar de muchas otras cosas, no podemos encerrarnos en esto.

Gracias por este articulo.

Saludos
Atte
Luis E. Alvarado

Manuel Rojas dijo...

Gracias a ti por visitarme, Luis. Y, sí pues, no sólo es denunciar, sino también edificar. Que aún en nuestras denuncias cuidemos nuestro corazón. Un abrazo, hermano.

MORA dijo...

Bueno se trata de darle rienda suelta al pecado... llamese orgullo, soberbia, pero encontramos en la palabra en muchas citas las características dadas a los cristianos, por su fe... que buen tema este tema, excelente! espero adquirir el libro! Saludos!

Manuel Rojas dijo...

Gracias, Andrés. Y, sería una excelente adquisición ese libro. ¡Saludos!

MORA dijo...

Manuel! tu crees que me permitas hablar del tema en mi blog? yo te daría los créditos y también al libro. Me parece un tema supremamente interesante mas en estos momentos de mi vida, y de algunos amigos mios...

Manuel Rojas dijo...

Andrés, tienes libertad de usar lo que he publicado según creas conveniente, y aún para criticarlo ;-)
Claro está, respetando la cita del Dr. Carson.
Un abrazo. Bendiciones.

MORA dijo...

Hola Manuel quisiera invitarte a mi blog he escrito algo del tema en el.
Si puedes dejar un comentario acerca del tema, pues tu tienes conocimiento de el. proximamente estaremos publicando mas entradas que me gustaria que leyeras tambien... saludos y muchas Gracias
Bendiciones!

http://encaminadosconcristo.blogspot.com