ὅτι ἐὰν ὁμολογήσῃς ἐν τῷ στόματί σου κύριον Ἰησοῦν καὶ πιστεύσῃς ἐν τῇ καρδίᾳ σου ὅτι ὁ θεὸς αὐτὸν ἤγειρεν ἐκ νεκρῶν, σωθήσῃ· (NA27)que si confiesas con tu boca que Jesús es el Señor, y crees en tu corazón que Dios lo levantó de entre los muertos, serás salvo. (NVI)
La falacia del anacronismo semántico consiste en atribuir un significado posterior a la literatura primitiva. Esto suele suceder cuando, por ejemplo, se lee a los padres de la iglesia que escribieron en griego. El uso de una palabra por parte de los padres de la iglesia no era necesariamente el uso que le dieron los escritores del NT.[1]
En el texto de Romanos 10.9 el verbo griego ὁμολογήσῃς subjuntivo aoristo activo 2a persona singular de ὁμολογέω (“confesar”) ha sido interpretado como refiriéndose a la confesión de los mártires cristianos ante las autoridades romanas surgida en la época de persecución. Se argumenta que se trata de la réplica cristiana ante la insistencia de la religión estatal que pregonaba “César es el Señor”.[2]
La base para esta interpretación es la literatura del segundo siglo, por ejemplo, una cita en el Martirio de Policarpo 8.2:
καὶ ὑπήντα αὐτῷ ὁ εἰρήναρχος Ἡρώδης καὶ ὁ πατὴρ αὐτοῦ Νικήτης οἳ καὶ μεταθέντες αὐτὸν ἐπὶ τὴν καροῦχαν ἔπειθον παρακαθεζόμενοι καὶ λέγοντες Τί γὰρ κακόν ἐστιν εἰπεῖν Κύριος καῖσαρ καὶ ἐπιθῦσαι καὶ τὰ τούτοις ἀκόλουθα καὶ διασώζεσθαι ὁ δὲ τὰ μὲν πρῶτα οὐκ ἀπεκρίνατο αὐτοῖς ἐπιμενόντων δὲ αὐτῶν ἔφη Οὐ μέλλω ποιεῖν ὃ συμβουλεύετέ μοι
Y se encontró con él Herodes, el capitán de la policía, y el padre de éste Nicetes, los cuales le trasladaron al carruaje y le persuadían sentándose ellos a su lado y diciéndole: “¿Qué hay de malo en decir César es Señor y en ofrecer sacrificio y las demás cosas, y ser salvo?” Pero, él al principio no les respondió, y al persistir, él les afirmaba: “No haré lo que me aconsejáis”(traducción mía)
El problema con esto es el anacronismo con respecto al texto de Romanos 10.9, y además, el contexto lógico hace improbable esta interpretación. Como ha argüido convincentemente Larry Hurtado, esta confesión se originó no durante la persecución romana posterior, sino en la fase más antigua del cristianismo judío en Jerusalén.[3] La iglesia en Palestina que hablaba arameo ya tenía como fórmula de fe la expresión aramea: mārēh Yēšûʿ (cf. la expresión μαράνα θά marana tha “el Señor viene” en 1 Co 16.22). Por tanto, debido a la evidencia es muy probable que esta fórmula sea pre-paulina.[4] En consecuencia, es mejor entender este texto como refiriéndose a una confesión de fe[5], como dice Douglas J. Moo: “La confesión es la manifestación externa de esta crítica respuesta interna” refiriéndose a la fe.[6]
[1] D. A. Carson, Exegetical Fallacies (2a ed.; Grand Rapids: Paternoster-Baker, 1996), 33.
[2] C. K. Barrett, The Epistle to the Romans (BNTC; ed. rev.; Peabody: Hendrickson, 1991), 187.
[3] Larry W. Hurtado, Lord Jesus Christ: Devotion to Jesus in Earliest Christianity (Grand Rapids: Eerdmans, 2003), 197-200.
[4] Cf. Barrett, op. cit., 187; C. E. B. Cranfield, A Critical and Exegetical Commentary on the Epistle to the Romans (London: T&T Clark, 2004), 527; James D. G. Dunn, Romans 9-16 (WBC 38B; Dallas: Word, 2002), 607; Joseph A. Fitzmyer, S.J., Romans: A New Translation With Introduction and Commentary (New Haven: Yale University Press, 2008), 591.
[5] Cf. V. H. Neufeld, The Earliest Christian Confessions (NTTS 5; Grand Rapids: Eerdmans, 1963), 13-20, 42-43.
[6] Moo, op. cit., 657.